¿Nueva prueba de la decadencia política o un lavado de cara institucional? Lo que podría ocultar el juicio político contra Piñera en Chile
Como todo acontecimiento, la decisión de la Cámara de Diputados chilena de abrir un juicio político de destitución al presidente Sebastián Piñera, prohibiéndole la salida del país, puede tener varias interpretaciones.
Aunque todavía es pronto para valorar el alcance de esta medida, hay que tener en cuenta que el próximo 21 de noviembre se celebran las elecciones presidenciales; es decir, que se espera un macroacontecimiento que cierra un ciclo societal y producirá un nuevo mapa político en pocos días.
Una interpretación, que salta a la vista y que parece incontestable, es que el juicio político no es más que el resultado lógico producido por un sistema político nacido de una dictadura militar y con un nivel de corrupción que ha hecho sucumbir la estabilidad de la institucionalidad. Además, se produce después del estallido de 2019 que acabó con el mito del modelo chileno, sumiendo al país en el caos total por varios meses y desde donde nació el impulso para un cambio constitucional en el que había, y hay, grandes expectativas.
Desde este enfoque se trata de un sistema podrido, que tiene su declive final cantado y que está muy bien representado en el actual presidente y su alto grado de repudio popular. Pero también hay otras lecturas.
¿Vuelta a la normalidad institucional?
Aunque la decisión final depende del Senado –con grandes posibilidades de que no prospere–, la apertura de este juicio político, posterior al conflicto de calle, podría ser la vía para que la institucionalidad existente se purgue, o al menos trate de reoxigenarse, desde los partidos políticos y el Congreso.
Es una buena oportunidad para que los poderes políticos de la centro-izquierda tradicional y el centro se laven la cara, deslindándose del 'desastre Piñera' y la corrupción abierta del actual Gobierno.
No olvidemos que la Convención Constitucional en curso obliga a que la propuesta de la nueva carta magna tenga un consenso amplio de 2/3 de la plenaria, lo que indica que se dificultan cambios muy profundos en la redacción del texto y facilita que el status quo tenga muchas formas de sobrevivir a la crisis.
Además, el 'establishment' ha jugado a erosionar rápidamente los liderazgos emergidos durante el proceso constituyente y las revueltas populares, lo que reposiciona, de manera natural, a los partidos existentes. Las protestas en la calle ya no tienen la misma capacidad de movilización.
Por ello, es una buena oportunidad para que los poderes políticos de la centro-izquierda tradicional y el centro se laven la cara, deslindándose del 'desastre Piñera' y la corrupción abierta del actual Gobierno, evidenciada en el escándalo de los Papeles de Pandora.
Con esto, la cámara baja empuja a la esfera política chilena hacia un regreso a su contradicción tradicional entre izquierda y derecha, como el que se dio en la cerrada votación en la cámara baja para aprobar 'el impeachment'. Así, vuelve a establecer una correlación más pareja y termina impidiendo el desarrollo de nuevas mayorías imponentes como las que se vieron en el referendo y las elecciones de los convencionales constituyentes, donde los políticos tradicionales fueron derrotados de manera aplastante.
El declive de Piñera no solo se demuestra en la profunda crisis social que se ha generado en su segundo mandato, sino también en el repunte de una derecha radical, representada en José Antonio Kast, que criticó la debilidad con la que se enfrentó el presidente a la explosiva situación, aunque rechazó el enjuiciamiento.
Desde la izquierda institucional hasta la derecha radical, sin embargo, logran consenso en visualizar a Piñera como una manzana podrida que requiere ser extraída.
Atrás quedó la imagen de un Piñera cual baluarte en plena ejecución de una acción cuasi bélica en la frontera venezolana de Colombia intentando derrocar al Gobierno de Maduro e imponer a Juan Guaidó a comienzos de 2019, cuando apenas comenzaba su mandato y no sabía lo que le vendría encima.
Presidenciales en dos semanas
La primera vuelta electoral, que se desarrollará el 21 de noviembre, dará un mapa no solo del probable ganador, sino del margen de maniobra que tendrá el nuevo presidente para adaptarse a una nueva Constitución. Ese día se eligen también los diputados y senadores del Congreso. El 19 de diciembre, de ser necesario, se celebraría la segunda vuelta.
La decisión de enjuiciar a Piñera es una forma de lavar la cara de los partidos tradicionales y el Congreso y hacer de las elecciones un paso de página en el que podrían sobrevivir muchos que se vieron sobrepasados por el maremágnum de 2019.
También hay que acotar que el grado de conflictividad, así como la capacidad de movilización de la oposición, ha venido mermando y que el status quo que sintió un sismo bajo sus pies durante el estallido cree que es el momento para reposicionarse.
De esta manera, los políticos intentan volver las aguas a su cauce institucional. La decisión de la Cámara de Diputados de enjuiciar a Piñera es una forma de lavar la cara de los partidos tradicionales y el Congreso y hacer de las elecciones un paso de página en el que podrían sobrevivir muchos que se vieron sobrepasados por el maremágnum de 2019.
El candidato de la izquierda moderada, Gabriel Boric, es quizá quien mejor pueda representar un cambio, tímido, pero al menos con un mínimo procesamiento de las demandas mas sentidas en las ardientes calles chilenas de 2019 y 2020.
Sin embargo, nadie descarta que José Antonio Kast pase a segunda vuelta y allí intente dar la sorpresa en medio de un repunte en la opinión pública del conservadurismo, una especie de contrarreforma que en los comicios demostrará si es real o solo mediática.
Por lo pronto, Piñera no podrá salir del país mientras el Senado toma una decisión definitiva sobre su suerte.
Para más colmo las provincias de la zona mapuche se encuentran militarizadas y la oficina del alto comisionado para los derechos humanos de la ONU se ha mostrado preocupada por la acción represiva gubernamental.
También vale reconocer que algunos cambios ya se han llevado a cabo, como la posibilidad de escoger por voto popular los gobernadores regionales, hecho que se consumó en mayo de 2021 por primera vez en la historia chilena, situación que demostraba el atraso del país con respecto a la región en el tema de la democracia, que ha sido tutelada militarmente desde el fin mismo de la dictadura de Pinochet.
En pocas semanas sabremos cómo todas estas aristas coadyuvan a la producción de un acontecimiento como las primeras presidenciales después del estallido y la convención constituyente que produjo.
Allí sabremos cuánto ha cambiado la sociedad chilena y si podemos hablar de un nuevo ciclo político.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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