El pasado 16 de junio, la artista y militante anticolonial Daniela Ortiz fue invitada al programa 'Espejo Público', del canal español Antena 3, para comentar los derribos de estatuas de antiguos esclavistas o colonizadores que habían tenido lugar por esas fechas en EE.UU., en la estela de las protestas antirracistas generadas tras la muerte de George Floyd.
"Como vengo haciendo desde hace años, durante mi intervención en el programa explico que no solamente apoyo la retirada de esos monumentos, sino que también estoy de acuerdo con derribarlos, como un acto de reivindicación anticolonial", recuerda Ortiz, evocando lo que sería el detonante de una campaña de acoso y amenazas que acabaría forzándola a abandonar el país.
A las pocas horas, las redes sociales ardían y a la joven artista peruana le llovían insultos, imprecaciones y amenazas de todo tipo. El acoso ha durado varias semanas, y la hostilidad de los mensajes ha permanecido en sus redes sociales incluso después de que anunciara que se marchaba de España.
Los ataques verbales en el entorno digital son algo a lo que tanto Ortiz como sus compañeros de militancia están acostumbrados. "Cuando planteamos ciertas cuestiones antirracistas, como el discurso general es abiertamente racista, pues choca bastante", explica Ortiz.
Pero esta vez, como ella misma señala, la cosa fue un poco más lejos: "Recibí un correo electrónico más específico, hecho desde una cuenta creada para amenazarme, en donde me decían que mi rostro era muy reconocible, y que Barcelona era muy pequeña. Yo soy madre soltera, y ni siquiera tengo coche: me muevo en transporte público, voy al supermercado con mi hijo, lo recojo en la guardería…y ese correo me generó cierto temor", explica la artista.
A esa amenaza directa se suma algo que Ortiz considera "lo más grave" de todo lo que acontece en aquellos días. "Un periodista me alerta de unos hilos en un grupo de Telegram de extrema derecha, en los que se hace un llamamiento a que se me iniciara un proceso de criminalización".
"Básicamente llamaban a que la propia policía me hiciera una denuncia por terrorismo", precisa Ortiz, que señala como elemento más perturbador que los participantes en ese chat compartían información suya privada, "que no es pública, y a la cual es muy difícil acceder sin una vía a través de ciertos mecanismos institucionales".
Eso fue realmente lo que hizo saltar todas sus alarmas. "Mi temor tiene que ver con la enorme cantidad de antecedentes que existen en España sobre procesos de criminalización política por parte de los propios cuerpos de seguridad del Estado", indica la artista, subrayando que ese tipo de acciones contra los elementos disidentes son "una práctica común en España: hay una lista inmensa de ejemplos de criminalización política iniciada por la propia policía en el país", insiste Ortiz.
"Al ver esa situación, todos esos antecedentes, y al valorar también la situación de vulnerabilidad política y legal en la que yo me encuentro como persona migrante en el territorio español, y siendo además madre soltera, entendí que lo más seguro, sobre todo por el bienestar de mi hijo, era salir del país", añade.
Daniela Ortiz forma parte del programa de protección de defensoras de los Derechos Humanos activado por la organización Front Line Defenders, que le ha brindado protección y acompañamiento durante todo el proceso de abandonar Barcelona y regresar a Perú.
La represión por la vía legal, un problema endémico en España
La artista peruana alerta de que la judicialización puede funcionar como "un proceso de represión y tortura psicológica y económica", y que con frecuencia acaba siendo un arma que ciertos poderes utilizan no solo contra los militantes antirracistas o anticolonialistas, sino también "en diferentes ámbitos de la lucha feminista o anticapitalista".
"Si yo, una persona castellanoparlante, con estudios universitarios, y por lo tanto con una situación privilegiada dentro de la comunidad migrante, me he visto en esta situación, imagínate lo que supondría alzar la voz en contra de este tipo de violencia para mis compañeros de origen senegalés, o para las compañeras de origen filipino, que van a trabajar como empleadas domésticas; o para los compañeros vendedores ambulantes", explica.
En ese sentido, esta militante antirracista denuncia el alto nivel de impunidad que existe respecto a las amenazas y las intimidaciones, que como ella misma explica no solo se dan en el ámbito público de las redes sociales, sino también en lo cotidiano: "¿Cuántas empleadas domésticas se ven coartadas por sus jefes y no pueden reclamar por su situación laboral de explotación debido a su estatus migratorio? ¿Y a cuántas compañeras se les amenaza con no hacerles un contrato laboral para que no puedan sacar sus papeles o traer a sus hijos con ellas?", plantea a modo de ejemplo.
