Científicos localizan dónde radica el estrés en el cerebro humano
La sensación de estrés es generada en las redes neuronales que emanan del hipocampo, ha determinado un grupo de científicos de la Universidad de Yale que estudió la vinculación de las distintas regiones del cerebro humano para encontrar el 'hogar' de esta frecuente condición fisiológica.
El estudio se llevó a cabo directamente con personas y no con roedores de laboratorio, como suele ser la costumbre en las investigaciones neurológicas, señala un comunicado universitario. "No podemos preguntar a las ratas cómo se sienten", explicó Elizabeth Goldfarb, investigadora asociada del Centro de Estrés de Yale y la autora principal de este trabajo.
Las redes cerebrales que apoyan la respuesta fisiológica del estrés habían sido bien estudiadas anteriormente en animales. De ahí se sabe que la activación del hipotálamo por el estrés y las amenazas desencadena la producción de unas hormonas esteroides llamadas glucocorticoides. No obstante, la fuente de la experiencia subjetiva que experimentan las personas que se sienten estresadas resultaba difícil de identificar.
Para seguir los impulsos que genera el estrés a través del tejido cerebral, el equipo de científicos enseñó a 60 voluntarios una serie de imágenes con sonidos estresantes, como un perro gruñendo, caras mutiladas o inodoros sucios, mientras sus cabezas eran escaneadas por tomografía magnética funcional. El experimento desveló que las señales provenían del hipocampo, un área del cerebro que ayuda a regular la motivación, la emoción y la memoria.
Este control objetivo estuvo acompañado por una comunicación verbal con los participantes, desvelando que cuando las conexiones neuronales entre el hipocampo y la corteza frontal aparecían más fuertes en el tomógrafo, las personas decían sentirse menos estresadas por las imágenes. Por el contrario, la sensación de estrés aumentaba cuando se activaba la red neuronal entre el hipocampo y el hipotálamo, otra región cerebral próxima a la hipófisis.
El artículo científico del equipo de Yale fue publicado el 27 de mayo en la revista Nature.
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