Para los amantes de la naturaleza ver una orca en el océano es motivo de felicidad. Por eso, el pasado 29 de julio, cuando la bióloga Victoria Morris se percató de que nueve orcas daban vueltas alrededor de su barco cerca de las costas del estrecho de Gibraltar, entre Marruecos y España, se sintió emocionada. Sin embargo, todo cambió cuando los cetáceos empezaron a atacar su barco, haciéndolo girar 180° y rompiendo su timón automático. Al mando le faltaba su tercio inferior y abundaban las marcas de dientes en el casco del bote, narra la científica en un artículo del diario The Guardian.
"El ruido era realmente terrible. [Las orcas] embestían la quilla, había un eco horrible. Pensé que podrían volcar el bote, y el ruido ensordecedor mientras se comunicaban silbando entre sí era tan fuerte que teníamos que gritar", contó Morris, subrayando que fueron socorridos una hora y media después, cuando las orcas ya se habían ido.
De acuerdo con el medio británico, este comportamiento agresivo es impropio de esta especie y viene inquietando a los científicos. Al respecto, Rocío Espada, bióloga marina de la Universidad de Sevilla, señala que es una "locura" pensar que estos cetáceos opten por romper timones y llevar a cabo tan impetuosas acciones. "Vi a estas orcas crecer desde su infancia, conozco las historias de sus vidas, nunca vi ni oí hablar de ataques", añade Espada, quien ha observado su población en el estrecho de Gibraltar por años.
No obstante, el caso de Victoria Morris no ha sido el único. Seis días antes, en el mismo lugar, un español también sufrió una embestida de cuatro orcas que sacudieron su yate durante casi una hora y dañaron el timón. Otras dos personas también tuvieron un encuentro similar mientras navegaban: los cetáceos dieron vueltas alrededor de su lancha durante 20 minutos y luego se fueron, dejando a la pareja asustada.
¿A qué se debe?
Es poco probable que dicha conducta indique que estos mamíferos quieran atacar a los humanos, sino que, según suponen los expertos, se debe al estrés que pueden estar sufriendo las orcas debido a la contaminación, la falta de alimento y el alto nivel de ruido.
Ken Balcomb, del Centro de Investigación de Ballenas, con sede en Washington (EE.UU.), cree que esta agresividad hacia los humanos podría estar relacionada con la pesca e impulsada por las acciones de los pescadores, que además hieren a estos animales con sedal cuando intentan alimentarse de atunes. "Las vi [a las orcas] mirar a barcos que transportan pescado. Creo que saben que los humanos están relacionados de alguna manera con la escasez de alimentos", dice Balcomb.
Las orcas de Gibraltar se encuentran en peligro de extinción y se calcula que en la zona quedan unos 50 ejemplares. Su principal fuente de comida es el atún, cuya cantidad se reduce cada vez más por las prácticas humanas. Además, el estrecho de Gibraltar es considerado por los investigadores como uno de los peores lugares para los habitantes del océano, ya que es una importante ruta marina, muy contaminada y con mucho tráfico de embarcaciones.
A pesar de todo, las orcas llevan años viviendo en tales condiciones y raras veces atacan a las personas. Los especialistas en la materia creen que la cuarentena por el nuevo coronavirus podría haber influido en los recientes incidentes. La ausencia, durante dos meses, de pesca, observaciones de ballenas, veleros y transbordadores marítimos redujo el nivel de ruido hasta producir calma y tranquilidad en estos animales. Pero el reinicio de todas esas actividades, y con ello del ruido, les ha provocado enojo y agresividad.
La actividad humana está afectando mucho el comportamiento de las orcas y lo mínimo que se puede hacer para la salud de las ballenas es reducir el nivel de ruido cerca de Barbate, concluye Pauline Gauffier, que investigó su conducta.
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