Las dos pérdidas de la derecha y el enigma de una izquierda sin referente único: los mitos que derrumba (y construye) la victoria de Boric en Chile

Los triunfos de López Obrador en México (2018) y Alberto Fernández en Argentina (2019) detuvieron el avance conservador de manera contundente. A partir de allí, han vuelto sobre la escena las formulas progresistas.

El triunfo de Gabriel Boric en las presidenciales chilenas forjó una nueva imagen sobre América Latina.

Su elección fue tan polarizada, tan ideológicamente confrontativa, que la lectura sobre el signo político del subcontinente esta siendo reanimada, especialmente después de la segunda década del siglo, en la que los contundentes triunfos de figuras derechistas como Jair Bolsonaro y Mauricio Macri señalaban un sentido contrario para la región, que se difuminó muy rápidamente. 

Finalizada la primera gran ola progresista, encabezada por Venezuela y secundada en una gran variedad de países, la derecha se fue posicionando en lugares clave del continente y produciendo propuestas conservadoras, como el extinto Grupo de Lima, que solo se basaron en atacar a Caracas y no realizaron políticas conjuntas de desarrollo.

Los triunfos de López Obrador en México (2018) y Alberto Fernández en Argentina (2019) detuvieron el avance conservador de manera contundente.

La victoria de Boric también implica un achicamiento de las proyecciones conservadoras: no solo ha sido derrotada la derecha en una elección particular, sino que ha sucumbido el modelo económico neoliberal.

A partir de allí, han vuelto sobre la escena las formulas progresistas de quienes han logrado recuperar su espacio. Este año, especialmente, les fue muy fructífero debido a los triunfos de Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y ahora Gabriel Boric en Chile.

Ecuador fue el único país en el que la derecha triunfó este año, debido a la incapacidad política del correísmo y los movimientos indígenas de llegar a acuerdos; sin embargo, fue un triunfo electoralmente débil para el actual presidente, Guillermo Lasso.

Así, la victoria de Boric viene a confirmar la tendencia, pero también implica un achicamiento de las proyecciones conservadoras, puesto que no solo ha sido derrotada la derecha en una elección particular, sino que ha sucumbido el modelo económico que representó el horizonte normativo que entusiasmaba a esos sectores de derecha: el neoliberalismo.

Es decir, los conservadores no solo han perdido un gobierno importante como el de Chile, sino que han perdido el norte, su relato ha sido desvencijado y para volver a ganar deben prefigurar otro mito que, especialmente después de la salida de Macri y el decaimiento de Bolsonaro, no parece estar construyéndose. 

Ante el derrumbe del modelo neoliberal, los sectores más reaccionaros han desempolvado los discursos anticomunistas y tratan de criminalizar a cualquier sector progresista, así sea moderado. Pero lo que ocurrió este año en Perú, Chile y Honduras da cuenta que ese relato del anticomunismo no es suficiente para ganar elecciones.

El caso de José Antonio Kast ha sido emblemático porque los sectores conservadores chilenos prefirieron a un radical populista e impresentable, y salieron derrotados.

Ante esto, la derecha más radical se debate en un dilema: remozar los discursos para hacerlos competitivos electoralmente o abandonar la senda democrática y volver a los años de dictadura. Y pensar esto desde Chile, con un ejército abiertamente reaccionario, no es una simple malcriadez.

Los intentos antidemocráticos de confrontar judicialmente a los líderes de izquierda para impedirles su candidatura, como Lula da Silva, Rafael Correa y Cristina Fernández, no han sido suficientes. Así, deberán pensar en una nueva vía que, como dijimos, es dilemática.

En 2022 veremos cómo se desarrollan las contradicciones de la izquierda y cómo se comporta el electorado en Colombia y Brasil, que son fundamentales para comprobar que esta tendencia se apodera de toda América Latina.

Pero los únicos que presentan dilemas y problemas no son las derechas latinoamericanas, las izquierdas también.

Problemas de la izquierda

Sin embargo, la izquierda latinoamericana también ha perdido referentes. La debacle del modelo petrolero venezolano, la actual derrota del peronismo en las elecciones de medio término, la debilidad del gobierno de Pedro Castillo y la impotencia de los socialistas bolivianos de hegemonizar las fuerzas armadas y policiales son situaciones que hacen estallar preguntas sobre la viabilidad de los proyectos progresistas.

En este campo tampoco hay modelos firmes a seguir. Ni siquiera hay certezas de que las fórmulas existentes puedan prolongarse más allá de algún período y además cumplan con parte de su agenda de cambios, más allá de una mejor distribución de la riqueza (cuando estas abundan).

Además, las críticas de Boric a Maduro y Díaz Canel, hacen ver que no es un movimiento tan cohesionado como en la primera década del siglo. Sin embargo, el surgimiento del liderazgo de Andrés Manuel López Obrador podría servir como eje articulador de un verdadero crisol de experiencias que se han posicionado los últimos años.

La izquierda no ha sabido todavía metabolizar sus fracasos y se crean divisiones en torno a programas maximalistas con un margen de maniobra casi nulo, y unos minimalistas que plantean transformaciones muy tímidas en relación a las exigencias de los electores, especialmente de los sectores populares. Es una tensión que acompaña estos procesos.

En 2022 veremos cómo se desarrollan dichas contradicciones y cómo se comporta el electorado de los países que celebrarán presidenciales y que son fundamentales para comprobar que esta tendencia progresista se apodera de toda América Latina.

Lo que viene en 2022

Colombia es clave por ser la cabeza de playa de EE.UU. en la región. Por primera vez en muchos años se están generando condiciones para que gane la izquierda, en manos de un exguerrillero y exalcalde de Bogotá: Gustavo Petro, que va primero en las encuestas pero que antes de ganar tendrá que sortear una infinitud de obstáculos de diverso grosor, desde las campañas mundiales de difamación hasta su propia seguridad, en un país acostumbrado a resolver violentamente sus diferencias.

Petro no es solo un enemigo de la mano dura de EE.UU., ya que le arrebataría su zona de confort, donde pueden moverse de manera impune, sino que también es enemigo de los paramilitares que cotrolan férreamente territorios por donde tendrá que avanzar la campaña. Han sido muchos los candidatos asesinados y la vida de Petro corre peligro.

Brasil es otra pieza simbólica porque se estarían enfrentando dos gigantes políticos, Lula da Silva y Jair Bolsonaro. Una hipotética derrota de este último implicaría el fracaso de la nueva estrategia de la derecha para confrontar los movimientos progresistas, según la cual contra los populismos de izquierda radicalizados habría que forzar la polarización y diseñar líderes populistas de derecha también radicalizados. El primero fue Macri, ya derrotado, pero el más importante ha sido Bolsonaro, y el año que viene tendrá que pasar una dura prueba.

Lo complejo del asunto es que la derecha, aliada a EE.UU, no se va a quedar con las derrotas viejas y nuevas. Va a tratar por cualquier medio de cambiar este panorama y es allí donde la situación se complejiza porque, a fin de cuentas, lo que ya no les sirve es la democracia y es posible que comiencen a pensar en nuevas formas de acceder al poder: ¿volverán las dictaduras a América Latina?

Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.

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