El esqueleto de un gato doméstico datado de entre los años 775 y 940 fue hallado en la ciudad de Dzhankent, en el oeste de Kazajistán, un punto de tránsito de la Ruta de Seda controlado entonces por los turcos oguz.
Los oguz eran nómadas, por lo que a diferencia de los pueblos agricultores no necesitaban gatos para proteger el grano de los roedores. En general, "solo criaban animales cuando eran esenciales para sus vidas", señala una de los arqueólogos que descubrieron al felino, la doctora Ashleigh Haruda, en un comunicado de la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg (Alemania).
"Los perros, por ejemplo, pueden vigilar el ganado. En ese entonces [los gatos] no tenían un uso evidente", indica Haruda, que opina que alrededor del siglo VIII los gatos eran animales "exóticos" en las estepas de Asia Central.
El análisis de los restos mostró que el animal pertenecía a la especie domesticada 'Felis catus L'. y no estaba estrechamente relacionado con los gatos salvajes de las estepas. Asimismo, el estado del esqueleto muestra que gozaba del cuidado de los humanos.
"El animal seguramente fue alimentado por humanos, ya que al final de su vida había perdido casi todos los dientes", detalla Haruda. La científica también señala que la dieta del gato era notablemente más rica en proteínas que la de los perros a pesar de la utilidad de estos últimos para la economía nómada.
Igualmente notable es que, al morir, sus amos no lo tiraron, sino que lo enterraron, algo raro para este tipo de animal, subraya Haruda.
El informe sobre el hallazgo del gato, elaborado por un equipo internacional de arqueólogos de Rusia, Kazajistán y Alemania, vio luz en la revista Nature Scientific Reports.