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Del Holocausto a fetos de plástico y ciencia falsa: cómo se distorsionó el debate por legalización del aborto en el Senado argentino

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El gobierno batalla para conseguir los votos necesarios para la aprobación del proyecto enviado por el presidente Alberto Fernández.
Del Holocausto a fetos de plástico y ciencia falsa: cómo se distorsionó el debate por legalización del aborto en el Senado argentino

Los opositores a la legalización del aborto en Argentina endurecieron sus posiciones durante las tres audiencias informativas que culminaron este jueves en el Senado, y en las que participaran 56 expositores a favor y en contra de un proyecto que ya fue aprobado en la Cámara de Diputados y que permite la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14 de gestación y a partir de los 16 años, sin más causal que el deseo de la mujer o persona gestante.

El retroceso del tono y los argumentos, en comparación con lo ocurrido en la Cámara de Diputados, fue evidente con las y los oradores conservadores, que compararon al aborto con genocidios o el Holocausto, a mujeres con gallinas, que aseguraron que los fetos lloran, que el cerebro de la mujer "está preparado para amar" a su hijo, aunque este sea producto de una violación, que confundieron aborto con parto prematuro, y que incluso mostraron fetos de plástico para probar que son seres humanos independientes.

En su mayoría, los expositores que rechazaron la legalización ocultaron su pertenencia a organizaciones religiosas y se presentaron como abogados, médicos, ginecólogos, especialistas en bioética, fertilización asistida o profesores. Varios también son recordados por haber impugnado el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la educación sexual integral.

Las sesiones informativas, que fueron virtuales debido a la pandemia, se realizaron martes, miércoles y jueves ante las y los senadores de las comisiones de Banca de la Mujer, Salud y Justicia y Asuntos Penales, quienes ya  emitieron un dictamen que será sometido a votación del pleno el próximo 29 de diciembre.

Aunque el proyecto es impulsado por el gobierno, cada día se complica más la búsqueda de los votos suficientes para aprobarlo, ya que en la bancada oficialista hay senadores ultraconservadores que se niegan a reconocer el derecho de las mujeres a interrumpir voluntariamente sus embarazos.

Así lo demostró el senador José Mayans, quien durante estas tres jornadas defendió a quienes argumentaban en contra de la legalización y reclamó en varias ocasiones, a los gritos, a la senadora Norma Durango, quien conducía el debate, por su supuesto favoritismo hacia los oradores que apoyaron la iniciativa. De manera recurrente se quejó del tratamiento "exprés" y en todo momento pareció más un legislador opositor que oficialista, a pesar de que es el líder de la bancada del gobernante Frente de Todos.

Nada seguro

Mayans es el caso más claro de las dificultades que enfrenta el gobierno para lograr que la legalización, que ya aprobó la Cámara de Diputados, sea ratificada en el Senado, en donde hasta ahora hay pura incertidumbre. De los 72 legisladores que hay en este órgano, se prevé que 34 votarán en contra, 31 a favor, uno está de licencia, otro se abstendrá y aún restan cinco votos indecisos. En caso de empate, le tocará desempatar a Cristina Fernández de Kirchner, quien, por ser la vicepresidenta, encabeza el Senado.

El escenario es tan cerrado que por ahora nada se puede dar por seguro, ya que en los últimos días arreciaron las versiones de que el expresidente Mauricio Macri también está presionando a senadores de su partido para evitar que voten a favor, ya que la legalización del aborto se interpretará como un éxito político de Alberto Fernández.

Mientras las especulaciones y el lobby político continúan en las sombras, las audiencias de esta semana volvieron a demostrar que las posiciones en torno al derecho al aborto son irreconciliables y que no importan las estadísticas, las evidencias científicas ni las historias de las mujeres que han sido víctimas de la clandestinidad, ya que para un sector de la población pesarán más sus creencias religiosas.

En la búsqueda de justificaciones, el abogado Alberto Bianchi preguntó cuántas mujeres quieren abortar porque no tienen un hombre "suficientemente valiente" a su lado. "Esos varones están de fiesta en este momento con esta ley", dijo.

Más controvertida fue la participación de Edgardo Young, un especialista en fertilidad que evidenció que ni siquiera había leído el proyecto. "Nadie me ha explicado por qué a la interrupción del embarazo se le pone como fecha mil días", se quejó en plena confusión, como si los embarazos no duraran nueve meses sino tres años.

En realidad, Young confundió dos proyectos: el de la legalización del aborto hasta la semana 14, y el Plan de los 1.000 días, que también propuso el gobierno para asistir a las mujeres que sí quieren ser madres, desde que gestan hasta los primeros dos años de vida de su hijo o hija.

Violencia verbal

La abogada Débora Rainieri respaldó las teorías conspiracionistas al advertir que esta ley es promovida por "los organismos internacionales", y lamentó que será beneficiosa para las clínicas clandestinas que ya realizan abortos y para "los hombres cobardones" que no acompañan a las mujeres en sus embarazos.

El feto de plástico, que hasta ahora había estado ausente gracias al compromiso de las y los legisladores de ambas Cámaras de llevar a cabo un debate respetuoso y con altura, llegó en manos de Angélica Sarmiento, activista de la Fundación Derecho a Nacer, que se presentó como especialista en bioética.

"Acá tenemos un fetito, se le ven las huellas digitales a las 12 semanas", aseguró mostrando el juguete a cámara y después de detallar prácticas abortivas que ya no se realizan.

"Así como de un embrión de vaca nace un ternero y no un chancho, un embrión del que nace un hombre es un ser humano. De un embrión de pollo no puede nacer un ser humano, aunque meta un huevo de gallina en un útero humano. Si al nacer es humano, es obvio que antes de nacer era humano", explicó, comparando a animales con personas.

