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Un donante anónimo, un pueblo playero y la (escueta) ley bitcóin de Bukele: el curioso nacimiento del 'Silicon Valley' de El Salvador

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Se llama El Zonte, una población a 45 minutos de la capital salvadoreña, que es citada como ejemplo piloto de la osada apuesta por las criptomonedas.
Un donante anónimo, un pueblo playero y la (escueta) ley bitcóin de Bukele: el curioso nacimiento del 'Silicon Valley' de El Salvador

El Zonte aparece en el proyecto de ley bitcóin de El Salvador. En la justificación de la iniciativa que fue aprobada por mayoría oficialista en la Asamblea Legislativa, la localidad playera es citada como ejemplo de cómo el uso de esa criptomoneda "ha representado un mecanismo idóneo y efectivo para llevar a cabo actividades comerciales".

Pero más allá de la fama entre los surfistas que persiguen las olas salvadoreñas, El Zonte está lejos de la imagen de meca tecnológica o económica. Se trata de una pequeña población del Municipio Chiltiupán, del departamento de La Libertad, que está ubicado a unos 45 minutos de distancia de la capital, San Salvador.

Allí, entre calles semiasfaltadas, locales precarios y una economía que depende en gran medida del turismo extranjero, los entusiastas del bitcóin afirman que la criptomoneda se ha afianzado como mecanismo de intercambio comercial al menos en el último año. Ahora, el proyecto del Gobierno es replicar esa experiencia en un país de 6,5 millones de habitantes, con dificultades para el acceso a internet, escasa bancarización y un conocimiento casi nulo del uso de los criptoactivos, convirtiendo a la moneda virtual en la segunda de curso legal, después del dólar. ¿Es realmente posible?

El misterioso donante

Si aún no hay certeza de quién es Satoshi Nakamoto, el padre creador del bitcóin, menos se sabe quién fue el "benefactor" que empezó a repartir dinero a los habitantes de El Zonte para convencerlos de usar la criptomoneda.

La leyenda más o menos extendida asegura que un hombre encontró una memoria USB con bitcóin –extraviada desde hacía años–, y dispuso esos recursos (que con el tiempo se multiplicaron) para ayudar desinteresada y anónimamente a los habitantes de ese caserío. Con el objetivo de ejercer su mecenazgo, el donante habría contactado al estadounidense Michael Peterson, un surfista que pasa largas temporadas en El Zonte y está al frente de una organización evangélica que promueve el uso de las criptomonedas en la localidad.

La única manera en que las familias podían tener acceso a las ayudas del donante –por un valor equivalente a 40 dólares– era a través de bitcóin, lo que permitió que se afianzara el uso de una billetera electrónica bautizada como Bitcoin Beach.

"Se dio la oportunidad de ayudar a todas las familias de El Zonte entregándoles un bono semanal. Muchos habían quedado sin trabajo, los niños no tenían para poner internet en sus teléfonos y recibir las clases virtuales, entonces esto sirvió de apoyo para las familias", se le escucha decir a Hirvin Palma, de Bitcoin Beach, en una entrevista en Youtube. 

Oportunidad en la crisis

En El Salvador, siete de cada 10 personas no están bancarizadas y las remesas representan casi el 25 % del PIB, o lo que es lo mismo: uno de cada cuatro dólares que circulan en la economía proviene del dinero que envían los salvadoreños en el exterior a sus familiares.

El 2020 fue un año récord de remesas. El impacto de la pandemia fue clave para explicar el incremento del monto total que recibieron las familias salvadoreñas (5.918 millones de dólares), si se toma en cuenta que la crisis sanitaria del covid-19 trajo consigo el aumento el desempleo, la disminución del comercio y el cierre casi completo del país a los turistas extranjeros.

En ese contexto fue que en El Zonte se empezaron a ofrecer ayudas en criptoactivos. El proyecto Bitcoin Beach fue el engranaje que permitió articular la iniciativa y, según su propia página web, cuenta con el apoyo activo de Mission Sake, la organización evangélica con sede en EE.UU. que encabeza Peterson y que tiene como propósito "ayudar a desarrollar la salud espiritual, mental, física y de la comunidad misionera en El Salvador".

Esa coyuntura permitió que unos 600 usuarios se habituaran a usar el criptoactivo para sus operaciones diarias. "Al término de la cuarentena estricta, El Zonte ya caminaba con la economía del bitcóin", explica en Youtube uno de los entusiastas de Bitcoin Beach y que es parte del equipo de Mission Sake. El proyecto, aunque efectivo, es de muy pequeña escala si se toma en cuenta que el objetivo es replicarlo en todo el país.

