En España, la Policía parece haber resuelto el asesinato de Juana Canal, una mujer que desapareció el 22 de febrero de 2003 sin dejar pistas. Tenía entonces 37 años y dejaba dos hijos de 16 y 18 años. Quien fuera su pareja hasta el momento de su desaparición fue detenida este miércoles.
El detonante del arresto de la pareja de la víctima, Jesús P.R., de 53 años, fue el hallazgo de unos restos óseos en un paraje de la provincia de Ávila, en el interior del país. Tras su detención fue trasladado a la Comandancia de la Guardia Civil en Ávila.
El detenido ha declarado que encontró a la mujer muerta, se asustó y optó por descuartizar el cadáver. Además, ha asegurado que guardó los restos mortales en dos maletas y se dirigió en coche hasta las afueras el municipio de Navalacruz, donde cavó dos hoyos y enterró el cadáver en el monte.
Mientras, desde la tarde de ayer, los agentes se encuentran registrando la finca donde se hallaron los restos de Juana Canal, propiedad de los padres del presunto asesino.
Vuelco en el caso
Cuando ya habían trascurrido 16 años de la desaparición, en 2019, se produjo por casualidad el hallazgo de varios restos cuando un senderista encontró el cráneo y un fémur que, tras el análisis de ADN, se estableció que correspondían a Juana Canal.
Ahora, este mes, la Guardia Civil puso en marcha un despliegue policial en el que participaron más de 60 agentes, equipados con un georradar, drones y perros rastreadores.
El dispositivo propició que hace tan solo unos días, el 17 de octubre, se encontraran en la misma zona más restos, un fémur y el hueso de la cadera.
La hipótesis que baraja la Policía es que la mujer fue asesinada en Madrid, donde residía, y el cadáver fue posteriormente trasladado. Algo en lo que coincide la versión de los hechos dada por el detenido.
Una desaparición sin resolver
La desaparición de Juana Canal fue siempre una incógnita. El 22 de febrero de 2003, su hijo menor encontró una nota al llegar a su casa, escrita por el ahora detenido, en la que le decía que había discutido con su madre y que la mujer se había marchado después de haber ingerido numerosas pastillas.
Eso fue lo último que supo su familia de ella, hasta que la Policía Nacional se puso en contacto con ellos en junio a través de la Asociación SOS Desaparecidos para informarles del hallazgo de los restos. Siempre creyeron que la desaparición no había sido voluntaria y que era imposible que se marchara abandonando a sus dos hijos.
En el momento de su desaparición, la mujer dejó en su piso su documentación, su bolso, su cartilla del banco y todas sus pertenencias. Además, la vivienda se encontraba revuelta, como si se hubiese producido en ella una pelea.
Mientras, el que entonces era su pareja no volvió a contactar con la familia. Se casó cuatro meses después con otra mujer y tiene tres hijos. Dejó el taxi, que era su medio de vida entonces, y actualmente es propietario de una caravana de perritos calientes.
La pelea previa a la desaparición, a la que llegó a acudir la Policía; su actitud durante la investigación; y el hallazgo de los restos mortales en una zona vinculada a él, convirtieron a Jesús P. en el principal sospechoso. Una jueza ordenó que se le pinchara el teléfono en septiembre y, tan solo un mes después se produjo su detención y su confesión, aunque, de momento, asegura que él no la mató.
Mientras, durante estos años la vida de la familia de Juana Canal tras su desaparición ha sido un cúmulo de tragedias. Poco después murió el padre de los dos hijos de la mujer, después falleció la abuela de los niños, que los había criado cuando esta se separó y, más recientemente, fue hallado muerto el hijo mayor de Juana.