Un grupo de científicos de la Universidad de Georgia (EE.UU.) ha alertado que las arañas Joro, del tamaño de la palma de una mano, podrían colonizar toda la costa este del país, según un artículo publicado recientemente en la revista Physiological Entomology.
Esta especie invasora de origen asiático, conocida por tejer vistosas telas doradas, fue vista por primera vez en EE.UU. en 2013. Desde entonces ha ido extendiéndose por todo el sureste de la nación norteamericana.
El estudio compara este caso con el de la araña de seda dorada, que llegó al país hace unos 160 años proveniente de los trópicos. Sin embargo, esa especie no pudo extenderse más allá del sureste estadounidense debido a su vulnerabilidad al frío.
Resistente al frío
Los investigadores han descubierto que, a pesar de sus similitudes, la araña Joro tiene un metabolismo aproximadamente dos veces mayor que su pariente, una frecuencia cardíaca un 77 % más alta y puede sobrevivir a una breve congelación, al contrario que las arañas de seda dorada, por lo que es posible que se extienda.
Los autores del estudio señalan que, en su Japón natal, las arañas Joro colonizaron la mayor parte del país, destacando que la nación asiática tiene un clima muy similar al de EE.UU. y se encuentra aproximadamente en la misma latitud.
"Con solo mirar esto, parece que las Joro probablemente podrían sobrevivir en la mayor parte de la costa este de aquí, lo cual es bastante serio", afirmó Andrew Davis, científico de la Escuela de Ecología Odum de la Universidad de Georgia y coautor de la investigación.
"Aprender a vivir con ellas"
Los ejemplares de esta especie pueden usar su seda para transportarse a nuevos lugares con la ayuda del viento, lo cual le permite propagarse con rapidez. Cuando nacen sus crías en primavera, estas migran hacia un nuevo emplazamiento y, a su vez, su descendencia hace lo propio al año siguiente.
No obstante, los científicos aseguran que estas arañas son relativamente inofensivas para las personas y las mascotas, ya que no pican a menos que se las acorrale y sus colmillos a menudo no son lo suficientemente grandes como para romper la piel humana.
"La gente debería tratar de aprender a vivir con ellas", aseveró Davis. "No hay razón para andar aplastándolas activamente", comentó, por su parte, Benjamin Frick, coautor de la investigación. "Los humanos están en la raíz de su invasión. No culpéis a la araña Joro", concluyó.
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