En Perú se pronostican semanas complicadas, pero interesantes. El abogado y analista político Luis Hallazi hace la advertencia por varias razones: la sorpresiva llegada al balotaje de un candidato 'outsider' y de izquierda como Pedro Castillo, la excesiva fragmentación del voto en la primera vuelta y el alto porcentaje de indecisos que deben elegir entre dos opciones diametralmente opuestas.
"Va a ser una batalla de un mes y medio muy dura. Y también atractiva porque abre un debate entre los candidatos y entre la gente, sobre si persiste el modelo actual o si hay un respiro para reconstituir el tejido social, que está en un estado crítico desde el punto de vista institucional", comenta Hallazi.
La más reciente encuesta de Datum confirma parte de este escenario. Aunque Castillo cuenta con 41 % de la intención de voto frente al 26 % que respaldaría a Fujimori, 18 % aún no se decide entre las dos opciones y otro 15 % ya ha dicho que votará nulo.
Según esos datos, ambos candidatos tendrán el reto de conquistar a ese 33 % que puede inclinar la balanza de manera decisiva. El problema de fondo, dice Hallazi, es que a diferencia de otros procesos comiciales, en la primera vuelta ninguna de las dos opciones logró en suma más de 40 % del apoyo electoral: "Siendo objetivos, es un camino muy difícil".
El 'limacentrismo' vs. las regiones
Un aspecto que también se debate ampliamente es cómo enfocarán las campañas ambos candidatos. De momento, el objetivo de Fujimori es ir a la búsqueda del voto en las regiones (donde Castillo tiene ventaja), mientras el aspirante de izquierda apuntará a consolidar su base electoral y, eventualmente, acercar posiciones al progresismo de Verónika Mendoza.
El obstáculo que tenía Fujimori para emprender su gesta en el interior del país fue levantado el miércoles de la semana pasada, cuando el Poder Judicial la autorizó "excepcionalmente" para salir de Lima. La candidata no podía dejar la capital peruana debido al proceso judicial que tiene abierto, ya que se le acusa de varios delitos por haber recibido tres millones de dólares, por parte de la compañía constructora Odebrecht, para sus campañas electorales de 2011 y 2016.
Castillo, por su parte, sigue enfocado en las regiones, una estrategia que le permitió llegar a la segunda vuelta sin que el 'limacentrismo' lo viera venir, sostiene Hallazi. El analista político recuerda que el respaldo más fuerte con el que cuenta el candidato de Perú Libre está fuera de la capital del país andino, especialmente en las zonas empobrecidas o de conflicto, y se sostiene en redes de organización gremial.
Hallazi explica que Castillo es un profesor rural y un dirigente magisterial que encabezó una huelga "sin precedentes" en 2017, por lo que cuenta con el apoyo de un entramado de profesores y maestros con presencia a nivel regional. Fue justo esa estrategia orgánica la que le permitió escapar de la mirada de los políticos en la capital, de los medios en general y de la opinión pública en redes sociales.
Antes de la primera vuelta, los focos se mantuvieron en los intríngulis de la política limeña y dejaron a Castillo a solas en las regiones, por eso su triunfo dejó mal parados a los analistas. "La razón de todo esto tiene que ver con el excesivo centralismo —argumenta Hallazi— y la gente que cree que en las redes sociales está todo, se dio cuenta que no es cierto. Mejor dicho, advirtieron que hay redes que no están dentro de Twitter. El limacrentrismo sabe que hay otros espacios de disputa política y va a ir por ellos".
Un voto radical
Perú arrastra una grave crisis institucional que ha dejado a su paso cuatro presidentes en un solo período. Pedro Pablo Kuczynski renunció en medio de acusaciones de corrupción; Martín Vizcarra fue destituido en un controvertido juicio político; Manuel Merino asumió después y fue expulsado en pocos días gracias a la movilización popular; y Francisco Sagasti sigue al mando en un país azotado por la crisis del coronavirus, con el compromiso de entregar el testigo al ganador de las elecciones del próximo 6 de junio.
Para Hallazi, ese contexto es el que explica por qué los peruanos votaron por dos opciones tan contrapuestas. "Hay una situación de descontento, de desilusión, de desesperanza, y la gente ha dejado claro que busca una vía radical, bien sea para afianzar el neoliberalismo o plantarse para hacer más fuerte al Estado. El Perú ha decidido con una mirada de resolver este conflicto de una vez".
