Los gritos de los niños jugando no se escucharon más. Al asomarse vio que estaban atónitos y todos miraban al cielo. Era la tarde del viernes 27 de noviembre de 1992, cuando se gestaba la segunda rebelión cívico-militar contra el impopular gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP) en Venezuela.
"Fue como el estruendo de un rayo que hizo estremecer los ventanales del apartamento y luego todo quedó en silencio", recuerda Bertha Colina. Abajo, en el estacionamiento del edificio, su hijo jugaba a la pelota con los otros niños de las residencias.
Bertha, su hijo Aquiles y sus amigos, que para entonces tenían entre 7 y 11 años de edad, mantienen vivos esos recuerdos, que cuentan a RT como una de sus más grandes anécdotas de amistad, que aún guardan con la claridad de aquel histórico momento.
'Oswaldito' fue quien logró ver lo que había pasado como un trueno sobre sus cabezas. Su compañeros recuerdan que él levantó su mano y dijo: "Se fue por ahí, era como un F-16, pasó cerquitica de la terraza de Lizardi". Lo siguiente fue escuchar a una mujer que se asomó por la ventana, era 'Malela' Sánchez, la mamá de Ricardo, que con un grito le pidió que subiera a la casa, los demás padres hicieron lo mismo, el juego de pelota había terminado.
Ninguno había ido a la escuela ese día, sus padres también faltaron al trabajo. Desde tempranas horas corría un rumor de que algo pasaba en Caracas, a más de 360 kilómetros de donde estaban ellos. La caída de Pérez era una posibilidad y estar en lugares públicos era un peligro porque corrían tiempos en que las fuerzas de seguridad disparaban primero y averiguaban después, reprimían a balazos y sin que les temblara el pulso.
El clima era más tenso de lo normal, se suponía que cuando algo pasaba en Caracas, la provincia se veía afectada casi inmediatamente. Las familias se quedaban en casa y cuando imponían toques de queda, solo circulaban patrullas de la policía y la Guardia Nacional cada cierto tiempo.
Sin embargo, esa vez la situación era distinta, el avión que había pasado rozando las terrazas de los edificios donde vivían los niños y sus familias, era parte de algo más grande, lo que estaba en juego en la capital del país ya no se veía solo por televisión. ¿Qué estaba pasando?
¿La llegada del "por ahora"?
Las televisoras y la radio daban versiones de un alzamiento militar, se decía que los rebeldes estaban a punto de tomar el poder y tumbar a Pérez. Había noticias desde Maracay, Caracas y Barquisimeto, donde vivían los niños con sus padres.
En los reportes informaban que un avión había sido derribado en Aragua, que salían aeronaves piloteadas por los rebeldes desde Lara y que, en Caracas, civiles y militares tomaban las sedes del canal estatal VTV y de otros medios para dar a conocer la versión de los insurgentes. También se decía que había enfrentamientos entre los rebeldes y las fuerzas aliadas al Gobierno.
En una de las transmisiones a las afueras del Palacio de Miraflores, sede del Ejecutivo en Caracas y donde se suponía que se encontraba el presidente, las cámaras captan el paso de una aeronave, la caída de un misil y la explosión en plena calle.
En casa de Yonathan Alvarado, uno de los niños que jugaba a la pelota, los adultos decían que era un nuevo golpe de Estado contra Pérez, los rumores circulaban desde la noche anterior y lo confirmaron cuando en la madrugada, los rebeldes transmitieron un mensaje grabado desde la prisión por el comandante Chávez: "Compañeros de armas, por ahora y para siempre el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) vuelve a la lucha con las banderas bolivarianas en alto, en busca de la victoria definitiva".
Mientras se desarrollaban los hechos, Antonio y Francis, padres de Fernando Quiñónez, recordaban el "por ahora" que nueve meses atrás había lanzado Chávez a la prensa, para asumir que la insurrección militar que lideró el 4 de febrero de ese mismo año, no había logrado los objetivos. Todos los vecinos celebraban a puerta cerrada pero con cautela, tenían temor a represalias.
Fernando recuerda que con ellos estaba Ibsen, su mejor amigo, y su papá 'Lacho' González. Eran sumamente cercanos porque en esos días las dos familias se ayudaban con la compra de alimentos, era difícil comer bien y todos los días, la crisis política, social y económica se traducía en pobreza, desigualdad y hambre.
