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Reducir las jornadas laborales hasta las 40 horas semanales: los únicos países que adhieren al Convenio 47 de la OIT

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Hay 15 naciones que aceptan el pacto establecido en 1935, mientras que en muchas partes del mundo siguen habiendo horarios extenuantes.
Reducir las jornadas laborales hasta las 40 horas semanales: los únicos países que adhieren al Convenio 47 de la OIT

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estableció en 1935 el Convenio 47, que determina un tope de 40 horas laborales por semana. Hasta el momento, muy pocos países ratificaron el pacto internacional y en muchas partes del mundo se permiten jornadas más extensas, afectando la calidad de vida de la población.

Los primeros Estados en poner la firma para reducir las cargas horarias fueron Nueva Zelanda (1938) y Rusia (1956), en los tiempos de la Unión Soviética. Estas ratificaciones iniciales fueron fundamentales, ya que se necesitaban al menos dos adhesiones para que el pacto entrara en vigor, algo que ocurrió recién al año siguiente, en 1957.

En agosto de 1956 también se plegaron lo que hoy es Ucrania y Bielorrusia. Más tarde, se sumaron Australia (1970) y algunos países nórdicos: Noruega (1979), Suecia (1982) y Finlandia (1989). Lego se añadieron Kirguistán, Azerbaiyán, Uzbekistán (los tres en 1992) y Tayikistán (1993). Al poco tiempo se adhirió Lituania (1994), después Moldavia (1997) y por último Corea del Sur (2011).

Su importancia

Los países firmantes asumen el compromiso de adaptar su legislación local para garantizar este piso de derechos, o mejorarlo. Igualmente, ello no quita que otras naciones puedan tener condiciones más beneficiosas para sus trabajadores, incluso sin ser parte del Convenio 47.

De todos modos, este acuerdo sirve como guía para aplicar políticas nacionales y le da cierta continuidad al colectivo obrero, más allá del Gobierno de turno o el contexto parlamentario de cada territorio. Esto se explica porque los Estados miembros deben esperar un mínimo de diez años para poder abandonar el pacto, una vez que lo hayan incorporado.   

Por otro lado, a pocas semanas del Día del Trabajador y la Trabajadora, que homenajea a los Mártires de Chicago (EE.UU.) ejecutados en 1886 tras una protesta para exigir la reducción de las jornadas laborales, vale la pena repasar los argumentos tenidos en cuenta durante la Conferencia General de Ginebra (Suiza), hace casi un siglo: "El desempleo se ha extendido tanto y se ha hecho tan persistente que millones de trabajadores, sin ser responsables de su situación, están en la miseria y sufren privaciones de las que legítimamente tienen derecho a ser aliviados". Cualquier parecido con la pandemia actual, es pura coincidencia. En otras palabras, para la OIT trabajar menos horas es sinónimo de más puestos disponibles.

A pesar del paso del tiempo, hoy este mismo argumento es esgrimido por sindicalistas y agrupaciones sociales en países donde se desoye al Convenio. Tal es el caso de Argentina, que más allá de contar con un movimiento obrero muy respetado en América Latina, jamás firmó el acuerdo ni redujo las 48 horas semanales. Frente a ello, algunos legisladores presentaron a fines del 2020 proyectos de ley para acortar las jornadas, en un contexto de alto desempleo e informalidad, aunque el Ejecutivo de Alberto Fernández no plantea modificaciones al respecto en el mediano plazo. 

"Mantener la salud de los trabajadores"

La diputada oficialista Claudia Ormachea, de larga trayectoria gremial, propuso en el Congreso reducir la semana hasta las 36 horas, algo que significaría un cambio radical en la vida de los argentinos. Su texto deja bien en claro que la disminución del horario no debería achicar los salarios, considerando el desplome del poder adquisitivo durante la administración de Mauricio Macri, exacerbado en la emergencia sanitaria. 

En los países donde prima el trabajo en negro, las horas reales de actividad pueden superar lo dispuesto por las normativas nacionales

Así, cada hora de trabajo estaría mejor remunerada, recomponiendo un poco los golpeados bolsillos y redistribuyendo mejor las ganancias de la patronal. El espíritu del proyecto, dice la entrevistada, "es mantener la salud de los trabajadores". De todos modos, todavía no se produjo ninguna votación en las cámaras. 

A nivel empresario, algunas firmas de distintas partes del mundo ya están incorporando semanas laborales de solo cuatro días. En el Reino Unido, la compañía financiera BWD registró un aumento de la productividad del 26 % en sus primeros tres meses de prueba, mientras sus empleados gozan de un día extra de descanso para regresar más distendidos a sus tareas cotidianas. A su vez, una encuesta hecha por la consultora Be The Business señala que el 5 % de 300.000 empresas británicas ya adoptaron esta novedosa modalidad, mientras que el 17 % de las firmas pequeñas y medianas lo están analizando.

Igualmente, en muchos países el promedio de horas trabajadas suele ser inferior a los topes estipulados por las leyes. Asimismo, según la OIT, la tendencia global de las últimas décadas a nivel legislativo es la reducción del tiempo de trabajo, más allá de algunas excepciones. Sin embargo, en aquellos territorios donde prima el trabajo en negro, las horas reales de actividad pueden superar lo dispuesto por las normativas nacionales, como sucede en muchas partes de Latinoamérica.

"Se tiene que poner en debate"

Desde Buenos Aires, aunque no haya muchos movimientos legislativos, Ormachea subraya que el tema "al menos se tiene que poner en debate". Con ese tono, repasa que cuando se instaló la discusión sobre el teletrabajo, que hoy cuenta con una regulación nacional, "tampoco estaba previsto y hubo mucha resistencia por parte de un sector del empresariado". No obstante, y aunque este asunto les pueda tomar más tiempo, remarca que "los proyectos hay que darlos a conocer".

Por otro lado, afirma: "Hay países, como España y Francia, que vienen haciendo pruebas piloto. Es que, pensar en la producción no significa pensar en más cantidad de horas de trabajo. Pareciera que si uno habla de reducción está perjudicando a empresarios, y no es así".  Bajo otro enfoque, concluye: "El avance de la tecnología puede significar puestos de trabajo, pero necesitamos que la tecnología sirva a la sociedad, no solo a aumentar la renta de las empresas".

Entre tanto, la OIT advierte que en el 2020, el año del covid-19, la humanidad redujo las horas trabajadas en un 8,8 %. Esta situación no se debe a una mejora en las condiciones laborales, sino más bien a la destrucción de la actividad, que equivale a unos 255 millones de empleos a tiempo completo perdidos. Para el 2021, afirma el organismo, se espera "una recuperación incierta y desigual".

Leandro Lutzky

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