Por eso, sostiene el abogado, la opción de una izquierda moderada como la que representaba Mendoza no terminó de calar. Esa misma circunstancia le hace prever que Castillo no tendrá mucho chance de acercarse al centro.
"El discurso de Castillo ha obedecido a un sector fuera de Lima. Él ha sabido capitalizar eso y ha planteado propuestas de fondo, como el nuevo cambio de Constitución, de manera más firme que Juntos por el Perú [que abanderó a Verónika Mendoza]. Había muchas coincidencias en sus planes de Gobierno, pero ella las presentó de manera más suave y eso hizo que perdiera fuerza".
En la derecha, la propuesta de Keiko es una "demodura", una supuesta combinación de democracia con "mano dura", bajo un discurso que no escapa del lastre del régimen que implantó su padre, Alberto Fujimori, condenado a prisión por crímenes de lesa humanidad. La candidata defiende la Constitución de 1993, promulgada por el fujimorismo, y plantea un Gobierno con mayor presencia del mercado.
Sobre Fujimori, Hallazi opina: "Su llegada al poder podría hacerle mella a la viabilidad del país. Ella va de la mano con los diez años de dictadura, tiene un proceso abierto por corrupción y es una gran responsable de este proceso de inestabilidad que padecemos ahora. No estoy exagerando cuando digo que sus antecedentes nos llevan a pensar que puede llegar el fin de la democracia en Perú".
Los puntos de conflicto
Aunque Castillo, con su sombrero, su caballo y sus propuestas, parece identificarse con las grandes mayorías desfavorecidas de Perú, Hallazi insiste en la necesidad de no confiarse únicamente en lo simbólico. "Eso es importante, pero no suficiente para llegar al cargo".
Además, apunta el analista, el candidato tiene el fardo de Vladimir Cerrón, líder del partido que lo abanderó y que no pudo postularse inicialmente a la Presidencia porque sobre él pesa una pena de 4 años de cárcel por corrupción. "Si es que lo guarda [a Cerrón] en mes y medio, puede tener buenas posibilidades para disputar la silla presidencial, pero no va a ser fácil".
Por otra parte, tiene el reto de transmitir confianza en el electorado "para que no se cambie la camiseta", explica Hallazi. Sobre este punto explica la experiencia de Ollanta Humala, que llegó al poder con un plan de Gobierno de izquierda y a los meses "se cambió de bando". Actualmente, el exmandatario está en arresto domiciliario, investigado por el delito de lavado de activos.
En la acera de enfrente, Keiko Fujimori—que se presenta por tercera vez a la carrera presidencial— tiene sobre sí el legado de su padre y, por esa misma razón, el contrapeso de un voto antifujimorista que no fue lo suficientemente fuerte para impedirle el paso al balotaje. La candidata de Fuerza Popular ha tratado de acercar posiciones a la derecha conservadora que encabeza Hernando de Soto, con un llamado a "confrontar al populismo y a la izquierda radical".
En los últimos días, su discurso se ha centrado en repetir la fórmula de la derecha regional. Como advierte Hallazi, la estrategia será "sembrar el miedo" y los recursos son conocidos: afirmar que Perú se convertirá en Venezuela si gana Castillo, demonizar a la izquierda regional que respalda la candidatura de su oponente y asegurar que el país quedará en manos del "comunismo" si ella no llega a la Presidencia.
Su base electoral más fuerte está en Lima, por lo que su propuesta va en consonancia con grupos que no padecen los conflictos territoriales del interior del país. De ahí que su plan de Gobierno plantee la "sana convivencia entre la agricultura y minería", dos actividades que provocan de desplazamiento, discriminación y choques con los sectores más desfavorecidos y postergados de Perú.
Por eso Hallazi insiste en que en esta elección, además de poner sobre la mesa los modelos de país, planteará una confrontación simbólica entre la capital y las regiones. De un lado, la candidata del centralismo y, por otro, el abanderado de la periferia. En el sustrato de ambos proyectos, dice el analista, emergerá el mal estructural del racismo y la discriminación, que se presentará con mayor potencia en el discurso de la derecha las próximas semanas.
"El Estado actual es el gran discriminador, es racista y muchas de sus políticas son retóricas. Lo que veremos en esta elección es si los peruanos seguimos con ese mismo modelo o decidimos explorar otras opciones, que seguramente tendrán sus fallas". La urgencia, sostiene el analista, es que su país sea capaz de frenar la "devaluación política" y los planes de Gobierno "dejen de ser un mero trámite".
Nazareth Balbás
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