La polémica propuesta de la Comisión Europea de considerar al gas y a la energía nuclear como fuentes de energía verde se ha materializado este miércoles. El organismo ha presentado su taxomonía energética dentro del proyecto de reglamento sobre la mitigación y la adaptación al cambio climático, denominada 'Taxonomy Complementary Climate Delegated Act'.
Después de meses de negociación y de polémica, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha logrado imponer la visión de los dos países con más peso dentro del bloque: Francia y Alemania. El primero depende por entero de la energía nuclear, que constituye el 75 % de su matriz energética, mientras que el segundo lo hace del gas.
La nueva clasificación identifica a las actividades económicas que contribuyen a la reducción de emisiones de CO2 con una etiqueta verde, que ahora también llevarán el gas y la energía nuclear.
La importancia de este etiquetado es que pretende ser una orientación para inversores, canalizando el capital a actividades sostenibles, por lo que las tecnologías energéticas presentes en esta taxonomía pueden atraer inversiones multimillonarias en los próximos años.
La controvertida decisión aún no es definitiva, aunque teniendo en cuenta las correlaciones de fuerzas, lo más seguro es que no sea retocada. El proyecto de reglamento ahora se remitirá al Consejo de Ministros de la Unión Europea y al Europarlamento.
Cualquiera de las dos instituciones podría devolver el texto a la Comisión Europea, para su reforma. Sin embargo, parece poco probable que en el plazo de cuatro meses que tienen para su escrutinio se produzca un veto, habida cuenta del equilibrio entre detractores y defensores del nuevo reglamento.
Aún así, la iniciativa podría sufrir otro revés: la posibilidad de que uno o varios países miembros de la UE denuncie el texto ante el Tribunal de Justicia europeo.
Si consigue superar los posibles contratiempos, el reglamento entrará en vigor el próximo 1 de enero.
Requisitos específicos
Según la Comisión, los criterios específicos para las actividades nucleares y gasísticas "están en consonancia con los objetivos climáticos y medioambientales de la UE y ayudarán a acelerar el cambio de los combustibles fósiles sólidos o líquidos, incluido el carbón, hacia un futuro climáticamente neutro".
Como parte de esos criterios se incluye que las actividades relacionadas con el gas fósil deberán cambiar completamente la instalación a gases renovables o bajos en carbono antes del 31 de diciembre de 2035. Establece que cada nueva central de gas que se construya debe conllevar la retirada de una central de carbón con la misma capacidad, y que en 2050 el gas natural debe representar un máximo del 9 % del consumo interior bruto de energía (frente al 22 % de 2030).
En cuanto a la energía nuclear, la describen como "baja en carbono" y sostienen que "sujeta a estrictas condiciones ambientales y de seguridad que garanticen el respeto del principio de no causar daños significativos, puede desempeñar un papel en la transición hacia la neutralidad climática".