¿Amenaza racista? Una mexicana denuncia los ataques que vivió en una residencia estudiantil alemana

Funcionarios de la Cancillería de México se reunieron con el alcalde de Cottbus, Helger Kelch, para tratar el tema.

La estudiante Cuayi Montero estaba por empacar sus maletas para regresar a México después de terminar una maestría en la ciudad alemana de Cottbus cuando vivió una serie de incidentes en la residencia universitaria que, por fortuna, no terminaron en tragedia.

La noche del martes 8 de noviembre, Montero, de 28 años, se acercó al baño de su cuarto cuando sintió un olor a quemado al exterior. Desde el quinto piso de la residencia estudiantil en la que vivía se apresuró a las escaleras y vio una gran nube de humo que venía de una esquina, en la planta baja, en la que usualmente dejaban ropa y objetos en donación. 

"Veo que estaban quemadas, todo quemado, ya solo había cenizas", recuerda. 

Mientras la policía y los bomberos tomaban fotografías de las cenizas, Montero salió del edificio número 3 y escuchó que le habían prendido fuego a los objetos, a un letrero y a un corcho en donde usualmente colgaban anuncios

Como era de madrugada, casi todos dormían en el edificio número 3. Por suerte, un grupo de personas que salía de un bar ubicado al frente se percató del fuego y comenzó a gritar. Uno de los residentes se despertó por el ruido y apagó las llamas con su ropa. 

"Miedo a que lo hicieran más tarde"

Con el incidente ya controlado, Montero preguntó a los uniformados si iban a mandar una patrulla. "¿Qué pasa si esto lo hacen, en lugar de a la 01:30, a las 03:00 de la mañana, cuando verdaderamente no hay nadie despierto", dijo a RT.

Los oficiales respondieron que no había nada que pudieran hacer y se fueron del lugar. 

"Yo me regresé con muchísimo miedo, muy 'shockeada', mi miedo era ese, que regresaran y lo hicieran más tarde. Me regresé, estaba asustada, pero traté de relajarme con que quizá fue solo un loco el que prendió fuego", recordó Montero.

El miércoles 9 de noviembre, la joven estaba en videollamada con su madre antes de irse a dormir cuando volvió a notar un fuerte olor a quemado. Salió de su puerta y vio el humo en su pasillo. Corrió por las escaleras hasta el vestíbulo, en donde estaban cuatro jóvenes que se veían muy tranquilos. "Pensé que quizá eran pirómanos y los caché (descubrí) en la movida. Yo ingenuamente les digo: '¿ustedes son los que están prendiendo fuego?'. Me dicen: 'no. Nosotros salimos a apagarlo y ya viene la policía".

En seguida, Montero supo que además del nuevo incendio en el corcho con avisos, la mitad de las etiquetas con los nombres de los inquilinos en las cajas de buzón habían desaparecido. La estudiante mexicana entró en pánico. "¿Acaso yo soy la única que le da lectura como de que nos quieren hacer algo? A mí me parece una amenaza", reflexionó.

Los policías y bomberos repitieron la rutina de la noche anterior. Tomaron fotografías, hicieron preguntas, limpiaron un poco y se fueron, sin hacer caso a la sugerencia de Montero de mandar una patrulla a resguardar el conjunto residencial estudiantil.

Con el segundo susto, Montero fue a empacar su ropa y a tomar su pasaporte para ir a dormir en un edificio vecino, situado a 100 metros. En el trayecto, su amiga Marina, que vivía a unos 50 metros de su puerta, le llamó por teléfono para contarle que en su edificio, el número 5, olía a quemado y había humo. Como pudieron, algunos estudiantes apagaron el fuego. 

La respuesta de las autoridades fue la misma que en los dos incidentes previos, solo que ahora se excusaron alegando que la ciudad de Cottbus tiene recursos limitados, de solo tres patrullas. "Llegaron los bomberos y todavía cuando se estaban yendo, después de revisar y hacer nada, iban riéndose entre ellos y hablando, y todavía voltean y nos dicen 'ya váyanse a dormir", cuenta Montero. 

