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"El miedo sigue ahí": el informe que desentraña el impacto del desplazamiento forzado de periodistas amenazados en México

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Desde el año 2000 han sido asesinados 153 trabajadores de prensa.
"El miedo sigue ahí": el informe que desentraña el impacto del desplazamiento forzado de periodistas amenazados en México

Incertidumbre. Angustia. Censura y autocensura. Inestabilidad laboral. Desprotección del Estado. Pero, sobre todo, lo que padecen los periodistas mexicanos que son amenazados y obligados a abandonar su lugar de residencia, es miedo.

Así lo revela el informe 'El miedo sigue ahí. Periodismo crítico en desplazamiento y resistencia', que fue realizado por la asociación civil mexicana Aluna Acompañamiento Sicosocial y auspiciado por la organización alemana Pan para el Mundo.

El documento analiza una más de las múltiples ramificaciones de la violencia en México, que desde hace años, a partir de la guerra contra el narcotráfico que comenzó el expresidente Felipe Calderón, se convirtió en el país más peligroso para ejercer el periodismo.

Las cifras de víctimas no paran. Al contrario. A los 153 periodistas asesinados desde el año 2000, se suman los que son hostigados por dirigentes políticos, fuerzas de Seguridad y organizaciones criminales, y que terminan desplazados porque su vida corre peligro. Tan solo en los tres primeros años del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la organización Artículo 19 ha documentado casi 2.000 agresiones a la prensa.

"Decidimos tratar esta problemática, dada la continuidad del embate contra el periodismo crítico en el país que sobreviene a la transición de gobernantes. También porque consideramos 'sujetos políticos' a las y los periodistas críticos, independientes y de investigación que mediante el ejercicio de su profesión abonan a la transformación social del país, con acciones como develar o cuestionar las estructuras de poder y sus violencias o brindar información crucial para las luchas sociales", señala el informe.

Para indagar en las secuelas, Aluna retoma las historias de cinco periodistas desplazados que explican cómo vivieron el antes, el durante y el después de las amenazas, y el proceso que han debido enfrentar para reconstruir sus proyectos de vida a nivel personal y profesional.

La vulnerabilidad de estos y otros periodistas que están en riesgo, añade la investigación, se ve agravada por la falta de una política eficiente de protección por parte del Estado mexicano, que incluya la prevención del riesgo, la reparación del daño y las condiciones de no repetición de las violencias que orillan al desplazamiento forzado.

"Profundizamos en el abordaje de las estrategias de afrontamiento que las y los periodistas en cuestión desarrollan para preservar la vida frente al entramado de violencias generalizada, sociopolítica y patriarcal que les acechan y para mantener su compromiso social a través de su vocación", señala al destacar la importancia de la creación de redes de periodistas que pugnan por condiciones de seguridad que posibiliten el ejercicio del periodismo crítico en el país, en beneficio de toda la sociedad, y el posible retorno a sus hogares.

También reconoce que el informe "es un relato de dolor, miedo y pérdidas, pero también de una gran capacidad de resistencia, tejido de redes y resignificación de la vivencia".

Historias

A lo largo del informe se entrelazan los testimonios de Patricia, Hugo, Yaneli, Julio Omar y Julio César, cinco periodistas que, como tantos más, tuvieron que dejar sus estados para exiliarse. Era la única forma de salvar su vida.

En sus historias hay un sentido de compromiso por el oficio, de pérdida por haber tenido que desplazarse y de incertidumbre por lo inexplicables que les resultan las amenazas que recibieron.

"Cuando pasó que tuve que dejar el estado o el país, todavía no reconocía el miedo, tardé yo creo como ocho meses en reconocerlo, después de todo un proceso. Y sí, por supuesto que sí es miedo y ahora sí ya lo reconozco pero pues como de manera serena", cuenta Patricia, quien también recuerda que a los periodistas se les impone el "deber" de no llorar ni de manifestar sus temores.

"Yo tenía pesadillas horribles con los muertos que veía en las planchas y le agarré fobia al olor... Y entonces le dije a mi editor: 'sabes qué, ya no quiero, no me pagas para esto, me está haciendo daño la exposición, así no puedo estar'; y ya nacieron mis hijos y dije: 'no, me tengo que salir de ese ambiente de ver pedazos acá, o de ver de quién era este brazo, ya ya ya, me voy", explica Julio César.

Una balacera que terminó en una masacre fue determinante. "Asesinaron a mis amigos y yo estaba encerrado, no podía ir ni al velorio, con eso se lo digo todo, porque no me podían ver. Y en algún momento pensé ¿voy a vivir encerrado, estoy bien aquí, como rata? Y no, pues no, no voy a estar a gusto", dice.

Hugo narra las tensiones constantes con los grupos de poder y la defensa de su trabajo en un momento extremo en el que negoció su cobertura en medio de una disputa de dos grupos locales de crimen organizado. Le pidieron que no publicara "chingaderas" y él les pidió que respetaran su vida.

"Y hasta ahí llegué", dice, porque les tuvo que aclarar a los narcos que él no era un delincuente: "No traten de ponerse al tú por tú, pues, porque yo no soy sicario, yo soy periodista".

En el caso de Yaneli, llegó el día en que ya no aguantó más la presión, la violencia.

"Hablé con alguien y le dije que me sentía muy mal, y yo estoy aquí sola y con todo esto y ya veo que realmente sí me quieren hacer daño, me están poniendo trampas, y me respondió algo que [en ese momento] me hizo sentir muy mal, algo así como 'pues es que es el riesgo de trabajar en esto, es que sabemos que puede pasar', y ahí fue donde dije: pues es que estoy sola depende de mí, tengo que buscar la manera de salvarme", rememora.

Después de sufrir atentados, para Julio Omar "el mayor miedo ya no era tanto que lo mataran, sino que le hicieran daño a su familia. "Cuando uno está en una situación así pues como que ya no le da miedo y más cuando se te adelanta un familiar, alguien que quieres tanto, como el caso de mi papá, pues le pierdes en cierta manera el miedo, pero tampoco aguantaría el que algo le hicieran a mis hijos", dice.

Para entonces, ya había presenciado el asesinato de uno de los escoltas que le había asignado el Mecanismo de Protección de Periodistas.

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