Emociones contenidas
"Había esperanza y miedo, eso fue lo que sentí, lo que me transmitían mis padres. Ellos se contenían ante la naciente alegría que causaba la expectativa de poner fin a un régimen que había llevado al país a un dramático estado de miseria, corrupción, autoritarismo, inseguridad y muerte", señala Yonathan.
Alejandro Jiménez, otro de los niños del grupo de amigos e hijo de un exguerrillero que fue perseguido por el gobierno de Raúl Leoni, recuerda que en su casa siempre había tensión, sobre todo en momentos críticos como el que se vivía ese día, porque las fuerzas del Gobierno siempre iban por la disidencia.
"En esos tiempos se pagaba con cárcel, persecución y sangre, sobre todo cuando se identificaba a alguien como comunista, revolucionario o de izquierda. Incluso, aunque no fueras militante, si hablabas mal del Gobierno te podía ir mal. También utilizaban la recluta para agarrar jóvenes, someterlos y obligarlos a entrar a las Fuerzas Armadas", comenta Alejandro.
La rebelión militar inició cerca de la medianoche del jueves 26. El movimiento rebelde no estaba integrado solo por uniformados, también había civiles de organizaciones revolucionarias. Los objetivos eran capturar al presidente Pérez, tomar como rehenes a los miembros de la cúpula militar, liberar al comandante Chávez de la cárcel de Yare, a unos 38 kilómetros de Caracas, y establecer una junta de gobierno cívico-militar. La lucha principal era por aire y tierra.
Entre los nombres recordados por la prensa de aquella asonada están los militares Hernán Grüber Odremán, Luis Reyes Reyes, Francisco Visconti, Luis Cabrera Aguirre, Eliézer Otaiza, Wilmar Castro Soteldo, Jesse Chacón, entre otros más de 800 uniformados, que en su mayoría integraban el MBR-200, grupo rebelde que surgió dentro de la Fuerza Armada y al que pertenecía Hugo Chávez, uno de sus fundadores.
Así el grupo insurgente se rebeló en armas ante el Gobierno de Pérez, que ya arrastraba un descontento generalizado que se evidenció en dos momentos: la implosión social del 27 de febrero de 1989 conocida como "El Caracazo", que dejó una sangrienta represión; y la rebelión del 4 de febrero de 1992 que comandó Chávez.
Fin de la rebelión e inicio de un ciclo
Tras horas de batalla que dieron los rebeldes por tierra y aire, las fuerzas aliadas al gobierno lograron repelerlas. Pérez contaba con tropas militares, algunos de ellos traidores al plan insurgente, y el apoyo de funcionarios de los distintos cuerpos policiales.
Horas después de los enfrentamientos, Pérez logró dar un mensaje al país a través del canal Televen, la única televisora que tenía bajo control. Allí dijo que su gobierno había controlado la situación, que solo era un "coletazo" del 4 de febrero y que los rebeldes se habían rendido.
En las residencias donde estaban los niños con sus padres vieron el mensaje de Pérez pero no le creyeron, no confiaban en él. Pensaron que podía tratarse de una estrategia para desmotivar a los rebeldes y todavía no había nada claro, sobre todo al estar tan lejos de Caracas.
Ya por la noche, se decía que los habitantes de las zonas populares de la capital venezolana habían salido a las calles a exigir la salida de Pérez y el fin de sus políticas neoliberales, pero también fueron reprimidos por el gobierno.
Francis, la mamá de Fernando, recuerda que sonó el teléfono. La llamó una amiga muy cercana, esposa de un capitán de la aviación que participó en la asonada. "Estaba preocupada, tenía mucha angustia. La llamó para decirle que se iba a Perú porque lo iban a matar, que no pudieron tumbar a Carlos Andrés, que le avisaba cuando estuviera a salvo y que se fuera de la casa porque los del gobierno la iban a buscar".
La rebelión, aunque no logró sacar a Pérez por la vía de las armas, sí marcó el fin de su ciclo y quebró su tambaleante gobierno. Dos años después, el mandatario fue llevado a juicio, acusado por malversación genérica y peculado doloso. Terminó destituido, lo que selló el fin de una era conservadora que abonó el camino a la victoria presidencial de Hugo Chávez, seis años después.
La participación de los soldados de la Aviación en la asonada del 27 de noviembre de 1992 fue honrada por Chávez en 2009, cuando decretó que esa fecha sería el Día de la Fuerza Aérea Venezolana, que desde 1920 se conmemoraba el 10 de diciembre, para recordar los primeros aviones de guerra que llegaron al país durante la dictadura de Juan Vicente Gómez.
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