En tiempos de pandemia los museos de todo el mundo se han topado con los mismos obstáculos: cierres o reducción drástica de los visitantes. Aunque la menor afluencia de público no afecta a las colecciones en sí, en el museo Hermitage de San Petersburgo, sí que hay una parte de la 'exposición' —o más bien de 'la plantilla'— que se ha visto afectada. Nos referimos a los 70 gatos que mantienen a raya los ratones en el museo y que se han quedado sin una importante fuente de 'ingresos' que adquieren forma de comida y cuidados.
Pero no todo son malas noticias para los felinos, pues estos guardianes del patrimonio cultural han sido agraciados con 3.000 euros, suma que les ha legado un ciudadano francés fallecido esta primavera.
El director general del museo, Mijaíl Piotrovski, reveló la existencia de la curiosa herencia el pasado 1 de diciembre, cuando respondía a una pregunta sobre el estado de los gatos en el marco de una reunión anual en línea con los visitantes de la colección. "No dejamos de cuidar a los gatos, a los que también cuidan nuestros visitantes y usuarios de Internet", aseguró Piotrovski, que reveló que los felinos incluso tienen sus propios benefactores, como lo demostraba la "pequeña suma" que le había legado un francés. "Ahora estamos en correspondencia con los abogados", cita sus palabras el medio local Fontanka.ru.
El benefactor es Christophe Batar, que falleció en primavera de este año por causas no reveladas y repartió su fortuna principalmente entre sus familiares y una organización francesa que protege el medioambiente, dejando una tercera parte, más pequeña que las otras dos, a los gatos del Hermitage.
María Jaltunen, secretaria del director del museo y la portavoz de los gatos del Hermitage —sí, tienen una secretaria de prensa personal—, detalló al diario Komsomólskaya Pravda que se trata de 3.000 euros (unos 3.630 dólares), aunque el 60 % de la suma se quedará en Francia en cumplimiento con el derecho fiscal internacional, mientras que el resto será depositado en la cuenta bancaria personal de los felinos.
Asimismo, señaló que el museo recibió en verano una carta que les informaba del peculiar testamento. Aunque Jaltunen admite que no saben cómo van a gastar este dinero, asegura que, con toda probabilidad, lo guardarán intacto para el tratamiento de los gatos en el caso de que alguno de ellos llegue a necesitar asistencia médica.
Los empleados del museo no han logrado saber qué fue lo que motivó este gesto de generosidad y tampoco saben si el hombre visitó San Petersburgo alguna vez durante su vida. No obstante, aclaran que si el benefactor de los gatos tiene descendientes, y ellos se ponen en contacto con el museo, siempre serán bienvenidos en el Hermitage, donde les espera un encuentro personal con los felinos.
Los gatos viven en el sótano del museo según marca una tradición que se remonta al siglo XVIII. Los primeros felinos fueron llevados en 1714 al Palacio de Invierno, donde se ubica el famoso museo, desde la ciudad de Kazán, por orden de la emperatriz Isabel I con el objetivo de mantener las dependencias reales libres de ratas y ratones. Desde entonces, los gatos son parte indispensable del lugar.