Pero no todos son tan optimistas como los promotores de Bitcoin Beach. "Las experiencias han sido diversas –cuenta a RT la economista salvadoreña Tatiana Marroquín- porque los habitantes de El Zonte ya entienden la volatilidad, que pueden perder o ganar mucho, pero se han ido adaptando. Además, han comprendido que esta es una nueva forma de hacer comercio, pero no la principal. Cuando ellos salen de El Zonte, saben que deben hacer la conversión del dólar y enfrentarse a una economía que aún no responde al bitcóin como medio de pago. Y eso es lo que pasaría si pretendemos hacer lo mismo en El Salvador".

¿Una propuesta inviable?

En El Zonte también está uno de los pocos cajeros automáticos de bitcóin. Allí es posible depositar dólares para convertirlos al criptoactivo o canjearlos por billetes en efectivo, aunque con comisiones que merman el monto total que reciben los que realizan las operaciones.

El auge del uso del bitcóin en esa localidad, sin embargo, no parece suficiente como para justificar una medida tan drástica como la que pretende llevar a cabo Bukele, opina el economista César Villalona. Más allá de las diferencias políticas, su postura crítica apunta a las incongruencias que hay entre la ley y las características técnicas de ese criptoactivo.

"Hay que entender que el bitcóin no es dinero en el sentido técnico y económico de la palabra. Es una moneda digital y virtual, que circula entre privados y que no cumple las funciones del dinero porque no es unidad de cuenta, no es medio de pago extendido en el país y no es una reserva de valor. Ahora, la ley le daría esas funciones", explica Villalona.

La normativa, que consta de apenas 16 artículos, asegura que su aprobación pondrá a El Salvador "a la vanguardia en el uso de las tecnologías así como del crecimiento económico". Bukele, por su parte, ha asegurado que si en su país se invierte un 1 % de los 680.000 millones de dólares que circulan a través de bitcóin, el producto interno bruto de su país podría expandirse en un 25 %.

"En el papel suena muy bien, pero el problema empieza a surgir cuando se trata de implementar esa idea", apunta Villalona.

"Es una lotería"

El día en que Bukele anunció que presentaría un proyecto para convertir el bitcóin en la segunda moneda de curso legal en su país, el criptoactivo se cotizaba en más de 35.000 dólares. Hoy, su valor ha disminuido hasta los 33.500 dólares. 

Lejos del pico de 64.000 dólares que registró a mediados de abril y por encima de los 29.000 en los que se cotizaba al cierre de 2020, lo que ha caracterizado al bitcóin ha sido su volatilidad. Para quienes pueden invertir dinero porque no lo necesitan inmediatamente, puede resultar una apuesta atractiva, pero en un país como El Salvador, que depende en buena parte de las remesas y donde el sueldo mínimo ronda los 300 dólares, no parece la opción más idónea.

"El bitcóin es una lotería: un día ganas o pierdes. Sin embargo, hay que tener claro que si yo pierdo es porque otro ganó. Ahí cabe la pregunta, ¿quién está ganando con esa operación en El Salvador?", cuestiona Villalona.

Uno de los aspectos que levanta más suspicacias es la rapidez con la que se aprobó el proyecto de ley, que ahora deberá ser reglamentado por el Banco Central de Reserva (BCR) y la Superintendencia del Sistema Financiero. La velocidad del trámite también tuvo que ver con la aplastante mayoría con la que cuenta Bukele en el Parlamento, que le da tanto margen de maniobra que no necesita negociar con el resto de las bancadas.

"Aquí se aprobó la ley bitcóin en un tiempo récord, en cinco horas, sin ninguna discusión a nivel nacional. Pero ya estamos acostumbrados a eso porque El Salvador se dolarizó en una semana. La cuestión es que lo que pretende el Gobierno es poner un criptoactivo como moneda y eso es inviable", insiste Villalona. Las razones detrás de esta premura, según los analistas consultados, no están claras.

"No logro encontrar una idea coherente que me dé luces de cuál es la motivación del presidente, pero la comunicación gubernamental sí nos permite darnos una idea del gran interés que tiene el Gobierno por atraer ese tipo de inversiones de extranjeros que están interesados en la criptomoneda", sostiene Marroquín. Su análisis apunta a la manera en que el propio Bukele anunció su proyecto: lo hizo en inglés, en un foro de criptodivisas en Miami y mediante un video que no fue divulgado previamente en su país. Los salvadoreños se enteraron después.

Villalona, por su parte, estima que hay varias motivaciones para esta medida: abrir la puerta al negocio para la instalación de una red de cajeros de bitcóin -en la que asegura que podría estar involucrado el entorno de Bukele- y dejar carta blanca para la especulación financiera.