"Los migrantes sabemos cuáles son las consecuencias de que se nos confronte con el sistema legal; sabemos que no tenemos los mismos derechos que los españoles", concluye en este sentido.
Una profunda ideologización de la ciudadanía española
Si algo ha puesto de manifiesto lo ocurrido con Daniela Ortiz en España, a través de la campaña de acoso a la que fue sometida y sobre todo en el tipo de ataques verbales que recibió, es el innegable componente racista que marca la relación de una parte de la sociedad española con los migrantes.
"Si bien el peor racismo es el ejercido por la maquinaria institucional, a través de la Ley de Extranjería y todos estos mecanismos de persecución, detención, expulsión y muerte de personas, es imposible tener 50.000 muertos y desaparecidos en las zonas de frontera sin una ciudadanía que apoya este tipo de políticas", razona la artista. "Y yo no creo que haya un problema de ignorancia –añade Ortiz–: yo creo que hay una profunda ideologización racista y colonial en una gran parte de la ciudadanía española".
Desde su perspectiva, los elementos que han forjado esa ideología profunda son aún bien visibles en la superficie misma de la sociedad española: "Están los monumentos coloniales, está la celebración del 12 de octubre, están los libros de texto de los institutos públicos explicando que la colonización no fue un acto violento sino un encuentro entre dos mundos, y hay todo un mecanismo mediático de criminalización de los inmigrantes".
"Todos los dispositivos culturales, pedagógicos, políticos y mediáticos –continúa Ortiz– refuerzan una ideología que normaliza, entre otras cosas, esos 50.000 muertos y desaparecidos, o que los trabajadores migrantes se mueran, literalmente, en los campos de cultivo mientras están trabajando".
La artista también lamenta que incluso una parte de la izquierda política europea, a la que se refiere como "la izquierda blanca", tenga "incorporada esa lógica racista y colonial", ya que esta "no ha sido instalada de un día para otro, sino a través de 500 años de construcción y de refuerzo de esa ideología".
Ortiz no duda de que ese contexto ideológico es el sustrato que hace posible situaciones de acoso como la que acaba de vivir. "A mí me han llegado a decir públicamente, a la vista de todos, cosas como 'te vamos a empalar' o 'tienes suerte de haber salido con vida'.
"Si el ciudadano de a pie no tiene miedo de decir eso en una plataforma pública –y las plataformas virtuales no son ficción, son también la vida real– es porque ha habido una especie de estrategia de normalización de esta violencia ciudadana a través de las redes sociales, que están tomadas por una lógica de la extrema derecha que cuenta con una absoluta impunidad".
La Ley como herramienta al servicio del colonialismo
Tal como los militantes anticolonialistas se han visto obligados a señalar en diversos momentos, y como Daniela Ortiz reafirma en esta entrevista, "la Ley nunca ha significado justicia para los pueblos del sur".
"En concreto, para la población inmigrante –continúa, en este sentido–, la Ley ha sido el mecanismo utilizado para ilegalizar, perseguir, detener, deportar, expulsar y matar".
"Es más: la Ley es la herramienta por excelencia utilizada por la supremacía blanca para legitimar el ejercicio de la violencia", asegura la artista peruana, precisando que "todos los procesos coloniales desde 1492 han sido resguardados legalmente por unos mecanismos burocráticos y políticos creados por los hombres blancos para su propio beneficio".
Ortiz pone como ejemplo el marco legislativo español de las últimas décadas. "En España, no es que no existiera racismo antes de 1985, pero ese es un momento de reformulación del racismo: es el año en el que el PSOE crea la Ley de Extranjería, con la que aparece la figura del inmigrante ilegal".
"Fijémonos en este término: 'ilegal' –insiste Ortiz–: pretende legitimar toda violencia que ha venido después". La artista señala que "antes de 1985 no había muertes en las fronteras marítimas españolas; se articulaba el racismo de otra manera y la violencia de otra manera, pero la gente no moría en las fronteras". Ortiz precisa que "es en noviembre de 1987, dos años después de la imposición de esa ley, cuando ocurren las primeras muertes".
"Si cualquier organismo político o gobierno, o cualquier ciudadano, quiere realmente que paren esas muertes en zonas de fronteras –indica–, la única solución es la abolición de la Ley de Extranjería, que es la que las ha generado".
