Nuevo Consejo Nacional Electoral: esta es la pieza que puede romper la abstención en Venezuela

La designación de Rafael Simón Jiménez como vicepresidente puede generar las expectativas que necesita la institución electoral para convencer a las mayorías de participar en las Parlamentarias, que deben realizarse este mismo año por mandato constitucional.

La flexibilización de la cuarentena produjo un rápido descongelamiento de la disputa política en Venezuela, especialmente en un área neurálgica como es el sistema electoral. El pasado viernes, 12 de junio, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) nombró un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE), después que no pudiera producirse un acuerdo en la instancia facultada constitucionalmente para hacer el nombramiento: la Asamblea Nacional (AN).

El hecho de que los nombramientos no fueran acordados con los principales partidos de oposición, en base a un trabajo previo del Comité de Postulaciones (una comisión de la Asamblea Nacional compuesta por oficialistas y opositores) que había logrado algunos consensos, sumado a otras decisiones del máximo tribunal, hace que la mayoría de la oposición vea con recelo y rechace desde el primer momento el desenlace en la conformación del órgano electoral. Todo esto a pesar que dos de los nuevos miembros principales nombrados, del total de cinco, son de la oposición.

Y sobre todo porque a uno de ellos, al que le otorgaron la vicepresidencia, ha levantado algunas esperanzas de que el CNE no estará totalmente alineado al oficialismo y que, por el contrario, la nueva directiva será un espacio de interlocución y beligerancia. Todo esto representa una bombona de oxígeno para la institución, que se encuentra en un estado débil, especialmente desde la histórica alta abstención que se produjo en las presidenciales de 2018 (54%), cuando la oposición, en su casi totalidad, dejo de acudir a las urnas y desconoció el triunfo del presidente Maduro.

Este personaje se llama Rafael Simón Jiménez, quien rompió con el chavismo en 2003, y su libre actuación como vicepresidente puede generar las expectativas que necesita la institución electoral para convencer a las mayorías de participar en las Parlamentarias, que deben realizarse este mismo año por mandato constitucional.

Después de tres elecciones signadas por la abstención y la falta de participación de los principales partidos opositores, la situación ha venido deteriorándose progresivamente en todos los órdenes de la vida nacional. Por ello, parece imprescindible que haya un acuerdo político que permita a las partes volver a participar y tener confianza en el respeto de los resultados, para poder estabilizar el país y recuperar la economía. Sin embargo, parece que esto no va a ser así.

Aunque el CNE ha reconocido las victorias opositoras cuando estas han tenido lugar –como en 2015, cuando la oposición revolcó electoralmente al oficialismo–, los sectores radicales, siempre tutelados por Washington, han logrado presionar a los partidos moderados para que no participen y desconozcan las instituciones. En esto han tenido éxito. 

Superar la desconfianza de la oposición en el árbitro electoral es imprescindible para retomar la senda de la normalidad y rescatar la política como esfera de discernimiento público.

Todo ello en un momento de suma importancia, cuando la oposición radical ha venido ensayando salidas de facto –como la autojuramentación de Guaidó, el golpe militar del 30 de abril de 2019 y el desembarco de la operación Gedeón, en mayo de este año–, que se han saldado con derrotas significativas que debían obligar a los moderados a realizar un giro estratégico hacia la consecución de victorias electorales y pacíficas como la obtenida en diciembre de 2015. Sobre todo cuando la situación social ha empeorado y es probable que el oficialismo haya seguido perdiendo apoyo.

Mantener los espacios de poder conquistados en victorias anteriores es lo que está en juego en las actuales parlamentarias. Si los seguidores de la oposición deciden no participar, estarán entregando en bandeja de plata la hegemonía del total de instituciones al oficialismo.

¿Podrá Rafael Simón Jiménez, desde su vicepresidencia, revertir esta tendencia?

Quién es Rafael Simón Jiménez y por qué levanta expectativas

Se trata de una figura carismática que proviene del chavismo, pero que desde el 2003 rompió con el propio Chávez.

En su adolescencia, Rafael Simón Jiménez era el presidente del centro de estudiantes del liceo O'Leary de Barinas, en el occidente llanero venezolano, mientras Hugo Chávez era un desapercibido estudiante del mismo. Durante los primeros años de su gobierno, Jiménez se destacó en la defensa del mandatario, pero cuando en 2003 rompió con él, fue ácido en sus argumentos y declaraciones.

Si bien no es una figura que genere confianza en los sectores radicales de oposición, donde todo actor proveniente del chavismo es objeto de sospechas y atacado, la forma diáfana y franca de expresarse y la ruptura de protocolos pueden generar esperanzas en el opositor de base

Lo más significativo del personaje es su tono desafiante, su capacidad de interlocución y su buen manejo del verbo y los argumentos. Nadie ha puesto en duda su honestidad durante su larga historia política. Si bien no es una figura que genere confianza en los sectores radicales de oposición, donde todo actor proveniente del chavismo es objeto de sospechas y atacado, la forma diáfana y franca de expresarse y la ruptura de protocolos pueden generar esperanzas en el opositor de base, pues ha venido a manifestar y reclamar las demandas más sentidas de los distintos sectores de oposición con el país. 

