Descubren que una criatura marina de hace más de 400 millones de años tenía los ojos como las abejas modernas

El animal en cuestión es un fósil de trilobites que había sido estudiado por los científicos desde el siglo XIX, pero nadie hasta ahora se había percatado de los detalles microscópicos de su ojo.

Un trilobites que vivió hace 429 millones de años tenía los ojos compuestos, lo que significa que veía el mundo prácticamente igual a como lo ven múltiples insectos modernos como las abejas y las libélulas, sugiere un artículo publicado en Scientific American.

El artículo, publicado este jueves, recoge los indicios de una evolución muy temprana del complejo ojo, detectado recientemente por dos paleontólogos de Alemania y Reino Unido.

Básicamente los investigadores reexaminaron un ejemplar fosilizado del trilobites 'Aulacopleura koninckii', hallado en territorio checo a mediados del siglo XIX. El fósil mide solo 1,2 centímetros, como una abeja, y pertenece a una clase del reino animal que desapareció por completo hace 252 millones de años.

El espécimen pasó por las manos de muchos científicos, pero solo ahora se ha observado que el fósil conservaba un ojo con muchos receptores diminutos, cada uno de ellos con sus células sensibles a la luz y una lente para enfocarla. Es poco común que un organismo fosilizado preserve estructuras celulares delicadas, especialmente los ojos, algo que destaca la autora del descubrimiento, la alemana Brigitte Schoenemann.

Ella y su colega británico, Euan Clarkson, han determinado que las estructuras internas de los receptores eran casi las mismas que las que tienen los insectos modernos. La única diferencia era que su concentración era menos densa, lo que probablemente reducía la cantidad de detalles que el animal podía ver. Sin embargo, todos los efectos ópticos corresponden a un ojo compuesto moderno.

"Durante mucho tiempo se pensaba que en el registro fósil solo se podían conservar huesos, dientes y otros objetos duros", comentó la investigadora. "Poder distinguir estructuras celulares, especialmente en los ojos, es muy, muy raro y excepcional".

Quedar enterrado rápidamente en un ambiente pobre en oxígeno pudo contribuir a que el trilobites 'checo' conservara esas estructuras celulares. Su hábitat era el fondo marino en una época en que los primeros insectos todavía no habían aparecido (aunque no tardarían en hacerlo) y, por lo tanto, el estudio de este y otros trilobites ofrece pistas sobre la evolución posterior de los insectos y también de algunos animales marinos modernos, como los camarones.

El artículo científico sobre este descubrimiento fue publicado en la revista Scientific Reports el 13 de agosto.

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