La ministra de Defensa de Australia, Linda Reynolds, afirmó sentirse "físicamente enferma" después de leer el informe militar sobre los crímenes de guerra cometidos por efectivos de las fuerzas especiales de su país en Afganistán.
La funcionaria reveló que ha discutido con el jefe de Ejército el desmantelamiento del segundo escuadrón del Regimiento de Servicio Aéreo Especial, donde se descubrió un culto al 'héroe guerrero' que fomentó ese tipo de conductas criminales. Al mismo tiempo, la ministra pidió a sus conciudadanos no juzgar a la totalidad de sus Fuerzas Armadas por los desmanes de esta unidad.
"Estaba como cualquier australiano que lo hubiera visto, completamente conmocionada y mortificada. Recibí el informe hace dos semanas y me puso físicamente enferma", afirmó durante una conferencia empresarial en Perth.
Reynolds condenó los "absolutamente claros asesinatos y crímenes de guerra", sumándose al conjunto de voces de políticos y militares que se mostraron escandalizados por las revelaciones del informe.
El primer ministro del país, Scott Morrison, llamó este miércoles al presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, para expresarle su "más profundo pesar" por lo ocurrido. Por su parte, el jefe de las Fuerzas de Defensa australianas, el general Angus Campbell, ofreció este jueves una rueda de prensa para pedir disculpas al pueblo afgano en nombre de los militares de su país y describió la conducta de las fuerzas especiales como "posiblemente el episodio más vergonzoso en la historia militar de Australia".
En el reporte especial de 465 páginas presentado este jueves, Paul Brereton, inspector general de las Fuerzas de Defensa australianas, concluyó que los integrantes del Grupo de Trabajo de Operaciones Especiales de Australia, que operó en Afganistán entre 2005 y 2016, ejecutaron ilegalmente a 39 personas.
Ninguno de estos homicidios, en su mayoría de prisioneros, tuvo lugar durante los combates, por lo que podrían constituir un crimen de guerra. Además, se descubrió que en varias ocasiones algunos superiores de rango exigieron a soldados jóvenes que dispararan a un prisionero para lograr "su primera muerte", una práctica de iniciación conocida como "sangrado". En total, se identificaron a 25 perpetradores y cómplices, algunos de los cuales están todavía en servicio.
También se encontraron pruebas de que las tropas australianas llevaban armas, radios y granadas no registradas para colocarlas junto a los cadáveres de civiles para justificar que eran un "objetivo legítimo" de sus operaciones.