Fue escenario de ocupaciones, invasiones y guerras durante el siglo XIX, cuando se enfrentaban, principalmente, la corona española y las Provincias Unidas del Río de La Plata. Ya bajo el dominio argentino, la isla Martín García funcionó como un centro de aislamiento para infectados en épocas de epidemias. También se alojaron a indígenas traídos por la Campaña del Desierto e incluso se apresaron a dos presidentes, además del líder social más influyente de la historia local: Juan Domingo Perón. Hoy, funciona como una reserva natural y no registra casos de covid-19.
El sitio está ubicado en medio del Río de La Plata, el más ancho del mundo, cuyas aguas, que muchos confunden con el mar, se comparten con Uruguay. Partiendo desde la Terminal Fluvial de Tigre, en la Provincia de Buenos Aires, se requieren dos horas de navegación para llegar, con paisajes que ameritan una buena cantidad de fotografías.
Al desembarcar en esta isla de 168 hectáreas, la Prefectura Naval les da la bienvenida a los turistas, siendo la fuerza a cargo de su vigilancia. Actualmente, se ofrecen visitas guiadas, y aunque están limitadas por la pandemia, son muy solicitadas. Es que, para los amantes de la historia, Martín García es un auténtico parque de diversiones.
Viaje en el tiempo
La isla fue hallada por el hombre blanco en 1516 gracias a una expedición de Juan Díaz de Solís, considerado el primer europeo en llegar al Río de La Plata. Su nombre, Martín García, homenajea a uno de los tripulantes, quien falleció a bordo.
A través de los años, el lugar despertó el interés de distintos imperios, pero para 1815, tras una serie de combates, las fuerzas rioplatenses expulsaron a los realistas. Más tarde, fue disputado militarmente por Brasil (entre 1825 y 1827) e Inglaterra, que ocupó la isla desde 1845 hasta 1852.
Mientras los intentos para quedarse con Martín García continuaban, por aquella época el dirigente local Domingo Faustino Sarmiento proponía fundar una ciudad en la isla: "Argirópolis", que haría de capital compartida entre Argentina, Paraguay y Uruguay, para administrar el uso de los ríos. Aquella idea nunca prosperó, y el 'Paísito', de innegable cercanía, siguió reclamando el lugar, controlado por los argentinos.
Sin embargo, el Gobierno uruguayo reconoció la soberanía albiceleste en 1973, al firmar el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo. A cambio, Buenos Aires se comprometió a no darle usos militares: solo debe encargarse de conservar el ecosistema. Asimismo, se pactó que todos los terrenos que se formen junto a Martín García serían de soberanía uruguaya, como el caso de la isla continua, Timoteo Domínguez, siendo el único sitio donde ambos Estados tienen una frontera terrestre.
Cuarentena a la antigua
Uno de los espacios más impactantes es el viejo lazareto, que todavía permanece en pie. Se trata de una serie de edificaciones donde se enviaban a enfermos infecciosos, para aislarlos por completo. Al caminar por allí, todavía se pueden ver los inmensos pabellones, copados por árboles y plantas. Sus rejas, colocadas en las ventanas, aún resisten el paso del tiempo. De hecho, las imágenes tomadas en el recorrido pueden confundirse con algún campo de concentración nazi, como Auschwitz.
En 1883, cuando la fiebre amarilla causaba estragos, la isla funcionó como un puerto cuarentenario. Esto significa que todos los barcos que tenían como destino a Buenos Aires debían hacer una parada previa en Martín García, para recibir tareas de desinfección y controles sanitarios.
Por esos días, no había medicina de avanzada ni modernas vacunas. Las autoridades, lejos de pedir "responsabilidad ciudadana", no se andaban con vueltas: si había un infectado, explican los guías, todos los pasajeros debían permanecer en este lugar perdido en el Río de La Plata. Así, cuando un enfermo fallecía, había un crematorio para deshacerse del cadáver.
El presidio que dio nacimiento al peronismo
Junto a la plaza principal, hay una pequeña construcción pintada de amarillo, que hoy funciona como una escuela donde estudian cerca de 60 chicos. Se trata de un colegio con alto valor simbólico para la política local: fue allí donde los militares mantuvieron detenido a Juan Domingo Perón, antes de ser presidente, quien aumentaba su popularidad entre los trabajadores argentinos. Podría decirse que, gracias a este presidio, nació el peronismo, el movimiento más masivo del país sudamericano.
Por aquellos días de 1945, Perón se había visto obligado a dejar la Vicepresidencia y la Secretaría de Trabajo y Previsión del Gobierno de facto: los sectores conservadores lo miraban con recelo, mientras sumaba aceptación en el colectivo obrero, que veía en 'El General' un aliado para canalizar sus históricas demandas.
Así, el coronel Perón fue apresado en la isla el 13 de octubre, en un fallido intento de los militares para calmar las aguas. Pero, como se dice en Argentina, les salió el tiro por la culata: el 17 de octubre –hoy conocido como el Día de la Lealtad Peronista– miles de trabajadores se convocaron en la Plaza de Mayo de la Ciudad de Buenos Aires para exigir su liberación, algo que ocurrió ese mismo día. Al año siguiente, en elecciones democráticas, el dirigente se convertiría en jefe de Estado por primera vez.
