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Insultos, gritos y agresiones: la creciente (y preocupante) violencia contra políticos en Argentina que se incentiva desde las redes

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Los "escraches" han registrado una escalada en los últimos meses, en particular contra figuras del oficialismo.
Insultos, gritos y agresiones: la creciente (y preocupante) violencia contra políticos en Argentina que se incentiva desde las redes

Los insultan en la calle. Los acusan de corruptos, de ladrones, de estafadores. Les gritan que se vayan. Les golpean los vehículos. Los persiguen a los gritos. Los acosan con celular en mano para grabar sus reacciones ante el hostigamiento.

Las agresiones públicas en Argentina, en donde suelen calificarse como "escraches", se han incrementado en las últimas semanas, en particular en contra de dirigentes o simpatizantes oficialistas, y ya generan preocupación en algunos sectores de la sociedad que alertan del riesgo que implica fomentar la intolerancia y la violencia social.

El problema es que no se trata de protestas sociales, sino de acoso y ataques personales, que son evaluados y difundidos a partir de una doble vara, dependiendo quiénes sean las víctimas.

En las redes y en la prensa tradicional suelen festejarlos y justificarlos si se realizan contra figuras públicas con las que el medio o el periodista de turno no simpatizan. "Es condena social", "la gente está cansada", aseguran para darles la razón.

Por el contrario, si los "escraches" afectan a personajes a los que sí apoyan, entonces estalla la indignación, la censura y las advertencias de que no son acciones genuinas, sino montadas por adversarios fanáticos e intolerantes que no soportan "a quienes piensan distinto".

Uno de los casos más recientes lo padeció Pablo Echarri, un famoso actor que simpatiza con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El miércoles, al salir del teatro, fue increpado por un solitario transeúnte.

"Echarri, ahora que el dólar está a 300 pesos, ¿la Patria no está en peligro? ¡No vas a poder caminar por la calle!", le gritó mientras decenas de seguidoras del actor lo rodeaban.

La agresión no pasó a mayores, pero la inquietud crece porque no es un hecho aislado.

Envalentonados

La semana pasada, el juez Daniel Rafecas tuvo que salir de un restaurante luego de que un hombre se acercara de manera agresiva a su mesa, y acompañado de otra persona a la que le pidió que lo grabara, ya que el propósito central es difundir el video en redes sociales y que llegue a los medios.

"¡Este señor es un corrupto!", gritó de manera insistente para sorpresa de Rafecas, un magistrado al que acusó de favorecer a Fernández de Kirchner.

Lo mismo le ha ocurrido ya en diversas ocasiones a Ginés González García, el exministro de Salud que tuvo que renunciar a su cargo luego de autorizar que decenas de amigos y funcionarios se vacunaran contra el coronavirus en la sede de la cartera y no en un vacunatorio formal, en lo que ha sido uno de los escándalos más graves de este Gobierno.

A principios de este mes, se viralizó un video en el que una mujer lo insultó en un avión. "¡Te robaste las vacunas de todos los argentinos!", gritó la pasajera mientras se grababa a sí misma con su celular.

El escenario siempre son espacios públicos. "Vago, andá a laburar", le dijeron varias personas que persiguieron a Pablo Moyano, un sindicalista cercano al Gobierno. "Andate a Cuba, ¿querés empobrecer a la gente? ¡La gente se está muriendo de hambre!", fueron otras de las consignas que, con el mismo mecanismo de agresión callejera, le dijeron al dirigente social Juan Grabois.

A la diputada peronista Victoria Tolosa Paz, por su parte, la obligaron a salir de un evento público entre insultos y acusaciones de "ladrona".

De la oposición, en estas últimas semanas solo ha habido un "escrache" en contra de la exministra de Seguridad y aspirante presidencial Patricia Bullrich. "¡Basta de impunidad!", le dijeron entre otras ofensas varios vecinos al reclamar por los cinco años de la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, uno de los casos más graves de violencia institucional que hubo durante su gestión.

Sobreactuación

El viernes pasado, en una de sus primeras giras como nuevo ministro de Economía, Sergio Massa fue sorprendido por una mujer que se grabó mientras lo insultaba a los gritos. "¡Delincuente, nos roban a nosotros los trabajadores!", le dijo de manera insistente cuando el funcionario se acercó a saludar a un grupo de simpatizantes.

Por la noche, Viviana Canosa, una controvertida periodista de ultraderecha que suele propagar desinformación, discursos de odio e insultar a funcionarios o a todas las personas con las que no esté de acuerdo, anunció de manera sorpresiva que su programa no se iba a emitir y que lo cancelaba de manera definitiva.

A través de un hilo de Twitter, la comunicadora denunció que tenía "diferencias" con el canal, pero no reveló cuál había sido el motivo de su intempestiva salida. Más tarde se especuló con que pensaba transmitir el video del "escrache" a Massa y que el dueño del canal, Daniel Vila, se lo había prohibido porque es amigo del ministro.

La explicación oficial de la empresa fue que había decidido dejar de difundir las agresiones de desconocidos a personalidades públicas para no contribuir a generar climas de violencia.

"Ello en razón de la agitación que estos desconocidos provocan con sus agresiones en un momento en el que el país requiere la colaboración de todas las fuerzas políticas y de la sociedad en general para mantener la paz social y el respeto por las instituciones", señaló en un comunicado.

Sin embargo, como Canosa es opositora al Gobierno de Alberto Fernández, del peronismo y del kirchnerismo en general, de inmediato los periodistas y políticos de derecha que la amparan denunciaron que había sido censurada.

Incluso el expresidente Macri salió en su auxilio y se sumó a las voces que alegaban supuestos ataques a la libertad de expresión. El debate sobre la responsabilidad que tienen los medios de comunicación para no promover los "escraches" o cualquier acto de violencia fue opacado, pero los temores a las agresiones en las calles permanecen.

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