La renuncia de Julio Borges, el comisionado de asuntos internacionales del interinato de Juan Guaidó, empuja a la oposición institucional hacia la disolución de sus estructuras existentes.
"El gobierno interino se ha convertido en una especie de casta (…) una estructura que ha utilizado los activos venezolanos para provecho personales", dijo el dirigente opositor mientras daba a conocer su decisión.
El G4, la plataforma que reúne a los cuatro principales partidos opositores que se acogieron de manera unánime a la narrativa del interinato, ha quedado dislocado con las acciones que han sucedido a partir de las elecciones regionales del 21 de noviembre.
Por un lado, un remozado Manuel Rosales, dirigente principal de Un Nuevo Tiempo, una de las cuatro toldas del G4, se reunía en Miraflores con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, tras su victoria en la Gobernación de Zulia, el principal estado del país, después de haber sido un soporte parlamentario de Guaidó y toda su estrategia.
Luego, Julio Borges, de Primero Justicia, renunciaba a su cargo de "comisionado para asuntos internacionales" del interinato y pedía el fin de este, junto con la reestructuración de la oposición.
Además, el primer partido en votación de los opositores, Acción Democrática, de Ramos Allup, no termina de sentar una postura pública y se debilita por el posicionamiento de sus siglas y tarjeta electoral por parte de otra facción de su partido que fue designada en sus cargos internos por el Tribunal Supremo de Justicia.
De esta manera, el gobierno paralelo y virtual, que se consideraba legitimado por los votos de los congregantes de la antigua legislatura, ha quedado soportado solamente por el partido Voluntad Popular, de Juan Guaidó y Leopoldo López.
Se trata del partido más pequeño, con menos diputados y menos cargos de elección pública del G4. Ahora, tendrá que seguir su narrativa interina sin el acompañamiento del resto. Por ello, Voluntad Popular se irá convirtiendo en un aparato de trabajo internacional con manejos de importantes activos del país, sin más legitimidad discursiva que ser apoyado por los Gobiernos de EE.UU. y Colombia. Hay que tener en cuenta que la Unión Europea ya no les reconoce y el Grupo de Lima está "desactivado", cuando precisamente su "legitimidad internacional" era lo único que tenían.
Los partidos opositores ya han vuelto al cauce electoral, y los sectores radicales no tienen absolutamente nada que ofrecer en tanto ni tienen poder territorial, ni de movilización, ni pueden tampoco revertir las sanciones.
De esta manera, el interinato queda 'descorporeizado', no tiene el cuerpo político que representaba el soporte del G4, que entre todos lograron mayoría firme en el legislativo de 2015 por un período que constitucionalmente venció en 2020 y que con la venia de Washington han tratado de prolongar, según ellos mismos dicen, "hasta que caiga Maduro", algo que no está por venir los próximos años.
Superado el interinato para estos partidos y disuelto el G4, no se sabe todavía qué tipo de organización podría engendrarse a partir de este nuevo panorama, en el que la oposición disidente ha crecido y se alzó con la mitad de los cargos que consiguió toda la oposición en las megaelecciones.
El panorama para este cierre de 2021 es que los partidos opositores ya han vuelto al cauce electoral, y los sectores radicales no tienen absolutamente nada que ofrecer en tanto ni tienen poder territorial, ni de movilización, ni pueden tampoco revertir las sanciones, que es la principal demanda del Gobierno. Por ello, la mesa de negociaciones de México puede resultar innecesaria para el Ejecutivo de Maduro, a menos que sume un aliciente.
Barinas, clave
La nueva e inesperada cita electoral en Barinas, el estado "cuna" donde nació Hugo Chávez, que se realizará el 9 de enero, permitirá hacer una radiografía de cómo se termina vertebrando la oposición en esta especie de referendo simbólico.
De lograr el triunfo, la oposición institucional, o el G4, en torno a la tarjeta de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) –que aglutina a los principales partidos opositores–, permitirá dar claves sobre cuáles partidos y liderazgos podrían ser articulables en torno a una cadena que pueda pelear la mayoría, a pesar de la abstención y la división. Si por el contrario, la oposición no puede crear una fórmula victoriosa en Barinas, permitirá descifrar al oficialismo las formas de ahondar en su división política.
En todo caso, con la renuncia de Borges se privilegia la actuación política-electoral que se había abandonado. Con su cambio de rol, de canciller virtual a coordinador de su partido Primero Justicia, pone el interés en la política interna venezolana, después de invertir al menos un lustro en la política internacional.
La renuncia de Borges es una capitulación de los sectores que apostaron por la vía violenta e insurreccional o interventora. Todos han vuelto al escenario electoral menos Leopoldo López.
Hay que recordar que Borges fue el coordinador del diálogo en República Dominicana en 2017 y 2018, y fue el actor señalado por el Gobierno, y algunos mediadores, de no querer firmar a última hora una negociación que ya estaba redactada para llegar a acuerdos para las presidenciales de 2018. Con ese gesto, Borges definió, como estrategia opositora, la vía de facto y violenta para derrocar al Ejecutivo de Maduro que dio paso al interinato en enero de 2019.
Visto así, la renuncia es una capitulación de los sectores que apostaron por la vía violenta e insurreccional o interventora. Todos han vuelto al escenario electoral menos Leopoldo López, que quedará muy cómodo administrando los activos nacionales que le cedieron Washington y Bogotá.
Durante las últimas semanas se ha visto un nuevo perfil del líder de Voluntad Popular en el exilio, quien ya no está concentrado únicamente en Venezuela, sino que está operando como un articulador de la derecha radical internacional, asistiendo a las campañas de Keiko Fujimori, ahora visitando Chile invitado por la campaña del ultraderechista José Manuel Kast, calificando al Gobierno de Bolivia como una "dictadura" fuera de todo parámetro diplomático, pidiendo la libertad de Jeanine Añez y siendo recibido con honores por el presidente colombiano, Iván Duque. Digamos que en Europa le va mejor pareciéndose cada vez más a Vox.
Este 'rebranding' de Leopoldo López es también una forma de capitular en Venezuela. Ya todos saben que no será presidente, como apostaron desde Washington, y cambia de estrategia su marca personal, en momentos en los que su propio partido ya no le sigue la línea insurreccional y se concentra por ganar Barinas.
Por ahora solo vemos cómo se derrumba el edificio y nadie espera ver cómo se edifica de nuevo, a menos que haya sorpresas en Barinas este 9 de enero.
Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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