Suenan disparos en el complejo de favelas de Lins, en la zona norte de Río de Janeiro, pero a lo lejos. Los niños siguen jugando. Los tiros forman parte del día a día de la comunidad, como también que caigan vecinos abatidos por balas perdidas, casi siempre negros, en intervenciones policiales contra narcotraficantes.
"Nos han obligado a normalizarlo para no enloquecer. No tenemos cómo cambiar de realidad. Hasta sabemos diferenciar los tipos de disparos, si son de pistola, de fusil", cuenta a RT Naíma, un voluntaria comunitaria y artista de 26 años.
El miércoles por la noche participó en la manifestación por la muerte de Kathlen Romeu, de 24 años y embarazada de cuatro meses. No la conocía, pero sintió muy próximo su fallecimiento. "Podría haber sido yo, caramba". Como Naíma, Kathlen era joven, negra y de favela.
La violencia empujó a Kathlen a abandonar en abril Lins. Había conseguido licenciarse en diseño en septiembre e intercalaba su trabajo en una tienda de ropa de lujo con su sueño de ser modelo.
Como echaba de menos a su abuela, el martes fue a visitarla a la favela. Juntas salieron a la calle para llevarle a su tía comida al trabajo. Una bala le alcanzó en el tórax. Llegó sin vida al hospital.
Su Instagram –con más de 51.000 seguidores– está lleno de fotos de ella y en la última publicación aparece sonriente mostrando su embarazo.
Su muerte ha conmocionado a los habitantes de las favelas y ha avivado el debate sobre la violencia policial en estas comunidades. Las redes se han llenado de imágenes de la joven con el 'hastag' #VidasNegrasImportam.
Según Fogo Cruzado, una aplicación que brinda alertas de zonas con disparos en tiempo real en Río de Janeiro, desde 2017, 681 mujeres fueron tiroteadas en la región metropolitana y 15 estaban embarazadas. Cuatro de las ocho muertes se produjeron en operaciones policiales.
La Policía Militar comunicó que los disparos comenzaron porque habían sido atacados por criminales. La madre de la joven acusó a los agentes de ser responsables: "La policía disparó indiscriminadamente. Ejecutó a mi hija, fue una bala dirigida al cuerpo de mi hija".
Pablo Nunes, experto en seguridad, explica a RT que no se sabe si la bala procedía de la Policía. "Eso no importa", porque "la Policía está considerada el actor principal, la que dirige ese tipo de combate violento".
Según la Red de Observatorios de Seguridad, en 2019 en Río de Janeiro hubo 1.814 muertos en intervenciones policiales, y 1.423 personas, un 86 %, eran negras. El Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP) calcula que de los 39.584 muertos por homicidio en 2019 en todo Brasil, el 74,4 % eran negros. De esa cifra, 6.357 muertes, un 13,3 %, se desencadenaron en intervenciones policiales.
"Existe un aumento de inseguridad entre la población negra. La muerte de Kathlen es una muestra más del fallo de la seguridad pública. Se apuesta por operaciones violentas en las favelas y el resultado es que la violencia no se reduce, mientras las tragedias se acumulan y se fortalecen los grupos criminales", subraya.
El especialista también destaca que la violencia del Estado se centra solo en los pequeños narcotraficantes y no en los grandes y poderosos. A todo ello se suman las milicias armadas, grupos parapoliciales compuestos por policías, militares o bomberos en activo o retirados, que controlan algunas de las favelas y condicionan la vida de millones de personas.
Naíma no niega que muchas veces los tiros son de los narcotraficantes, pero enfatiza que en las favelas hay reglas impuestas y entre ellas está el respeto a los vecinos.
Tras años sufriendo una violencia ya endémica, no duda al hablar. "La Policía llega diciendo que va a realizar detenciones, pero entra a matar. Se supone que están para defender a la población y lo que hacen es matarnos. A nosotros. Negros, favelados y pobres", lamenta.
Operaciones que no cesan
En 2020, mientras los habitantes de las favelas se enfrentaban a la pandemia las operaciones policiales no cesaron. Entre junio de 2020 y febrero de 2021, la Policía mató a 685 personas en este estado. El 85 % de las muertes ocurrieron en la zona metropolitana de Río de Janeiro.
La Corte Suprema decidió en junio de ese año prohibir las operaciones en las favelas durante la pandemia, limitándolas solo a casos excepcionales. A pesar de un descenso los primeros meses, la tendencia cambió en octubre cuando asumió el cargo el nuevo gobernador de Río de Janeiro, Cláudio Castro, aliado del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
La decisión del tribunal no solo no se respetó sino que en mayo de 2021 se llevó a cabo la operación más sangrienta de la historia de Río de Janeiro en la favela de Jacarezinho y que dejó un saldo de 28 muertos.
"Lo que ocurrió en la favela de Jacarezinho no es una excepción. Es consecuencia de la falta de controles internos y externos y de responsabilizad de las autoridades policiales, cuyas acciones son incompatibles con la sociedad democrática", asegura Geni, un grupo de investigación de la Universidad Federal Fluminense, en un estudio conjunto con Fogo Cruzado.
En esta investigación advierten que las llamadas 'chacinas', homicidios de tres o más civiles en una misma situación, son rutina en la región metropolitana. En tan solo cinco años se registró un promedio de una 'chacina' por semana en Río y tres de cada cuatro fueron resultado de acciones u operativos policiales.
Kathlen tenía planes. Pensaba casarse con Marcelo Ramos, tatuador y diseñador gráfico, y comprar un apartamento para construir su propia familia.
"La gente está muy triste, pero tenemos que vivir con eso. Como persona negra si no normalizas que muere un negro cada 23 minutos en este país no sobrevives. Vives con el miedo de que cualquier día puedes ser tú o una persona cercana. Son todos los días", asegura Naíma.