El laboratorio Moderna de EE.UU. inicia la fase 3 de su vacuna contra el covid-19: ¿por qué es revolucionaria?

La vacuna que ha mostrado resultados prometedores durante las primeras dos etapas de ensayos clínicos pertenece al raro y nuevo tipo de vacunas de ARN, y generó la capacidad de neutralizar más del 80 % del virus.

La compañía biotecnológica estadounidense Moderna inicia el próximo lunes 27 de julio la tercera fase de ensayos clínicos de la vacuna contra el nuevo coronavirus en la que está trabajando. Si bien durante las primeras dos etapas de investigación el número de participantes constituía ocho y 45 personas respectivamente, ahora va a aumentar hasta unas 30.000 personas, a las que les administrarán las dosis de 100 microgramos.

El principal objetivo de la fase 3 será la prevención del transcurso sintomático del covid-19, mientras que los objetivos secundarios serán prevenir el transcurso severo de la enfermedad que requiere de hospitalización y también prevenir la infección con el SARS-CoV-2.

La Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico (BARDA, por sus siglas en inglés), del Departamento de Salud de EE.UU., ya se ha comprometido a invertir 472 millones de dólares adicionales para el desarrollo de la vacuna y la tercera fase de investigación, prácticamente duplicando su subvención previa de 483 millones de dólares, anunció Moderna en un comunicado este domingo.

En caso de éxito, la compañía planea iniciar la producción de la vacuna a partir de 2021 y será capaz de suministrar unas 500 millones de dosis al año, con posibilidad de aumentar el número hasta 1.000 millones.   

¿Cómo funciona la vacuna de Moderna y en qué se diferencia de las demás?

La vacuna, denominada mRNA-1273, representa el ARN del virus, que aunque sea creado de manera artificial y ligeramente modificado sigue siendo el material genético del patógeno en estado puro, en lugar de una solución del virus 'debilitado' o sus proteínas.

Al llegar a la célula, el ARN encapsulado empieza a producir la proteína S del virus (Spike, en inglés, o 'pincho'). Las proteínas fabricadas, a su vez, provocan una respuesta inmune que genera células específicas que luchan contra los portadores de estas proteínas y se producen anticuerpos que luego deberían funcionar contra el virus original.

Como la vacuna de ARN es totalmente nueva —no existen vacunas más antiguas de este tipo— se desconoce cómo va a comportarse en el organismo. Debido a un abanico de efectos secundarios, las vacunas de ARN se consideran riesgosas y son pocas las compañías que optan por hacer grandes inversiones en su desarrollo. A día de hoy, ninguna vacuna de este tipo ha sido aprobada para el uso en humanos.

Actualmente en el mundo se trabaja en todo tipo de vacunas experimentales contra el covid-19, incluidas las que se basan en los adenovirus o proteínas puras sin ácido nucleico, y el objetivo de cualquiera de ellas es el mismo: lograr que la vacuna simule una infección vírica para que el sistema inmune 'se lo crea' y reaccione para defenderse. Determinar cuál método es el mejor y finalmente va a funcionar contra el nuevo coronavirus no resulta posible a estas alturas de las investigaciones.

La vacuna de Moderna, por su parte, generó la capacidad de neutralizar el virus en la mitad de los participantes en la primera fase de ensayos clínicos, mientras que durante la fase 2 todos los vacunados presentaron la capacidad de neutralizar más del 80 % del virus en el plasma de la sangre. Este nivel correspondía con el de las personas recuperadas del covid-19. Además, se observó la respuesta de las células T, que ayudan a proteger el organismo de las infecciones induciendo una respuesta inmune celular.

Entre los efectos secundarios destacaron fatiga, escalofríos, dolor de cabeza, mialgia y dolor en el lugar de la inyección, pero era de esperar y no se observaron reacciones más graves.

¿Qué es lo que no cuadra?

Determinar la eficacia de una vacuna puede conllevar años. A día de hoy la comunidad científica no sabe qué concentración de anticuerpos es necesaria para hablar sobre la inmunidad al covid-19 o al menos una lucha eficaz del organismo contra el virus.

También aparecen indicios de que algunos infectados logran combatir la enfermedad únicamente con la respuesta de sus células T mientras que los anticuerpos, por razones desconocidas, no se detectan en su sangre, y el papel de este tipo de respuesta inmune requiere de una profunda investigación.

Además, los científicos han determinado recientemente que la concentración de los anticuerpos del covid-19 disminuye rápido con el tiempo, y no se sabe si este hecho puede influir en la resistencia del organismo y, por lo tanto, la eficacia de una vacuna, aunque en el caso del brote del SARS en los años 2000 los anticuerpos en los recuperados estaban presentes durante un período relativamente largo.

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