En 2020, la noticia sobre el hallazgo en las nubes de Venus de fosfina (PH3), un gas que tiene el potencial de ser un biomarcador, recorrió el mundo, fomentada por el optimismo de los autores de aquel estudio que sostuvieron que la sustancia "podría originarse a partir de una fotoquímica o geoquímica desconocidas o, por analogía con la producción biológica de PH3 en la Tierra, a partir de la presencia de vida".
Desde entonces, varios telescopios realizaron observaciones de seguimiento para confirmar o refutar el hallazgo de fosfina en el planeta. SOFIA fue uno de ellos, y sus datos refutan por completo el estudio de hace dos años.
El equipo liderado por Martin Cordiner, especializado en astroquímica y ciencias planetarias del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, utilizó la información del Observatorio Estratosférico para Astronomía Infrarroja, como se conocía SOFIA, ya retirado del servicio, en busca de los indicios de fosfina en el cielo de Venus, y no encontró nada en absoluto.
La alta resolución espectral del telescopio espacial permitía detectar el gas a grandes altitudes de la atmósfera del planeta, entre unos 75 y 110 kilómetros sobre la superficie, la misma región del hallazgo original, que finalmente no llegó a confirmarse.
Según los resultados de la investigación de Cordiner, si es que hay fosfina en la atmósfera de Venus, sería un máximo de unas 0,8 partes de PH3 por 1.000 millones de partes de todo lo demás, mucho menos que la estimación inicial.
"La fosfina es un compuesto químico relativamente sencillo —solo es un átomo de fósforo con tres de hidrógeno—, por lo que uno pensaría que sería bastante fácil de producir. Pero en Venus, no está claro cómo podría producirse", explicó Cordiner.
En un planeta rocoso puede haber otras posibilidades de formar PH3, como a través de rayos o actividad volcánica, pero ninguna de ellas es aplicable si en Venus simplemente no existe fosfina. Y según SOFIA, no hay tales registros.