En EE.UU., residentes del área de Finger Lakes, en el estado de Nueva York, denuncian que las operaciones de una mina de bitcóin están causando daños a todo el lago Seneca, el más grande de la región, y contaminando el aire.
"El lago es tan caliente que sientes como si estuvieras en un jacuzzi", comentó Abi Buddington, un habitante de la zona, a la cadena NBC.
Las instalaciones de una antigua planta de energía a gas cerca del lago se convirtieron en una granja de minado de bitcóin operada desde 2019 por Greenidge Generation LLC. La propiedad es de la empresa de capital privada Atlas Holdings.
La planta ha aumentado la producción de energía eléctrica en el último año y medio, utilizando gran parte de esa energía de combustible fósil para la minería intensiva de bitcoines.
El proceso de criptominado consume mucha energía, ya que requiere un intensivo uso de computadores para verificar las complejas transacciones de la criptomoneda alrededor del mundo. En la planta de Greenidge operan al menos 8.000 computadores de alto rendimiento, las 24 horas durante los siete días de la semana, que mientras recolectan las criptomonedas hacen uso de una gran cantidad de energía que produce una tangible contaminación.
Una estimativa de la Universidad de Cambridge concluyó que la minería global del bitcóin consume más energía en un año que un país como Chile.
Los críticos de la criptomoneda denuncian que su minado no solo pone en peligro a los ecosistemas locales, sino que también genera la emisión de una significante cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera.
Judith Enck, exadministradora regional de la Agencia de Protección Ambiental, vaticinó que el estado de Nueva York no alcanzará sus objetivos de reducción de emisión de gases al 40 % para el 2030 si "Greenidge continúa minando bitcóin".
Según detalla NBC, la planta tiene permitido actualmente consumir 526 millones de litros de agua, mientras descarga 511 millones al lago a una temperatura mayor a 42 grados centígrados en verano.
Sin embargo, Jeff Kirt, director ejecutivo de Greenidge, defendió que los impactos ambientales de la empresa "nunca fueron menores" y que la compañía opera dentro de las normas ambientales.