Nuevas formas de colonialismo
La artista latinoamericana señala también una idea central en el discurso anticolonialista contemporáneo: "El colonialismo nunca terminó con las independencias, sino que se reformuló".
"En el caso de Abya Ayala [nombre con el que Ortiz se refiere a América, utilizado en varias de las actuales naciones indígenas] el colonialismo se reformuló en la instauración de Estados-nación que reproducen la organización social y política europea, de la mano de criollos que mantuvieron esas lógicas de poder".
Ortiz denuncia asimismo que hay una reproducción y un sostenimiento del orden colonial también dentro del territorio europeo: "Todo el sistema de control migratorio y todos los mecanismos de racismo institucional son la forma que Europa ha encontrado para tener y explotar mano de obra migrante en el interior de sus fronteras, reproduciendo todos los mecanismos de explotación, de persecución y de violencia que se ejercen en el sur". "Es por eso que los campos de cultivo españoles no solamente parecen los de la norteamérica esclavista, sino que reproducen efectivamente las condiciones de explotación que se dan en el sur global", explica.
El arte de Daniela Ortiz: denuncia, resistencia y canalización de la violencia sufrida
La obra artística de Daniela Ortiz es incómoda, revulsiva, y en ocasiones estridente a la sensibilidad. Cada propuesta suya constituye un atentado contra la indulgencia burguesa que hace posible la violencia estructural que su arte denuncia.
Un buen ejemplo es su obra 'Réplica', un video que documenta su acción callejera el 12 de octubre de 2014, cuando acudió a la celebración de la llamada Fiesta Nacional de España en Barcelona, y se arrodilló ante muchos de los asistentes, tomando ante ellos la misma postura que la persona indígena que aparece junto al religioso y diplomático español Bernardo Boyl en la base del monumento a Cristobal Colón en la capital catalana.
Tanto en el propio documento audivisual como en los comentarios que el video ha recibido en Youtube se aprecia el potencial polémico y perturbador de su propuesta.
Otra digna muestra de su descarnado discurso artístico es la obra FDTD (iniciales de 'Forcible Drugging to Deport', "sedación forzada para deportar") que denuncia que desde el año 2003 y de manera legal, la Agencia de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU emplea la sedación forzada en algunas de sus operaciones de deportación, utilizando para ello ansiolíticos, amnésicos, sedantes y relajantes musculares, siempre a criterio de los oficiales de la agencia, y sin que los migrantes presenten ningún diagnóstico médico que lo justifique.
En el video, la artista aparece leyendo un texto de denuncia sobre este hecho en particular, y en un momento dado una persona le administra realmente, por vía intravenosa, uno de los medicamentos a los que se refiere. En pocos segundos la substancia hace efecto y ello se percibe perfectamente en el estado de la artista, que empieza a tener crecientes dificultades para continuar leyendo y queda visiblemente aturdida y somnolienta.
"Yo siempre he visto el arte como una herramienta que me permite utilizar estrategias de resistencia creativa: las imágenes, los videos, las fotografías y las narrativas que puedo construir a través del trabajo artístico siempre me han servido como un recurso de resistencia", explica Ortiz.
"Más a nivel personal, el arte ha sido lo que me ha salvado el espíritu", continúa. "Cuando he estado en una situación de explotación laboral, o cuando estaba embarazada y me quedé sin papeles… el arte también ha sido un espacio que a nivel individual me ha permitido canalizar mucha de la violencia que he vivido", expresa la autora peruana.
Parte de su obra se halla en los centros neurálgicos del arte contemporáneo de España, tanto en el Museo Reina Sofía de Madrid como en el MACBA de Barcelona, y sobre ella se han pronunciado algunos de los críticos más autorizados del país. El propio Borja Villel, director del Reina Sofía, definió el conjunto de su trabajo como "una crítica institucional que consiste en revelar lo que la sociedad oculta", mientras su homónimo en el MACBA, Ferran Barenbilt, subraya que su discurso creativo "va a la raíz de la pervivencia del colonialismo", para poner de manifiesto que "nuestro presente está totalmente vinculado al colonialismo que ella denuncia".
"Yo, como artista –declara Ortiz– tengo una plataforma de comunicación muy privilegiada desde la cual tengo una responsabilidad política, y para mi es muy importante utilizar mi trabajo como mecanismo de denuncia, como espacio de denuncia".
"También dejé España para poder continuar mi trabajo –aclara la artista–, mi trabajo político de denuncia: salir del país era lo que me generaba la situación de protección para seguir activa a nivel político, tal como voy a hacer".