"La gente que puede especular es la que tiene dinero. En el caso de bitcóin, son los millonarios quienes controlan las subidas y bajadas de esa moneda, no las personas que ganan un sueldo mínimo en El Salvador y solo pueden ahorrar 14 de cada 100 dólares que perciben", detalla el analista, a quien además le preocupa la posición de vulnerabilidad en la que podría quedar la economía con la entrada y salida de inversiones que no estarán controladas por el Banco Central.

Una decisión riesgosa

Ha pasado más de un mes desde que la Asamblea de El Salvador aprobara la ley bitcóin y ya han empezado a surgir las dudas sobre su implementación. Más allá de la innegable repercusión que tuvo la decisión en las redes sociales y el controvertido uso de rayos láser en la foto de perfil de Bukele, la viabilidad de la iniciativa está en la mira de los habitantes del país centroamericano y también de los organismos internacionales.

La semana pasada, una encuesta realizada por la Universidad Francisco Gavidia (UFG) reveló que al menos 64,8 % de la población está en contra de la posibilidad de recibir sus salarios o ingresos en bitcoines y que el 46 % aseveró que no sabía "nada" de los criptoactivos, en contraste con 48,2 % dijo que sabía "algo" y solo 4,9 % indicó que sabía "mucho".

"Hay grandes preocupaciones en el aterrizaje de esa ley, pero la más grande es cómo se tienen que preparar las personas para esto", señala Marroquín. Aunque los entusiastas aseguran que el uso del bitcóin es una forma de inclusión financiera ante la escasa bancarización, lo cierto es que para su implementación se necesita más que un ejemplo piloto, una ley o una declaración de intenciones.

La penetración de internet en El Salvador es una de las más rezagadas de la región, según el Informe de Conectividad Rural de América Latina y el Caribe. En 2020, solo 45,02 % tenía acceso a la red, un porcentaje que desciende drásticamente hasta apenas 10 % si es en zonas no urbanizadas. Ese escollo es particularmente significativo si se tiene en cuenta que el proyecto es masificar el uso de bitcóin en todo el país a partir del 7 de septiembre, cuando entrará en vigor la ley.

"Hasta el momento, El Salvador no es un país que está preparado para esa tecnología", advierte Marroquín, y añade: "Van a tener que venir especialistas en el tema y ya por ahí se puede ver que no hay claridad de cuál será el beneficio en trabajo o de mejoramiento de la calidad de vida de los salvadoreños que se traerían este tipo de inversiones, sin hablar de los problemas de regulación".

Las críticas, sin embargo, no se quedan allí. La semana pasada, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advirtió que la adopción del bitcóin como moneda de curso legal plantea riesgos que ponen a El Salvador en la lupa del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), que vigila el lavado de activos.

"Nosotros somos país de tráfico de drogas, de personas, de armas y evasión de impuestos, es decir, que aquí hay muchas formas de dinero ilícito. Entonces, si un empresario tiene dinero mal habido en físico y lo puede hacer legal al convertirlo en bitcóin, sin control del Banco Central, El Salvador podría ser un polo de atracción para este tipo de operaciones", sostiene Villalona.

Ese cuestionamiento ha sido expresado también por el Fondo Monetario Internacional (FMI), con quien Bukele está negociando un préstamo por 1.300 millones de dólares. A principios del mes pasado, el organismo advirtió que la medida anunciada por el Ejecutivo salvadoreño planteaba "una serie de cuestiones macroeconómicas, financieras y legales que requieren un análisis muy cuidadoso" y que ponían "riesgos significativos" en el horizonte.

En El Zonte, a pesar del éxito que se atribuyen los promotores de Bitcoin Beach, los reportes de la prensa indican que hay una parte de los habitantes que no se han sumado al uso de la criptodivisas y que no confían en ese sistema, a pesar de que la ley ya fue aprobada y quedan dos meses para su entrada en vigencia.

Para Marroquín, la propuesta de Bukele falla en lo más esencial. "Si algo sabemos en finanzas es que invertimos aquello que estamos dispuestos a perder. Y las personas ni siquiera tienen lo suficiente para cubrir su día a día como para poner sus salarios o sus pequeños ingresos en riesgo haciendo transacciones en bitcóin".

Villalona, por su parte, zanja: "Nos quieren vender que El Salvador se va a 'insertar en la economía mundial' con el bitcóin cuando este es un país que se maneja con el dólar desde hace más de 20 años. ¿Qué moneda es más mundial que esa?".

Nazareth Balbás

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