Una tomografía computarizada practicada a la momia del faraón egipcio Amenhotep I (que reinó entre 1525 y 1504 a. C.) puso al descubierto el daño que le causaron los ladrones de tumbas y también un intento de repararla siglos después de que fuera sepultado.
El equipo investigador responsable describe los resultados de esta 'desenvoltura' digital en la revista Frontiers in Medicine, señalando que el método utilizado no les permitió identificar la causa de la muerte, puesto que el cuerpo no presenta signos de ninguna patología que el gobernante tuviera en vida. Amenhotep I conservaba incluso todos sus dientes sanos, con un "desgaste mínimo", sus huesos íntegros y el cerebro completo, que los embalsamadores no extrajeron del cráneo.
Los egiptólogos Sahar Saleem y Zahi Hawass, autores del estudio, publicado este 28 de diciembre, creen que este faraón de la dinastía XVIII fue enterrado originalmente con los brazos cruzados frente al pecho, pero los saqueadores le dislocaron el brazo derecho y le rompieron dos dedos de la mano izquierda. Sin embargo, las falanges de estos dedos separados no se perdieron y en las imágenes generadas por el tomógrafo se los puede ver dentro de su abdomen agujereado.
Los ladrones irrumpieron en el sepulcro, ubicado en una colina de Luxor, para saquearlo en algún momento indeterminado entre los finales del siglo XVI y el siglo XI a. C. En esta última fecha, cuando gobernaba la dinastía XXI, hubo un intento de reparar la momia realizado por sacerdotes de la época, quienes sujetaron el brazo izquierdo con un alfiler para mantenerlo en una nueva posición.
"Hemos demostrado que, al menos para Amenhotep I, los sacerdotes de la dinastía XXI repararon con amor las heridas infligidas por los ladrones de tumbas, restauraron su momia a su antigua gloria y conservaron las magníficas joyas y amuletos en su lugar", comentó Saleem en un comunicado.
Esta acción quedó documentada en una serie de jeroglíficos de la época. La idea de que sacerdotes restauraran la momia de un faraón de una dinastía anterior contradice una hipótesis que mantenían los propios Saleem y Hawass, quienes hasta ahora pensaban que los religiosos tenían la costumbre de abrir sarcófagos antiguos pero para reutilizar sus equipos fúnebres.
El modelo tridimensional conseguido con la tomografía dejó visualizar, capa por capa, los tres componentes principales de la momia: la máscara de la cabeza, los vendajes que envuelven al cuerpo y el propio cuerpo. Tras analizar los restos, los investigadores concluyeron que el faraón medía 1,69 metros, estaba circunciso y tenía alrededor de 35 años al momento de su muerte.
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