Enseguida, y después de su juramentación en la sala protocolar del TSJ, el veterano político rompió la solemnidad y, a diferencia del resto de nuevos rectores, se acercó a los medios y realizó una rueda de prensa imprevista, donde afirmó: "Lo que debemos pensar los venezolanos es cómo salir de este inmenso hueco en que estamos metidos (…) Venezuela vive una crisis institucional; en Venezuela hay dos presidentes, uno que está en Miraflores (sede del gobierno) y otro que es reconocido por no sé cuántos países; tiene dos directivas de la Asamblea Nacional, además de la Asamblea Nacional Constituyente; tiene un fiscal general que está en Bogotá y tiene otro que está en la esquina de Urapal (sede oficial de la Fiscalía); tiene dos Tribunal Supremo de Justicia".

Además, el político rectificó que reconoce la directiva que preside Juan Guaidó en la Asamblea Nacional.

Su nombramiento se debió, como él mismo reconoce, a un acuerdo político con sectores de la denominada "mesita", un espacio de diálogo que abrió Maduro con un diverso grupo de partidos pequeños desde finales de 2019.

La estrategia de este grupo se basa en desarrollar un tipo de oposición democrática, una especie de tercera vía que confronte a los dos bandos en pugna, lo que resulta difícil en un país tremendamente dividido. Se diferencia de los principales partidos de oposición en que no ha aceptado el llamado violento y golpista y no se cobija bajo el manto del presidente Trump. De hecho, algunos de sus miembros han engrosado la lista de sancionados de Washington por el hecho de sentarse con el gobierno. No obstante, hasta ahora esta fórmula no ha sido electoralmente exitosa.

El oficialismo impulsa también esta estrategia como modo de desplazar a los sectores radicales, pero sin terminar como un partido único, antidemocrático.

¿Podrá este pequeño sector robar protagonismo al llamado  G4 compuesto por los principales partidos de oposición y provocar una asistencia masiva a las urnas? ¿servirá la figura de Jiménez para generar convocatoria que tribute a estos partidos pequeños?

Oposición y abstencionismo: ¿nuevo escenario?

El G4 es una reunión de los principales partidos de oposición donde concentra más del 80% de sus votos. Contempla los partidos Primero Justicia (PJ), Acción Democrática (AD), Voluntad Popular (VP) y Un Nuevo Tiempo (UNT). Los primeros tres se han mantenido en una línea abstencionista en las presidenciales, regionales y municipales, por lo que han perdido su tarjeta electoral. Incluso más que inhibidores del voto, han participado abiertamente en las intentonas golpistas del 30 de abril y reconocen la presidencia interina de Guaidó. Nunca se han pronunciado en contra de los actos terroristas, como el atentado a Maduro con drones en 2017 o la operación Gedeón.

Pero esta situación podría cambiar de facto.

El TSJ promulgó, el 15 y 16 de este mes de junio, sendas sentencias donde interviene los dos principales partidos de oposición, AD y PJ, y cede sus mandos directivos a sectores disidentes internos con quienes el gobierno ha negociado cuotas de poder, como la presidencia actual de la AN, que desplazó a Guaidó en enero, y otro cargo directivo del nuevo CNE, que será ocupado por José Luis Gutiérrez, hermano del secretario de organización de AD, nombrado secretario general por el Tribunal.

Con este cambio, estos partidos volverán al tarjetón electoral con directivas designadas ah hoc, aunque no se sabe si podrán mantener a sus votantes.

La pregunta que surge es si podrán convocar a los militantes y electores de esas bancadas políticas a asistir al sufragio y votar por sus tarjetas electorales o si más bien lo que se decreta es una abstención muy elevada

Como era de esperarse, todos los líderes reconocidos de oposición han declarado públicamente su aversión no solo a dichas sentencias, sino a todo el proceso de designación del CNE, por lo tanto parece bastante seguro que hagan nuevamente un llamado a la abstención en las parlamentarias y sigan buscando salidas violentas o de intervención internacional. 

La pregunta que surge sobre los grupos a los que se ha adjudicado la dirección es si podrán convocar a los militantes y electores de esas bancadas políticas a asistir al sufragio y votar por sus tarjetas electorales. O si más bien lo que se decreta con estas decisiones del TSJ es una abstención muy elevada que se convertirá en argumento de peso para deslegitimar la institucionalidad y aumentar la intensidad de la diatriba.

Lo mismo puede decirse de los partidos que componen 'la mesita', los cuales han sido hasta ahora muy pequeños y han salido derrotados en varias ocasiones por intentar edificar una 'tercera vía' en un país con una división tajante entre dos únicos bandos.

Si estos sectores, tanto los nombrados por el TSJ en AD y PJ como los de 'la mesita', no pueden convocar a las bases opositoras y a los sectores descontentos del chavismo, la abstención puede llegar a niveles históricamente altos para una elección parlamentaria. Esto daría mayor oxígeno a la oposición radical y prointervencionista, que a falta de agenda propia, espera que Trump pueda ser reelecto en noviembre y comenzar así una campaña para la intervención o, más precisamente, para la invasión militar estadounidense, la única baraja que les queda bajo la manga y que debido a la crisis interna de Estados Unidos no parece muy probable, al menos en los actuales momentos.

Ociel Alí López

Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.