La NASA calcula a qué profundidad habría que cavar para poder descubrir posibles indicadores de vida en Marte
Los róveres marcianos tendrían que buscar a profundidades de al menos dos metros para poder encontrar aminoácidos —moléculas orgánicas asociadas con la vida—, según un experimento realizado por un equipo de la NASA, comunicó la agencia aeroespacial este lunes.
Esto se debe a la radiación cósmica, que en el planeta rojo es mucho más fuerte que en la Tierra, al carecer Marte de una magnetosfera y atmósfera suficientes como para proteger su superficie.
"Nuestros resultados sugieren que los aminoácidos son destruidos por los rayos cósmicos en las rocas de la superficie marciana y el regolito a un ritmo mucho más rápido de lo que se pensaba", afirma Alexánder Pávlov, autor principal del estudio, publicado el pasado viernes en la revista Astrobiology.
Las rocas y el suelo marciano ofrecen protección contra la radiación, pero esta protección depende del grosor de la capa superior. Actualmente, los aparatos científicos en Marte solo pueden excavar a profundidades de hasta unos cinco centímetros, lo que es demasiado poco como para poder descubrir posibles huellas de vida antigua.
"A esas profundidades, se necesitarían solo 20 millones de años para destruir los aminoácidos por completo. La adición de percloratos y agua aumenta aún más la tasa de destrucción de los aminoácidos", explica Pávlov. 20 millones de años es un periodo de tiempo relativamente corto, ya que los investigadores buscan indicios de vida antigua de hace miles de millones de años, cuando Marte era más parecido a la Tierra.
Aminoácidos de cadena lineal ya fueron descubiertos en un asteroide procedente de Marte, RBT 04262, hallado en la Antártida. Conforme a los científicos, esto podría evidenciar la presencia de moléculas orgánicas en lo profundo del planeta rojo.
"Dado que los meteoritos de Marte normalmente son expulsados desde profundidades de al menos 3,3 pies [un metro] o más, es posible que los aminoácidos de RBT 04262 estuvieran protegidos de la radiación cósmica", sugiere el coautor del estudio, Danny Glavin.