Hasta ahora, la supervivencia de una especie durante un periodo de tiempo muy largo sin reproducción sexual se consideraba algo muy improbable, si no imposible. Sin embargo, un equipo de zoólogos y biólogos evolutivos de Alemania, Suiza y Francia descubrieron recientemente que una antigua especie de oribátidos, conocida como 'Oppiella nova', ha sido capaz de sobrevivir posiblemente a lo largo de millones de años completamente sin sexo.
Los investigadores recogieron en Alemania diferentes especímenes de 'Oppiella nova', una especie que consiste exclusivamente en hembras y mide un quinto de milímetro, y de 'Oppiella subpectinata', estrechamente pero con reproducción sexual, y secuenciaron y analizaron su información genética, reza un estudio publicado este martes en la revista PNAS.
El análisis de los datos del genoma requirió programas informáticos específicamente diseñados para ello. Finalmente, los esfuerzos de los investigadores se vieron recompensados, ya que consiguieron demostrar el efecto Meselson –llamado así en honor al genetista estadounidense Matthew Stanley Meselson– que describe un rastro característico en el genoma de un organismo que sugiere una reproducción puramente asexual.
"Nuestros resultados muestran claramente que la 'Oppiella nova' se reproduce exclusivamente de forma asexual. En lo referente a entender cómo funciona la evolución sin sexo, estos oribátidos aún podrían dar alguna que otra sorpresa", señaló en un comunicado el doctor Jens Bast, del Instituto de Zoología de la Universidad de Colonia, en Alemania. Los resultados lo demuestran: la supervivencia de una especie sin reproducción sexual es bastante rara, pero no imposible. El equipo de investigación intentará ahora averiguar qué es lo que hace que estos oribátidos sean tan especiales, concluye el comunicado de la Universidad de Colonia.
¿Qué es el efecto Meselson y por qué es tan importante para una especie asexual?
Los científicos ya conocen la gran ventaja evolutiva de la reproducción sexual, una estrategia que, a través del encuentro de los dos genomas diferentes que pueden aportar los dos progenitores, permite la diversidad genética en la descendencia. En los organismos con dos juegos de cromosomas, es decir, dos copias del genoma en cada una de sus células –como los humanos y también las especies de oribátidos que se reproducen sexualmente– el sexo asegura una 'mezcla' constante de las dos copias. De este modo, se garantiza la diversidad genética entre los distintos individuos, pero las dos copias del genoma dentro del mismo individuo siguen siendo, por término medio, muy similares.
Sin embargo, también es posible que las especies que se reproducen asexualmente –es decir, que producen clones genéticos de sí mismas– introduzcan variaciones genéticas en sus genomas y se adapten así a su entorno durante la evolución. A diferencia de las especies sexuales, la falta de reproducción sexual hace que las dos copias del genoma acumulen mutaciones de forma independiente y se vuelvan cada vez más diferentes dentro de un mismo individuo. En otras palabras, las dos copias evolucionan de forma independiente. Por eso, los animales de este tipo corren más riesgo de extinguirse.
Según los investigadores, esta regla no funciona con la 'Oppiella nova' debido al efecto Meselson, que describe la detección de estas diferencias en los conjuntos cromosómicos de las especies puramente asexuales. "Puede parecer sencillo. Pero en la práctica, el efecto Meselson nunca se había demostrado de forma concluyente en los animales, hasta ahora", detalló la profesora Tanja Schwander, del Departamento de Ecología y Evolución de la Universidad de Lausana, en Suiza.