Cerca de 300.000 personas de Burkina Faso han sido víctimas en lo que va del año de la destrucción de 32 instalaciones de agua por parte de grupos armados, un hecho que, unido a la sequía durante la estación más seca del año, ha provocado el desabastecimiento de agua potable, según denunciaron trece organizaciones nacionales e internacionales que brindan asistencia humanitaria a la nación africana.
El informe calcula que unas 290.000 personas en el país sufrieron de ataques directos a instalaciones de agua, mientras que el número total de personas directa o indirectamente afectadas se eleva a 520.000.
La restricción al acceso de este bien fundamental debido a cuestiones geopolíticas ha sido denominada "guerra del agua". "Estos ataques repetitivos a los servicios del agua y su grave impacto en millones de miles de civiles vulnerables no tienen precedente" en la nación, afirmó Hassane Hamadou, director del Consejo Noruego para los Refugiados en Burkina Faso. "Interrumpir el acceso de los civiles al agua ya no es un subproducto principal de conflicto; se ha convertido en un arma de guerra y marca un nuevo y despreciable giro en la violencia", condenó.
Los ataques, que van desde golpes directos contra puntos de agua y camiones cisterna y contaminaciones deliberadas de los recursos hídricos hasta sabotajes de los generadores de la red pública de agua, se produjeron sobre todo en la ciudad septentrional de Djibo, en la región del Sahel, donde actualmente los residentes disponen de menos de tres litros de agua al día para cubrir todas sus necesidades, incluyendo beber, la higiene personal y la preparación de alimentos.
Antes de estos atentados, los habitantes de la ciudad disponían de un promedio de seis litros diarios, mientras que según Organización Mundial de la Salud (OMS), las personas en situación de emergencia necesitan al menos entre 15 y 20. En comparación, el promedio de gasto de agua de un habitante de Europa se sitúa en 150 litros al día.
Los ataques se están extendiendo a otras regiones, como es el caso del incendio provocado de un camión cisterna por unos hombres armados en la región centro-norte del país el pasado 15 de abril. A consecuencia de este, se ha tenido que frenar la única forma de proporcionar agua de emergencia a los residentes de la zona.
Las ONG denuncian que los civiles que se dirigen a los puntos de abastecimiento de agua no solo se exponen a caminar grandes distancias y a largas esperas, sino también a sufrir violencia, intimidación y amenazas. El pasado 11 de marzo, una mujer murió tras ser alcanzada por una bala perdida cuando un grupo de hombres armados trataron de dispersar con disparos de advertencia a una multitud que esperaba cerca de un pozo en Djibo.
Rebecca Bouchet-Petersen, directora de Solidaridad Internacional en Burkina Faso, aseguró que el conflicto, especialmente en Djibo, está "poniendo en riesgo lo único sin lo que una persona no puede sobrevivir: el agua potable", agregando que los civiles están siendo víctimas además de la escasez de alimentos y medicinas.
Asimismo, advirtió que la difícil situación posiblemente desencadene una crisis humanitaria por los riesgos de beber agua sin depurar mientras las temperaturas rozan los 40 ºC en una ciudad de difícil acceso como Djibo, que se ha convertido en "la primera línea de un nuevo tipo de guerra".