Dos ecuatorianos decidieron unir la enseñanza tradicional de los primeros pasos de los niños en la lectura y escritura con la tecnología, con el propósito de convertir esta práctica en algo lúdico y más atractivo.
Para ello crearon a Nacho, un robot que, con la ayuda de inteligencia artificial, puede enseñar a los niños, de entre 5 y 8 años, a leer y a escribir, facilitando este proceso a los padres y docentes.
El robot fue creado para el proyecto de titulación de Andrés Moreno como ingeniero en mecatrónica, en la Universidad UTE (antes Universidad Tecnológica Equinoccial) de Quito, trabajo en el que Pablo Velarde Rueda, docente de mecatrónica en esa casa de estudios, fue el director.
El nombre del robot hace honor a un antiguo libro o cartilla inicial de lectura conocido como Nacho Lee o simplemente Nacho, que se usó hace algunos años en Ecuador y en otros países de Latinoamérica.
"La idea es hacer una evolución del libro de texto, de manera que los niños puedan interactuar ahora con un dispositivo tecnológico, que les permita desarrollar capacidades, tanto de lectura como de escritura", dice Velarde, en entrevista con RT. Y añade que el objetivo del dispositivo es: "ser ese nexo entre la educación tradicional que, sin dudas, ha funcionado y darle ese enfoque de la tecnología".
¿Cómo funciona?
"Es un juguete que le permite al niño escribir textos y mostrarlo al robot, y este va a leer lo que el niño ha escrito y determina si está bien o no", detalla Velarde.
También tiene la función de dictado. En este caso, Nacho le dicta determinadas frases al pequeño, él las escribe en un papel, tablet o computadora y, una vez más, las muestra al robot para que le diga si está bien hecho o no. Al respecto, su creador indica que el dispositivo tiene "oraciones predeterminadas" que se reproducen en una "secuencia automatizada".
Tiene la opción para ser manipulado remotamente a través de una aplicación desde un teléfono inteligente. Desde ahí se le pueden indicar las funciones a realizar e incluso precargar más oraciones.
Velarde explica que el robot es un armazón de acrílico (plástico), que lo hace resistente a caídas y al uso que le puedan dar los pequeños, a quienes no hace ningún daño. Mide 10 centímetros de altura solamente y le incorporaron cabello negro alborotado en su cabeza, con la intención de hacerlo parecer a un loco profesor de ciencia.
En su interior tiene un microcontrolador, que es un circuito integrado, compuesto por una unidad central de proceso (CPU), memorias y líneas de entrada y salida (periféricos); este "está programado en lenguaje python, que es el que da las facilidades para que pueda hacer el reconocimiento de los caracteres", explica el docente.
Tiene una cámara que simula los ojos, por donde ve lo que le presentan los niños en el papel o en el dispositivo electrónico y que, mediante redes neuronales artificiales, decodifica.
También se emplea una voz artificial de computadora para que el robot pueda transmitir a los pequeños lo que ha leído y, además, para hacer los dictados y dar las órdenes.
Sobre el prototipo que hicieron, Velarde señala que aún "hay varias cosas que se pueden mejorar", entre ellas, "darle un poco más de movilidad, para que sea un poco más atractivo, más llamativo" para los niños.
Ir a donde no llega la tecnología
Velarde señala que tienen previsto presentar a Nacho ante el Ministerio de Educación de Ecuador como una opción para que se incorpore a las escuelas públicas; pero, el trámite se ha dilatado por la crisis sanitaria provocada por la pandemia del nuevo coronavirus.
"Nos gustaría llegar a lugares donde difícilmente llega la tecnología, a lugares donde hay niños que pueden explotar las capacidades de este juguete", enfatizó el docente.
Además, a futuro también se plantea como una opción para que los niños lo tengan en casa "y que sea un compañero de deberes".
"Muchas veces es un poco tedioso para los padres hacer el dictado con el niño para que desarrolle las habilidades de lectura y escritura, entonces la idea es que se convierta en un juego esta actividad", finaliza Velarde.
Edgar Romero G.
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