El Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) alertó que la pandemia global del coronavirus podría dejar a casi 14 millones de personas de Latinoamérica en una situación de "inseguridad alimentaria severa" este año, lo que "amerita atención urgente para salvar vidas".
El organismo de Naciones Unidas brindó la estimación para los países y subregiones donde realiza actividades: Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Perú y República Dominicana, junto a pequeños Estados insulares en la zona central del continente.
En ese marco, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), también perteneciente a la ONU, ya calculó una caída productiva del 5,3 % para el año actual, significando "la mayor contracción de la actividad económica en la historia de la región".
Por su parte, el director regional de WFP, Miguel Barreto, expresó: "Estamos a tiempo de evitar que la pandemia del covid-19 se convierta en una pandemia de hambre".
Sin embargo, a los 3,4 millones de individuos con deficiencias nutricionales en 2019, se añadirían más de 10 millones en el 2020, mientras es difícil pronosticar cuándo será la reactivación de la productividad. Todo esto, en una región que ya tenía serios problemas sociales antes de la actual emergencia sanitaria.
Así, WFP destacó algunas situaciones puntuales que requieren aún mayor atención.
- En Haití, la inseguridad alimentaria podría subir desde 700.000 personas a 1,6 millones.
- Los migrantes venezolanos en esta situación crítica, que abarcan 540.000 ciudadanos ubicados en Colombia, Ecuador y Perú, se duplicarían.
- En el llamado Corredor Seco de Centroamérica, una franja que va desde Guatemala a Panamá, la cifra puede crecer desde 1,6 millones hasta 3 millones.
- Se acerca la temporada de ciclones tropicales en el océano Atlántico, estimada para junio, acrecentando las dificultades.
Las manos que ayudan
La cifra total podría ser mucho mayor si se sumaran todas las naciones donde no trabaja el Programa Mundial de Alimentos. El listado de contextos críticos es largo, pero es en estas circunstancias límites cuando puede salir lo mejor de uno, y ser solidario de forma desinteresada.
En la Provincia de Buenos Aires (Argentina), miles de personas atraviesan un panorama dramático, y no saben si hoy podrán completar algunas de las cuatro comidas diarias. Previo a la pandemia, el segundo semestre del 2019 arrojó que uno de cada tres argentinos ya era pobre, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
Así, un grupo de amigos de la localidad de Ciudadela, a quienes no les sobra nada, se juntó para cocinar y repartir comida, al notar que en los barrios linderos con la capital estaba creciendo el hambre. Sin tener al Estado, una empresa u ONG detrás, el equipo nació de modo tan improvisado que ni siquiera se ha puesto un nombre. Solo importan las ganas de ayudar.
Los voluntarios no superan las diez personas y comenzaron las actividades hace tres semanas. En su gran mayoría, dan alimentos a gente sin hogar, pero también a "personas que no estaban acostumbradas a esta situación, y por el aislamiento, hoy la están atravesando", cuenta Leandro Gómez, uno de los cocineros.
El primer día hicieron 80 porciones, pero cada vez se acercó más gente a pedir, y ahora producen 120 por jornada, que son los martes y jueves. Gastan fondos propios, pero también aceptan alimentos no perecederos y donaciones, para comprar verduras, arroz, pollo y otros ingredientes: "Si algún vecino quiere colaborar con un kilo de morrones, más que bienvenido, porque está carísimo", bromea.
Un chico del grupo puso su cocina a disposición, y se armaron turnos de trabajo para garantizar el aislamiento. Unos limpian, otros preparan los insumos y algunos cortan vegetales. A las 19:30 (hora local), se abren las puertas, donde los más necesitados acuden con su propio envase.
"Después, tres amigos con autos nos ayudan a llevar comida a gente en situación de calle", cuenta el entrevistado. Y agrega: "Tenemos ubicada la cantidad de personas por parada. Cada vez que salimos encontramos más, pero hacemos lo que podemos". De esta forma, visitan a quienes duermen debajo de la autopista, junto a la avenida General Paz —limítrofe con la Ciudad de Buenos Aires— y también en la estación de trenes.
"Acá hay siete u ocho ollas populares, nos organizamos para que estén todos los días cubiertos", señala Gómez. Si hay lectores que quieren colaborar, se los puede contactar por redes sociales, porque necesitan abrigos y frazadas para repartir. También solicitan "insumos para limpieza, lavandina y alcohol".
Entre tanto, la pandemia avanza en ese país sudamericano, pero los jóvenes continúan sus labores humanitarias, pese a los riesgos de contagio: "Nos nace. Cuento con el privilegio de tener un trabajo, a veces se complica llegar a fin de mes, pero tengo mis necesidades cubiertas. Cuando ves gente en la calle, pasando hambre y frío, no puedo ser indiferente. Lo quisiera hacer todos los días, sería hermoso".
Leandro Lutzky
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