Las misteriosas señales provenientes del espacio, conocidas como ráfagas rápidas de radio (FRB, por sus siglas en inglés), son más profundas de lo se creía desde su descubrimiento hace más de una década, según un nuevo estudio publicado en la revista Astrophysical Journal Letters.
Por años, los científicos se han preguntado qué podría estar generando este tipo de ondas fuera de nuestra galaxia, y al parecer, ahora están más cerca de descubrirlo. Un equipo dirigido por investigadores de la Universidad McGill (Canadá) ha establecido que las FRB incluyen ondas de radio a frecuencias más bajas que las registradas hasta la fecha.
"Detectamos ráfagas rápidas de radio de hasta 110 MHz donde antes se sabía que estas ráfagas solo existían hasta 300 MHz", señaló Ziggy Pleunis, autor principal de la investigación. "Esto nos dice que la región que rodea la fuente de los estallidos debe ser transparente a la emisión de baja frecuencia, mientras que algunas teorías sugerían que toda la emisión de baja frecuencia sería absorbida de inmediato y nunca podría ser detectada", explicó.
El análisis se centró en una fuente llamada FRB 20180916B, registradas por primera vez en 2018. Esta ha captado la atención de la comunidad científica debido a su relativa proximidad a la Tierra y a la emisión de sus señales a intervalos regulares, lo que facilita su estudio.
Al combinar las capacidades de los radiotelescopios CHIME (Canadá) y LOFAR (Países Bajos), el equipo logró distinguir las frecuencias FRB notablemente bajas. "Estas observaciones proporcionan una restricción de orden de magnitud más fuerte sobre la profundidad óptica debido a la absorción exenta en el entorno local de la fuente", indicaron los autores.
Además, la investigación reveló un retraso constante de alrededor de tres días entre las frecuencias más altas que capta CHIME y las más bajas que llegan a LOFAR. "Este retraso sistemático descarta explicaciones para la actividad periódica que no permiten la dependencia de la frecuencia y, por lo tanto, nos acerca más a comprender el origen de estos misteriosos estallidos", concluyó el coautor Daniele Michilli.