El pasado 21 de junio fue el último día en el que España estuvo sometida al estado de alarma, decretado por el Gobierno para frenar el avance del coronavirus. Era domingo, y además era el día en que empezaba oficialmente el verano. En las televisiones se hablaba de volver a la playa, de poder irse de vacaciones, de la tímida apertura de terrazas y bares. En gran parte del territorio nacional las medidas de contención llevaban varias semanas relajándose progresivamente, y la nueva normalidad trataba de instalarse en un horizonte incierto. Aquel domingo solo se registraron 141 nuevos contagios de coronavirus en todo el país.
Siete semanas más tarde, en pleno agosto, la cifra ya se ha multiplicado por 10, y sobre la relajación veraniega se cierne una pregunta sombría: ¿es esto una segunda oleada del coronavirus?
Para Fernando Simón, director del Centro Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, la respuesta es que no. Una segunda ola, a su criterio, requiere que exista una "transmisión comunitaria descontrolada amplia", es decir, que el origen de los contagios no sea rastreable ni aparezca adscrito a brotes localizados, y que esta situación se extienda a todo el territorio nacional. Una circunstancia que, por el momento, no padece España, al menos de forma oficial.
"Jugando con fuego"
Sin embargo, hay quien considera que el aumento exponencial en las cifras de casos diarios y en el número de rebrotes localizados ya son suficientes para declarar una segunda ola de coronavirus.
En esos términos se expresó la semana pasada Nekane Murga, consejera de Salud del Gobierno del País Vasco, una de las demarcaciones españoles más castigadas ahora por la pandemia. "Nos estamos enfrentando a una segunda ola epidémica de coronavirus", dijo exactamente, en referencia al incremento de casos registrado en su comunidad autónoma, para advertir a continuación de que la ciudadanía está "jugando con fuego" si cree que la situación es menos grave que antes.
En cualquier caso, más allá del significado exacto de la expresión "segunda ola" y de los supuestos técnicos a los que esté sujeta, los datos refieren un incontestable aumento de casos que enciende el temor a revivir una situación similar a la de la pasada primavera.
Partiendo de los 141 nuevos contagios notificados en el último día del estado de alarma (21 de junio), comparamos la cifra con la registrada el día 15 de Julio, y descubrimos que casi se ha triplicado, hasta alcanzar los 390 casos. El último día de ese mismo mes, los contagios diarios ya superaban los 1.500 casos.
Debido a la volatilidad de los números diarios –frecuentemente expuestos a eventuales problemas técnicos en entrega de datos y a infranotificaciones puntuales–, las cifras semanales ofrecen una franja más gruesa de análisis y permiten una mayor consistencia a la hora de evaluar la progresión de la situación sanitaria.
Así, para calibrar los incrementos a lo largo del último mes, observamos que el día 10 de julio se contabilizaron 2.944 casosregistrados en los 7 días anteriores. El mismo dato, consultado un mes más tarde, este lunes 10 de agosto, arroja una cifra casi ocho veces mayor: 22.955 casos diagnosticados en la última semana.
¿Un escenario diferente?
Dejando definitivamente a un lado si este incremento de casos merece o no el nombre de "segunda ola", resulta pertinente preguntarse por las diferencias que existen entre la situación actual y la vivida durante el primer embate del coronavirus.
La primera de ellas es obvia: existe una mayor experiencia en el sector sanitario, que se ha reflejado en un considerable aumento de la literatura científica sobre el coronavirus y sus efectos en el organismo humano.
Además, las autoridades sanitarias están ya al tanto de la virulencia que pueden llegar a alcanzar los rebrotes y existe un plan nacional de contingencia que obliga a las administraciones locales a mantener unos niveles de disponibilidad sanitaria adecuados a cada momento de la pandemia. En otras palabras, antes de sufrir otro colapso sanitario, es posible que las autoridades recurran a nuevas medidas de contención, como aislamientos de casos, cuarentenas preventivas o confinamientos selectivos.
Otra diferencia notable está en el perfil de los contagiados. Los últimos datos revelados en este sentido por el Ministerio de Sanidad indican que el 70 % de los positivos diagnosticados corresponden a personas menores de 30 años. Dado que el covid-19 resulta menos mortal en esas franjas de edades, la tasa de letalidad registrada en este momento se ve lógicamente reducida.
El propio Fernando Simón situó este mismo lunes esa tasa en menos del 0,6 % y explicó a continuación que "la letalidad ha bajado muchísimo", aludiendo a dos factores: "Las personas contagiadas ahora son más jóvenes y se están detectando muchos más casos que antes".
Mejor detección precoz
Efectivamente, la detección y el rastreo de casos es probablemente lo que más claramente marca la diferencia de escenarios con respecto a los primeros compases de la pandemia.
