En quechua, la práctica ancestral de mascar coca se nombra con una palabra: akullikuy. De ese vocablo, ampliamente utilizado en países como Bolivia, Perú y Argentina, se derivan las expresiones acullico, acuyico, acollico, aculli y acuyicua, que siguen usándose para denominar un acto ritual que reivindica el legado de los pueblos originarios andinos.
En Bolivia, desde el año 2016 con la promulgación de la Ley 864, cada 11 de enero se celebra el Día Nacional del Acullico. La fecha rememora la jornada en que La Paz se adhirió nuevamente a la Convención Única de las Naciones Unidas sobre estupefacientes de 1961, dejando clara una excepción para permitir el tradicional masticado de coca en el territorio nacional, también conocida como acullicu, pijcheo, coqueo o boleo.
"Muchos han tratado de desprestigiar la hoja de coca, inclusive con argumentos de odio y rechazo a las culturas que integran a nuestro país, desconociendo la pluralidad, la complementariedad que nos identifica. Se negó y humilló a nuestra Whipala y al acullico", recordó este martes el presidente de Bolivia, Luis Arce, durante un acto conmemorativo en la casa de Gobierno, quien destacó que a pesar de ello, la práctica "ha trascendido y se ha sofisticado".
Además, en su cuenta de Twitter, el mandatario recordó que esta práctica "ha trascendido fronteras". "La hoja de coca no puede faltar en las mesas de nuestras familias. Invitamos a revalorizar y a respetar este símbolo ancestral. Continuaremos con la tarea de industrializarla. ¡Jallala nuestra hoja de coca!".
Un cultivo vital
Además de su significado cultural, la hoja de coca en Bolivia tiene relevancia como práctica de integración y es transversal a toda la sociedad, ya que su uso ocurre en contextos rurales y urbanos, sin distingo de clases sociales.
Por eso, un informe del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, citado por la agencia ABI, destaca que este cultivo es prioritario para el Ejecutivo nacional, que "viene ejecutando acciones dirigidas a proteger y revalorizar la coca originaria y ancestral como un patrimonio cultural y recurso natural renovable, preservando a la Madre Tierra".
En ese sentido, destacan la promoción de la producción y comercialización de la hoja de coca en estado natural, cuya importancia está asentada incluso en la Constitución Política del Estado, que en 2009 estableció un artículo que protege el cultivo originario por ser símbolo de diálogo, reciprocidad y equilibrio con la naturaleza.
Entre los usos más cotidianos de la hoja de coca están el medicinal, el mascado o en infusiones, y el industrial para la comercialización de productos como alimentos, mates o bebidas energéticas, que aprovechan los nutrientes y potencialidades del cultivo.
No es cocaína
La reintegración de Bolivia a la Convención de la ONU se produjo en 2013, después de que la mayoría de los países admitiera la solicitud de La Paz para no vetar la práctica del acullico. Solo 15 países objetaron la petición, que fue interpuesta por el entonces presidente Evo Morales ante el secretario general de las Naciones Unidas.
El retiro temporal de La Paz de la Convención había ocurrido porque en enero de 2010, uno de los artículos de ese instrumento vetaba el masticado de coca y pedía eliminarlo en un plazo no mayor a 25 años, lo que implicaba la censura a una práctica ancestral que está íntimamente vinculada con la cultura boliviana.
Al año siguiente, para celebrar el reingreso a la Convención, Morales aclaró que el reconocimiento al consumo tradicional de la hoja de coca solo implicaba la reivindicación de una cultura que usa ese cultivo en su estado natural: "No significa legalizar la cocaína ni legalizar las drogas", aseveró.
"Estamos hablando de esta hoja de coca, que es verde, y no es blanca, como la cocaína", enfatizó en esa oportunidad para fijar las diferencias entre el consumo tradicional y la que se usa para la producción de estupefacientes.
El conflicto sobre la hoja de coca surge porque Bolivia, después de Colombia y Perú, es el tercer país que produce ese cultivo clave para la elaboración de la cocaína. Sin embargo, durante la administración de Morales, derrocado en 2019, el país registró una disminución progresiva de los cultivos que fue reconocida por la Oficina de la Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito.
Sin embargo, la UNODC alertó el año pasado sobre el crecimiento de los cultivos ilícitos de hoja de coca en 2020 y recomendó ampliar las labores de erradicación. Durante ese período en el que se reportó el incremento, el país andino estaba dirigido por el Gobierno de facto de Jeanine Áñez.
La administración de Arce, por su parte, se ha comprometido a la ambiciosa meta de retomar los estándares internacionales de Bolivia y erradica unas 9.000 hectáreas de cultivos ilícitos al año.