Las calles de Beirut se convirtieron en ríos de cristal. La gente sigue lidiando con las consecuencias de la onda expansiva y por el momento no se imaginan cómo va a ser su futuro. Pocos quieren hablar con periodistas sobre sus hogares destruidos.
"La onda expansiva me hizo volar cuando estaba en mi casa, mi mamá estaba en el baño, empezó a gritar. Cuando pude salir, vi que todos estaban pidiendo ayuda a gritos", recuerda Natalie, una residente de Beirut. Comenta que lo único que resistió y no cayó en su casa fueron los iconos, y eso le dio fe y esperanza.
Ahora Natalie afirma que apenas puede dormir, porque hay muchos ladrones que se aprovechan de las puertas rotas y roban lo que el desastre no se llevó. Por el momento, intenta reparar la casa con sus propias manos porque no tiene quién le ayude. "En realidad, no sé qué vamos hacer cuando llegue el invierno", confiesa.
"Un lugar donde pueda quedarme"
El Gobierno promete ayudar, pero hay cierto escepticismo entre los residentes. Ahora son los voluntarios quienes ayudan a limpiar las calles y mover los escombros dentro de las casas.
Sin embargo, para algunos esta no es la opción. Dana perdió su apartamento entero, se encontraba en la segunda planta, ahora simplemente su piso no existe.
"La gente ofrece muchos tipos de ayuda, pero no es la ayuda que yo quiero. Ofrecen ropa, comida, ayuda en casa, pero no un lugar donde yo pueda quedarme", comenta la mujer.
La explosión, en medio de una crisis económica y la pandemia
Otro residente de Beirut, Gassan, se alegra de conservar al menos las paredes de su hogar, pero no sabe de dónde sacar el dinero para repararlo.
Trabaja junto con su hijo en el sector turístico y por la pandemia de covid-19 llevan meses sin cobrar, y no sabe cuándo regresarán los extranjeros. A pesar de todo, conserva el optimismo, y dice que lo importante es que toda su familia sobrevivió.
"La onda expansiva me lanzó del salón al dormitorio. Mi mujer voló hacia la cocina. Los primeros cinco o 10 minutos no entendíamos nada. Había humo. La gente estaba en la calle gritando y llorando", recuerda Gassan.
Se estima que cientos de miles de personas perdieron sus casas parcialmente o por completo. El Gobierno sigue con su promesa de ayudar, pero con la crisis económica anterior a la explosión del puerto de Beirut y sabiéndose que no se cuenta con el presupuesto estatal suficiente, la desesperación y la indignación inundan por ahora las calles de la capital libanesa.