En España se han realizaron casi 5 millones pruebas PCR hasta el 6 de agosto, lo que supone algo más de un test por cada diez habitantes. El ministro español de Sanidad, Salvador Illa, aseguró este lunes que en el país se practican "más de 47.300 pruebas diarias".
Según los datos oficiales, entre el 25 de junio (recién estrenada la nueva normalidad), y el 30 de julio, se efectuaron en España 1,2 millones de tests PCR, lo que supone un aumento del 34 % respecto a la cifra registrada al final del estado de alarma.
Y la progresión continúa: entre el 30 de Julio y el 6 de agosto (última fecha con datos) se practicaron 331.442 pruebas PCR, que representan un incremento del 7 % respecto a la cifra anterior.
Sin embargo, hay que matizar que este aumento de la capacidad de la detección precoz se distribuye muy irregularmente por la geografía española. Mientras Aragón ha incrementado su capacidad en un 64 %, Madrid solo lo ha hecho en un 20 %, por ejemplo.
Rastreadores de contactos
Igual de irregular es la cantidad de "rastreadores" habilitados en cada comunidad autónoma. Se trata de personas encargadas de buscar a todas aquellas personas que hayan estado en contacto con un contagiado, para aplicarles posteriormente las medidas necesarias para contener la propagación.
Galicia tiene más de 6.100 de estos rastreadores, con una población de 2,7 millones de habitantes. Son unos 226 por cada 100.000 habitantes. Andalucía, por su parte, cuenta con más de 8.600 rastreadores para una población de 8,4 millones: unos 102 por cada 100.000 habitantes.
Muy distinta es la situación de Madrid y Cataluña, que tienen respectivamente 2,7 y 3,2 rastreadores por cada 100.000 habitantes. Para situar estas cifras en un contexto operativo, cabe señalar que la Universidad Johns Hopkins recomienda que la cantidad de rastreadores por cada 100.000 habitantes no sea muy inferior a 30.
El caso de Madrid está resultando especialmente controvertido, ya que el Gobierno regional ha decidido recurrir a una empresa privada como proveedora de este servicio. En concreto, la Comunidad de Madrid ha adjudicado 194.000 euros al grupo Quirón, uno de las grandes compañías de sanidad privada en España. A cambio, Madrid dispondrá de 22 rastreadores másdurante tres meses, que se suman a los 400 que ya estaban activos. La cifra total sigue siendo insuficiente: para cumplir con los estándares recomendados a nivel internacional, Madrid debería contar con al menos 1.000 rastreadores.
En cualquier caso, desde una perspectiva nacional, la mera existencia y entrada en acción de la figura del rastreador marca ya un importante avance con respecto a la primera ola de coronavirus, y constituye un elemento del que cabría esperar un efecto de contención que se termine reflejando en las cifras.
"Ya hay transmisión comunitaria en mi área"
Mientras tanto, entre los profesionales sanitarios se alzan voces alarmadas que sugieren que una segunda ola de coronavirus podría estar efectivamente a punto de expandirse y arrasar con todos los esfuerzos hechos hasta ahora por contener el avance de la pandemia.
Uno de esas voces es precisamente la de un neumólogo que, ya en el pasado mes de marzo, una semana antes de que se decretara el estado de alarma en todo el país, alertó de la gravedad de la situación.
En esta ocasión, cuenta que está percibiendo un nuevo y abrupto aumento de casos en el hospital en el que trabaja, con hilo en el que avisa de que ya hay "transmisión comunitaria" en su área.
En la misma línea se pronuncia también otro doctor, que advierte igualmente de la llegada de nuevos pacientes con graves síntomas de covid-19 a su centro médico:
"Seguid de fiestas nocturnas como un verano más y reuniones familiares sin usar mascarilla y sin distanciamiento como si nada pasara", escribe irónicamente el doctor.
Síntomas similares mostró también en otro tuit el doctor Julio Armas Castro, que no dudó en afirmar, respecto a la pandemia, que "se repite la historia de antes":
En definitiva, existen indicadores claros de que el coronavirus está recuperando el terreno que perdió tras los meses de confinamiento. El temor a una segunda ola está muy presente en la sociedad española, mientras las autoridades sanitarias tratan de mantener un equilibrio entre la alarma y la prudencia en sus comunicados.
Existen también algunos recursos, entre los que se encuentra la experiencia previa y algunas herramientas recién habilitadas –rastreo, aumento de la detección precoz, confinamientos selectivos–, que podrían amortiguar el impacto de una eventual segunda oleada del virus. Las próximas semanas determinarán hasta qué punto son necesarios esos recursos, y cuál es en todo caso su grado de efectividad.