El pasado fin de semana, las montañas nevadas de los Pirineos y los Alpes quedaron teñidas de ocre por una capa de polvo procedente del Sahara, la cual se extendió por gran parte del sur y el centro de Europa. Este fenómeno natural, conocido como calima, también provocó que el cielo adquiriera una inusual tonalidad entre rojo intenso y naranja.
Estas nubes de polvo desértico, originadas por tormentas de arena en el noreste de Argelia, alcanzaron una altura máxima de 5 kilómetros sobre la superficie, informa el Servicio de Monitoreo Atmosférico Copernicus.
Se estima que entre el 4 y el 8 de febrero la calima depositó varios microgramos de polvo por metro cuadrado en gran parte de Europa, cantidad que excede exponencialmente la deposición media anual registrada en el sur del continente.
A pesar de que este fenómeno ofrece unos bellos e inusuales paisajes, también puede tener efectos adversos para la salud y las actividades humanas. En este sentido, las partículas de polvo del desierto pueden causar, o agravar, problemas respiratorios; además, existe la posibilidad de que afecte gravemente al transporte aéreo y terrestre, así como de que reduzca el rendimiento de los paneles solares.
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