Hoy, en las paredes exteriores de este lugar, pueden verse placas que recuerdan el presidio. Y frente a la entrada, hay un busto con el rostro del político. Al caminar por allí, la pregunta sobre aquellos convulsionados días de octubre parece inevitable: ¿qué habría pasado si los líderes castrenses no hubiesen apresado a Perón?
Además, por aquella isla estuvieron en calidad de detenidos otros importantes líderes locales, que permanecieron retenidos en distintos establecimientos. Entre ellos, se destaca el presidente Hipólito Yrigoyen, primer mandatario elegido por el voto popular, derrocado en 1930 antes de terminar su segundo mandato. En esa oportunidad también fue detenido en Martín García el exmandatario radical Marcelo Torcuato de Alvear, en medio de la 'Década Infame', un período caracterizado por administraciones militares conservadoras y antidemocráticas.
El mandatario en ejercicio que pasó más tiempo detenido en la isla fue Arturo Frondizi, tras el golpe de 1962. Los estudiosos del tema comentan que era obligado a usar un traje gris y que estaba altamente custodiado. Ahora, la casona donde estuvo como preso político durante más de un año está en perfectas condiciones, y se ve muy pintoresca. En efecto, actualmente funciona como centro de la Comisión Administradora del Río de La Plata, donde autoridades argentinas y uruguayas debaten asuntos del lugar.
Las ruinas del viejo penal
Otros detenidos, los presos comunes, corrieron peor suerte. En la zona central del pequeño pueblo permanecen los restos de la antigua cárcel, destruida e invadida por la naturaleza. Igualmente, todavía hay algunos muros y partes de calabozos, que permiten imaginar cómo pasaron su estadía miles de reclusos, alejados de todo.
La historia oficial señala que en 1811, unos años antes de la independencia definitiva de España, Martín García se estableció como el Presidio del Río de La Plata. Inicialmente, esta tenebrosa edificación rectangular fue usada como el Penal Naval, pero luego se utilizó como centro de detención para todo tipo de delitos.
Pero, además de presos políticos y prisioneros comunes, hay otro capítulo negro en la historia de la isla: allí se trasladaban a indígenas despojados de sus tierras, cuando el Estado argentino expandió sus dominios sobre La Pampa y la Patagonia. No se sabe con exactitud cuántos aborígenes fueron recluidos, ni tampoco si fueron alojados en la cárcel o si permanecieron "libres" en algunos sectores, con pasto y árboles, como asegura una guía turística. Igualmente, en un pequeño museo isleño sí se ven fotografías de un importante cacique, confirmando que permaneció preso.
Cómo se vive hoy
Aunque en el pasado la isla albergó una población estable bastante numerosa, ahora tiene tan solo 200 habitantes, aproximadamente. En sus años de mayor esplendor, había tantos residentes que las autoridades se vieron obligadas a construir centros de entretenimiento, como un teatro. Dicen que hasta el mismísimo Carlos Gardel, un famoso cantante de tango, fue a brindar shows en vivo. Aquella construcción continúa en el lugar, con tareas de refacción.
La guía del recorrido comenta que vivir en Martín García no es para cualquiera: hay que pedir una autorización que justifique la permanencia por tareas especiales, como una investigación de ciencias naturales u otra labor requerida. En ese caso, el Estado le presta una vivienda al ciudadano y lo exime de pagar casi todos los servicios. Estas casas, bastante antiguas, sostienen el típico estilo colonial.
En los caminos, algunos árboles dan frutas, aunque está terminantemente prohibido tocar la naturaleza. Los sonidos de los pájaros, característicos de la zona, musicalizan el escenario, lejos del ruido de las grandes ciudades.
En un extremo de la isla, pasando el lazareto, frente a la costa uruguaya, hay una pista de aterrizaje. Los fines de semana, tiene varias avionetas estacionadas: muchos pilotos bajan desde el cielo para almorzar en el bar. Y, a juzgar por los kilómetros recorridos, allí se come bastante bien.
Igualmente, vivir en este pedazo de tierra firme todavía presenta sus complicaciones. "La vida acá es dura. Tenemos médico solamente dos días a la semana", dice el panadero, José Fernando Sánchez, quien trabaja allí hace más de 30 años. A veces, si hay una emergencia, se realiza un operativo dantesco para trasladar a los pacientes al continente.
De todos modos, cuando el planeta Tierra padecía los peores estragos del coronavirus, en la isla se vivió una realidad completamente distinta: "No tuvimos personas con covid-19, porque no dejaban entrar ni salir a nadie. No hubo pandemia", comenta el hombre desde su panadería, que data de 1913. Ahora, con la vacunación avanzada en Argentina, se puede ingresar a Martín García completando una simple planilla.
Además, algunos lugareños destacan que allí no hay inseguridad. Junto al almacén, otra vecina que llegó hace cuatro años describe el panorama de modo más simple: "Es todo muy tranquilo. No pasa nada".
Leandro Lutzky
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