En las calles de Barcelona (España) se reanudaron las violentas protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél condenado por los delitos de enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona y a las instituciones del Estado, debido al contenido de varios tuits y canciones de su autoría.
En una marcha que comenzó en la Plaza de la Universidad, unas 4.000 personas –según estimaciones de la Guardia Urbana–, recorrieron el centro de la ciudad, precedida por una pancarta en la que se leía "Hasta que caigan. Nada que perder. Todo para ganar", y coreando lemas como "libertad Pablo Hasél", "Barcelona anticapitalista" o "libertad de expresión".
La movilización transcurrió con tranquilidad hasta que, en la avenida de La Rambla, algunos manifestantes comenzaron a golpear con martillos y herramientas varios cajeros automáticos y cristaleras de entidades bancarias, prendiendo fuego a algunos de estos establecimientos.
También incendiaron un vehículo policial y arrojaron objetos a los agentes en diversos enfrentamientos por la zona.
Las imágenes publicadas el sábado en Twitter mostraron incluso a personas rociando el furgón policial con líquido inflamable para avivar las llamas.
Otras imágenes mostraron a la Policía arrestando en la calle a una manifestante que grita pidiendo ayuda.
Los Mossos d'Esquadra publicaron en Twitter que 13 personas fueron detenidas el sábado: "Tres por robo con fuerza en un quiosco y 10 en relación con actos vandálicos y desórdenes públicos".
La violencia del sábado siguió a dos noches relativamente tranquilas en Barcelona tras más de una semana de protestas consecutivas, después de que Hasél fuese arrestado el 16 de febrero y obligado a ingresar en un centro penitenciario para cumplir su condena a nueve meses y un día de cárcel.
Varias de las movilizaciones anteriores derivaron igualmente en disturbios y altercados con la Policía, cuya actuación también ha sido cuestionada después de la difusión en redes de múltiples escenas que dan cuenta de la fuerte represión practicada por los efectivos antidisturbios.
En una de las primeras protestas, una joven manifestante recibió en la cara el impacto de una pelota de foam, presumiblemente disparada por policías, por lo que acabó perdiendo el ojo.
Trascendencia social y política
En la noche de este sábado, el presidente español Pedro Sánchez condenó en su perfil de Twitter los disturbios y calificó de "inaceptables" los "actos de vandalismo y violencia" registrados en Barcelona.
"Todo nuestro apoyo a la Guardia Urbana, Mossos y agentes de Policía", agregó en el mismo tuit.
Por su parte, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha condenado "rotundamente los hechos violentos de Barcelona después de una manifestación pacífica" y también ha expresado su apoyo a las fuerzas de seguridad, así como "a los vecinos y comerciantes afectados por los altercados".
Al mismo tiempo, el vicepresidente en funciones del Ejecutivo regional, Pere Aragonès, declaró que "el saqueo o destrozo de comercios, la quema de mobiliario o el ataque a trabajadores públicos no son ni libertad de expresión ni de manifestación".
La condena a Pablo Hasél, y en particular su ingreso en prisión, ha causado un terremoto social y político en España, que ha azuzado la división entre los diferentes sectores ideológicos del país y ha reabierto el debate en asuntos como los límites de la libertad de expresión, el uso de la fuerza represiva por parte de las autoridades de un Estado de derecho o los estándares de calidad democrática en España.
En otras ciudades como Madrid, Valencia o Gerona también se han registrado fuertes protestas contra el encarcelamiento de Pablo Hasel. En total, la policía ha llevado a cabo más de 150 detenciones.