Muchos residentes de la ciudad ucraniana de Mariúpol ya no tienen apartamentos porque los edificios en los que vivían se han convertido en escombros, en estructuras a punto de colapsar. En estas condiciones, el único remedio para ellos es buscar a sus familiares quienes podrían darles un amparo en otras ciudades, en otros lugares.
El grupo de voluntarios encabezado por Yevgueni Pozhidáyev, líder del club de todoterrenos Donbass, se encarga de este asunto en esta ciudad que fue usada por militares ucranianas como bastión contra las fuerzas rusas y sus aliados de la República Popular de Donetsk.
"Ahora llegamos al lugar. Hoy planeamos evacuar a personas, las llevamos hasta el autobús. No podían caminar, entre ellas había una anciana, y ahora los llevamos hasta el autobús y luego seguirán solos. Cuando veníamos para acá, la gente se nos acercaba, los ayudamos entregándoles tarjetas SIM", contó Pozhidáyev a RT.
Ahora ya no tenemos miedo
Su grupo de voluntarios ofreció ayuda a un anciano que sufrió lesiones en medio de los bombardeos en la ciudad.
"Muchas gracias, estoy incapacitado, tengo una pierna herida de bala. Pasé 16 días en un hospital, aún no ha cicatrizado […] Aquí cayó un proyectil. Aquí tengo tres fragmentos de metralla y otro más acá", mostró el hombre.
A Valentina, otra de las residentes, la esperan en Rostov, ciudad al suroeste de Rusia. Se va porque no tiene otras opciones: su apartamento se quemó por completo junto con todo el bloque residencial.
"Nos quedamos sin nada. Nuestra ropa y todas nuestras cosas se quemaron. No quedó nada", dijo la anciana.
Andaba junto con su amiga por la calle, las mujeres dicen que la imagen actual de su ciudad arruinada, no obstante, ya no les da miedo.
"Lo que sí daba miedo era cuando todo estaba ardiendo y retumbaba. Ahora ya no tenemos miedo", dijo una de ellas.
Después de despedirse de Valentina, los voluntarios continúan su recorrido por Mariúpol. Para los que tienen muchas dificultades para salir de su apartamento, los voluntarios llegan con bolsas con todo lo necesario.
A Lidia, otra anciana a la que ayudaron los voluntarios en esta ocasión, la esperan en la ciudad rusa de Surgut.
"Tenía que prepararme y estar aquí"
Las historias de los voluntarios son diferentes. Para Oksenia Ramadánova es algo muy personal tomando en cuenta que ella vivió en la región de Donetsk, que fue uno de los epicentros de los combates entre las milicias y las fuerzas ucranianas en el 2014.
"De pequeña vivía en la ciudad de Górlovka. Cuando empezó la guerra, por supuesto, muchas personas resultaron afectadas. Esta realidad no me es indiferente, porque también perdí a seres queridos. Cuando empezó esto en Mariúpol, me di cuenta de que tenía que prepararme y estar aquí", contó la voluntaria.
"La gente empieza a salir de los sótanos"
Una de las acciones principales del voluntariado es la entrega de alimentos, mayoritariamente pan. Prácticamente, después de cinco minutos de preparación, los voluntarios reciben a una larga fila.
"Como pueden ver la situación, habrá que trabajar por lo menos tres meses hasta que se normalice el suministro de alimentos. Por el momento, la situación es difícil. Hay áreas a las que no ha llegado nadie aún. Tratamos de visitar esas zonas. Hace días que estamos aquí, en las calles hay escombros, árboles caídos... La gente empieza a salir de los sótanos", cuenta Pozhidáyev.
De todas maneras, paulatinamente, la ciudad empieza a resurgir. Será un trabajo duro y prolongado, pero lo importante es que ahora la gente tiene cierta claridad y esperanza sobre su futuro.