En el mismo sentido, la médica María Urraza advirtió: "cuando voy a la verdulería, no pido un óvulo de gallina, pido un huevo". Su discurso fue uno de los más violentos, ya que aseguró que los fetos de 24 semanas lloran, que quienes los abortan los desmembran y, si nacen vivos, los dejan en bolsas de basura, que las mujeres "exterminan" a sus hijos y que es "la solución" del gobierno para evitar la entrega de programas sociales.

"Quieren la eugenesia para no nazca un chico down, eso habilita a elegir un hijo a la medida", acusó al rechazar el aborto incluso en casos en que el embarazo sea producto de violaciones, incluidas a menores de edad.

La ginecóloga María Cecilia Ávila romantizó los embarazos y los consideró como "un momento mágico" y "una aventura", pero enseguida cambió el tono para acusar: "El proyecto busca normalizar el asesinato de un bebé y transformar a los ginecólogos en partícipes necesarios, en sicarios. Es un proyecto genocida. No nos obliguen a asesinar a los bebés por nacer".

Rodolfo Barra, un exministro de la Corte Suprema, matizó la denuncia: "Técnicamente no es un genocidio, pero sí es una acción de mortandad serial", en tanto que la abogada Carolina Pavia afirmó que todas las mujeres que abortan en algún momento piensan en suicidarse porque su cerebro "registra la impronta de la muerte".

Nazis y "neurociencia"

La médica genetista Graciela Moya generó uno de las principales polémicas de estas jornadas, ya que de manera insistente comparó el aborto legal con el Holocausto y otros genocidios de la historia de la humanidad.

"Lo hemos vivido en la conquista de América y el exterminio de las poblaciones originarias, el secuestro y esclavitud de las personas africanas, y en los programas de exterminio de las personas con discapacidad de la Alemania nazi", señaló, ante lo cual la senadora Beatriz Mirkin advirtió que no le permitiría tal liviandad porque la comparación era, además de improcedente, dolorosa.

Sin embargo, Moya insistió en que se refería al programa que los nazis usaron para eliminar de forma deliberada a las personas con discapacidad. "No es que yo lo apoye, es solo algo que pasó, está en la historia", aclaró.

Pero quien desató una mayor polémica fue el pastor evangélico Gabriel Flores Ciani, quien aseguró que se referiría al aborto desde la neurociencia y se dedicó a manipular conceptos científicos con su religión para justificar el rechazo a la legalización.

"Cuando la mamá huele la cabecita del reciénnacido, a través de las feromonas va a producir la liberación de oxitocinas que preparan a la mamá para amar al recién nacido. Hay un entrelazamiento entre la madre y el embrión, la persona gestante recordará el resto de su vida que estuvo embarazada. Más allá de que sea un embarazo no deseado, el cerebro de la mamá está preparado para amar, se producen mecanismos subatómicos biológicos que se desatan en la psiquis de la madre", afirmó.

El pastor insistió en que las mujeres están destinadas para la maternidad porque "cuando el cigoto se forma envía señales al cerebro produciéndose un entrelazamiento entre la madre y el embrión, más allá de cómo se haya producido el embarazo, los genes transmiten información psicoemocional de cuatro generaciones atrás".

Por eso, advirtió, las menores de edad que quedaron embarazadas, así haya sido por una violación, deben parir porque no están capacitadas para decidir un aborto. "No hay cerebro en la púber, en la adolescente. No hay capacidad de elaboración a esa altura de la vida para tomar esa decisión. El cerebro está cableado para creer en Dios. Desde los orígenes de la evolución el hombre ha sido un ser espiritual y esto en la mama surge desde que registra que en su vientre hay un ser viviente y esto no es religión. No se puede matar a Dios", dijo.

Arrepentida

Cecilia Ousset, una médica que se identificó como católica y objetora de conciencia, sorprendió al disculparse por la violencia que ejerció años atrás para impedir el derecho al aborto en Tucumán, una provincia ubicada en el norte del país, posición que cambió entre más tiempo pasó con las mujeres criminalizadas, maltratadas y estigmatizadas por haber interrumpido sus embarazos.

"Ya sé que no tengo perdón, por eso estoy hoy con ustedes, vengo a traer la voz de las víctimas sobre las que ejercí abuso de poder, a las que expuse ante la policía y juzgué e interrogué. ¿Por qué los médicos nos creemos con derechos sobre los cuerpos de las mujeres vulnerables? Yo ejercí violencia obstétrica y abuso de poder sobre mujeres y no tengo redención, pero puedo traer mi voz para que esto no siga pasando", dijo entre lágrimas.

Ousset está denunciada por haber realizado la interrupción legal del embarazo a Lucía, una niña de 11 años que había sido violada por su abuelastro, y quien mandó un mensaje que fue leído por la médica y que demuestra la persecución a la que sigue sometida.

"A mí a veces me dicen que tuve una hija que está viva y que la tiene el médico que me visitaba todos los días. Otros, me dicen asesina porque dicen que mi provincia es Pro Vida. Deciles (a los senadores), que cuando ellos dicen que el aborto no es legal, los médicos se confunden y creen que ningún aborto es legal y se enojan con nosotras, aunque seamos menores. Deciles que tienen que obligar a los médicos a ayudarnos sin que tarden un solo día. Bah, qué día, ni un solo segundo", explicó la niña que fue presionada hasta último momento para impedirle abortar después de haber sido violada, derecho que está reconocido en el Código Penal de Argentina desde 1921.

Cecilia González

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