La mañana del jueves 10 de noviembre, la estudiante regresó a su habitación, pero en un momento salió a revisar los edificios 4 y 6. Como sucedió en las torres 3 y 5, notó que también "tenían el corcho quemado". 

Por su parte, la Policía del estado de Brandeburgo publicó un comunicado sobre los incidentes en Cottbus, en el que informó que personas desconocidas "encendieron avisos en tres escaleras de un edificio residencial en Erich-Weinert-Strasse".

"El cuerpo de bomberos apagó las llamas. No había peligro para el edificio. Como parte de las investigaciones iniciales, se aseguraron los rastros y se interrogó a los residentes", añadió la corporación. 

La búsqueda de respuestas

Con preocupación, Montero y otros compañeros acudieron a la 'Studentenwerk' (la organización que se encarga de los dormitorios) para levantar un reporte. 

La tarde del viernes 11 de noviembre, la 'Studentenwerk' envió un correo a los estudiantes con recomendaciones y protocolos de seguridad a seguir. En el texto, afirmaron que una patrulla vigilaría el sitio durante el fin de semana.

En tanto, la Embajada de México en Alemania contactó a Montero y la mantuvo al tanto de las actualizaciones. Para el martes 15 de noviembre, los funcionarios mexicanos se reunieron con el alcalde de Cottbus, Helger Kelch, para abordar "las investigaciones sobre ataques a residencias universitarias", así como los "esfuerzos en materia de integración".

Este medio contactó a la Embajada de México en Alemania y a la Dirección General de Comunicación Social de la Cancillería preguntando sobre los resultados de la reunión con el alcalde interino, pero hasta el momento no han informado sobre los acuerdos de la junta. 

Tras terminar su maestría en patrimonio mundial en la Universidad Tecnológica de Brandenburgo, Montero regresó a México. No obstante, mantuvo el contacto con sus compañeros en Alemania, quienes le dijeron que aún tienen miedo por lo sucedido

Pese a que nadie sabe con exactitud quién fue el responsable de los incendios, los estudiantes internacionales están convencidos de que se trató de ataques de racismo, debido a que son innumerables los hechos de xenofobia que vivieron en esta ciudad ubicada en Brandeburgo, al este de Alemania. 

Montero dice que en el tiempo en que pasó en Cottbus conoció a "alemanes fantásticos". Pero los insultos y malos tratos fueron recurrentes para ella y sus compañeros extranjeros.  

"Una vez nos sacaron de un bar, a mi grupo de amigos y a mí, donde claramente ninguno era alemán. Otra vez no nos dejaron sentar en una panadería cuando el resto de las mesas estaban llenas de gente alemana. Una vez en la calle una señora me gritó 'Go, home!' ['Vete a casa', en inglés], y yo me quedé pasmada", cuenta Montero. 

Crímenes de odio

En 2021, la Policía alemana documentó 10.501 incidentes relacionados como crímenes de odio, según el recuento de la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos (ODIHR, por sus siglas en inglés), una organización internacional con sede en Varsovia, Polonia. De esta cifra, 9.236 eran delitos de odio racista y xenófobo

Por su parte, la organización Human Rights Watch detalló en un informe sobre la respuesta del Estado alemán a los crímenes de odio que las víctimas de este tipo de violencia —en particular migrantes, solicitantes de asilo y refugiados— a veces se resisten a denunciar incidentes a la Policía o presentar cargos porque "no confían en que la policía los protegerá o tomará en serio sus denuncias, o porque anticipan que es poco probable que los perpetradores sean arrestados o castigados".

Asimismo, el informe también ejemplifica que las autoridades demoran para llegar a la escena del delito, que los oficiales se muestran renuentes a tomar la denuncia en serio o que incluso tratan de disuadir a las víctimas de presentar una denuncia.

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