Jair Bolsonaro salió por fin de su reclusión de 20 días y, este miércoles, volvió a su lugar de trabajo, el Palacio de Planalto, un día de después de dejar claras sus ganas de caldear la transición de poder en Brasilia al pedir la anulación parcial de las elecciones que le ganó por los pelos el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
Era un paso más o menos esperado, pues el exmilitar ultraderechista, de 67 años, pasó más de un año sembrando insistentemente dudas, sin aportar pruebas, sobre la fiabilidad de las urnas electrónicas que Brasil usa desde hace casi tres décadas y con las que él mismo fue electo presidente de la República y varias veces diputado.
La formación con la que concurrió a las elecciones, el Partido Liberal, presentó un recurso el martes para que el Tribunal Superior Electoral (TSE) invalide parte de los votos depositados el 30 de octubre por considerar que las urnas electrónicas más antiguas no pueden ser auditadas.
La respuesta del lulismo no se hizo esperar. La presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, calificó el jueves esta maniobra de "artimaña que tiene que ser sancionada como litigio de mala fe". "Basta de malicia, de irresponsabilidad y de insulto a las instituciones y a la democracia", expresó.
Según el partido de Bolsonaro –que contrató a una auditoria privada– más de 279.300 máquinas de votación electrónicas anteriores a 2020 y utilizadas en el balotaje presentan "problemas crónicos de incumplimiento irreparable", por lo que pide "invalidar" los resultados. El TSE desplegó 577.000 equipos.
Su argumento es que, si estos equipos hubiesen estado bien, el presidente habría ganado los comicios con un 51,05 % de los votos, frente al 48,95 % de Lula. El ultraderechista perdió con un 49,1 % de los votos ante el 50,9 % que obtuvo el izquierdista, el margen más estrecho desde la redemocratización del país en 1985.
La decisión del PL contó con el apoyo activo de Bolsonaro, quien además de firmar el recurso también participó en una reunión en su residencia, en el Palacio de la Alvorada, para debatir la estrategia a seguir.
Desde que perdió los comicios, Bolsonaro solo acudió dos veces al Palacio de Planalto, y recibió de manera puntual a sus ministros en su residencia. También dejó de realizar sus tradicionales retransmisiones semanales, y sus mensajes en las redes –que le alzaron hace cuatro años a la primera línea de la escena política– se redujeron drásticamente.
"Ningún riesgo real"
Las urnas cuestionadas ahora también fueron utilizadas en la primera vuelta, cuando el PL consiguió el mayor número de diputados y senadores en el Congreso.
Por ello, el presidente del TSE, Alexandre de Moraes, determinó que el PL presente las auditorías de la primera y segunda vuelta electoral en un plazo de 24 horas, a riesgo de archivar el recurso si no lo cumple.
El Ministerio de Defensa de Brasil ya dejó claro en un informe que no hubo fraude en los comicios, mientras que la Justicia electoral también afirmó que no veía "ningún riesgo real" de impugnación de los resultados. Líderes de todo el mundo han reconocido la victoria del patriarca de la izquierda brasileña.
A pesar del ruido que ha podido generar la acción del PL, periodistas como Bruno Boghossian aseguran que se trata de una estrategia para mantener las protestas en las calles.
"Ni los fieles aliados de Jair Bolsonaro creen que el Tribunal Superior Electoral cambiará el resultado de la disputa. La idea de pedir al tribunal que anule parte de los votos en la segunda vuelta es solo un intento de dar un barniz político a las falsas sospechas de fraude y estimular nuevas protestas en las calles", escribe.
Aunque han perdido fuelle, las manifestaciones bolsonaristas, que no aceptan la derrota y que exigen una intervención militar para impedir que Lula llegue al poder, continúan en algunos puntos del país.
El probable rechazo a la solicitud del PL –prosigue Boghossian– debería venderse como prueba de la supuesta mala voluntad del TSE hacia Bolsonaro y la falta de interés del tribunal en abrir investigaciones que puedan confirmar su discurso.
El libreto de Trump
Bolsonaro sigue a su manera el libreto de su admirado expresidente estadounidense Donald Trump, quien también clamó fraude en su derrota con el actual mandatario Joe Biden y arengó a sus partidarios, que terminaron asaltando violentamente el Capitolio en Washington.
En la campaña de descrédito de Bolsonaro, que le ha valido la apertura de una investigación en la Corte Suprema por difusión de noticias falsas, dijo de manera recurrente que aceptaría los resultados siempre y cuando las elecciones fuesen "limpias y transparentes".
"Al utilizar los tribunales para agitar las calles, Valdemar [ Costa Neto, presidente del PL] y otros simpatizantes de Bolsonaro se suman a la organización criminal que rodea cuarteles, llama a una dictadura militar, bloquea el tráfico en carreteras, incendia camiones y trabaja para revertir por la fuerza el resultado electoral", agregó el periodista.
Bolsonaro sigue sin aceptar explícitamente la victoria del izquierdista, pero sí autorizó el inicio de la transición de gobierno, que desde el 3 de noviembre se reúnen diariamente en el Centro Cultural Banco de Brasil, en Brasilia.
Lula, de 77 años, que esta semana se sometió a una intervención por una lesión en las cuerdas vocales, evitó por ahora referirse al recurso, y este miércoles escribió en Twitter que la sociedad brasileña, más polarizada que nunca, "quiere un país donde reine la paz y la convivencia democrática".
Por ahora esto parece una quimera. A muchos les cuesta imaginar a Bolsonaro pasándole la banda presidencial a Lula, su gran enemigo político, el próximo 1 de enero en Brasilia, frente a líderes del mundo entero.
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