El Gobierno de Irán rechazó este lunes cualquier relación con el ataque que sufrió el escritor británico-estadounidense de origen indio Salman Rushdie, quien la semana pasada fue apuñalado durante un evento en Nueva York, EE.UU.
En los primeros comentarios públicos de Teherán al respecto, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores iraní, Nasser Kanaani, dijo en una sesión informativa citada por la agencia Tasnim, que "nadie tiene derecho a acusar" a la República Islámica por la agresión contra Rushdie.
Según el portavoz, nadie merece la culpa y las acusaciones "excepto" el propio escritor y sus seguidores. Salman Rushdie se expuso a la ira no solo de los musulmanes, sino también de los fieles de otras creencias al insultar las santidades islámicas y cruzar las líneas rojas de todas las religiones, comentó Kanaani.
"Actitud contradictoria" de Occidente
El apoyo de varios gobiernos a la libertad de expresión no puede justificar los insultos contra las religiones, y "creemos que el discurso de odio y el sacrilegio están condenados religiosa, moral y legalmente", manifestó.
Además, Kanaani criticó la postura de Occidente que condena las acciones del autor del ataque, pero "glorifica las medidas insultantes de Rushdie contra las creencias islámicas", a lo que calificó como una "actitud contradictoria".
El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, condenó el pasado domingo a Irán por incitar a la violencia contra Salman Rushdie, quien permanece en estado crítico aunque su condición "va en la dirección correcta". "Las instituciones estatales iraníes han incitado a la violencia contra Rushdie durante generaciones, y los medios afiliados al Estado recientemente se regodearon sobre el atentado contra su vida. Esto es despreciable", dijo Blinken.
Rushdie, de 75 años, es autor de 'Los versos satánicos', un libro cuya publicación en 1988 provocó una gran polémica en el mundo musulmán por la supuesta irreverencia con que se trata a la figura del profeta Mahoma, y fue tachado de blasfemo. La obra fue prohibida en Irán, y en 1989 el ayatolá Jomeiní, entonces líder supremo de la República Islámica, leyó un edicto religioso, o 'fetua', llamando a ejecutar al escritor.