Un nuevo estudio descarta que los árboles milenarios sean inmortales y revela los secretos de su larga vida
Los árboles milenarios, entre los cuales se encuentra el ginkgo biloba, el único árbol en el mundo no emparentado con ningún otro, no son imperecederos, reza un estudio publicado este lunes en la revista Trends in Plant Science.
Según explica Sergi Munné Bosch, del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (España), los árboles milenarios pueden alcanzar longevidades extremas, gracias a varios factores, como un crecimiento lento, una gran capacidad de regeneración y mucha tolerancia y resistencia ante el estrés ambiental: temperaturas extremas, sequía, falta de nutrientes, entre otros.
En particular, la estructura modular de los ginkgoes y otros árboles contribuye de manera importante a su larga vida. Partes individuales, como las ramas, pueden envejecer y morir, pero esto tiene poco efecto en toda la planta. Los ciclos de crecimiento modular de los árboles milenarios se sostienen alrededor de su tronco, "y ello les confiere una mayor robustez y capacidad de sobrevivir durante más tiempo", apuntó en un comunicado Munné Bosch.
El científico llegó a la conclusión de que, con la edad, los árboles de ginkgo disminuyen gradualmente la actividad de división de las células del cámbium, que producen tejido vascular. Además, los especímenes muy antiguos muestran signos de estrés fisiológico: cuanto más viejo es el ginkgo, peor sintetiza el tejido vascular, lo que finalmente lo lleva a la muerte.
"Un árbol podrá ir alargando su longevidad mediante nuevas ramificaciones y generando nuevas ramas cuando sufra daños", dijo Munné Bosch. "Cuando el tejido vascular que conecta las raíces con la parte aérea [xilema], o las fuentes de fotoasimilados con sus sumideros [floema], y sufren un daño lo suficientemente grande, la planta finalmente muere", concluyó.
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