Concluyen que las mayores economías del mundo ya no podrán evitar sufrir una "transición desordenada" a la era de bajas emisiones de carbono
Las economías industrializadas y emergentes experimentarán una transición turbulenta hacia una economía baja en carbono, ya que ninguno de los miembros del G20 está actualmente camino de cumplir con sus compromisos climáticos, según un informe recientemente publicado.
Un estudio de la compañía analítica Verisk Maplecroft ha concluido que ya no hay posibilidades realistas para que se dé un cambio gradual y suave, y advierte que los inversores y compañías de estas economías deben prepararse para una "transición desordenada", en el mejor de los escenarios, o para "choques a causa de una sucesión de cambios rápidos en las políticas" reguladoras de varios de sectores vulnerables, en el peor.
No son solamente las compañías energéticas las que sentirán el impacto de las políticas destinadas a recortar las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que los sectores del transporte, agricultura, logística y minería también deben esperar cambios drásticos en sus marcos de operaciones.
Aunque Reino Unido es la nación que ha realizado los mayores avances hacia las metas trazadas en el Acuerdo de París -es decir, mantener el calentamiento global para 2030 dentro de dos grados por encima de los niveles preindustriales-, el país británico todavía carece de un sistema regulatorio que sea suficiente para cumplir con sus compromisos.
"Esta es una mala noticia para los mercados y los negocios. El G20 es responsable del 80 % de las emisiones globales. Si su miembro más eficaz tiene dificultades en alcanzar sus metas, se requerirán amplias intervenciones gubernamentales en la década por venir para mantener la meta de 2 grados del Acuerdo de París", concluye el informe.
Grandes economías como Estados Unidos, China, Reino Unido, Alemania o Japón deberán "tirar del freno de mano en emisiones" para conseguir los objetivos climáticos, al mismo tiempo que el aumento de eventos extremos meteorológicos jugará un papel cada vez más perjudicial en la economía global, prevé el reporte.
Esto implicará la implantación de medidas como restricciones de las emisiones por fábricas, directivas para comprar energía limpia y altos impuestos sobre el carbono que se impondrían con poco aviso, advierte la consultora.
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