El conflicto en Ucrania terminará solamente por la vía pacífica y, de momento, se da una circunstancia "única" que se debería aprovechar para ponerle fin, considera el presidente de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko.
"En este momento se ha establecido una situación única en la que se puede poner fin al conflicto. Otro momento así puede que no vuelva a presentarse. Hay que aprovechar este momento, mientras Rusia aún no ha desplegado completamente su economía y no la ha puesto en pie de guerra", dijo Lukashenko en una entrevista con medios chinos.
El mandatario recordó que Moscú desde un principio estaba dispuesto a dialogar con Kiev y que las partes incluso celebraron una serie de negociaciones. Sin embargo, EE.UU. y sus aliados "empujaron a Ucrania para que no llevará a cabo ninguna negociación", manifestó.
"Toda guerra termina con una paz, y ésta no será una excepción. La pregunta es cuántas personas más morirán y en nombre de qué", enfatizó Lukashenko, al tiempo que señaló que, con frecuencia, ha advertido a las autoridades ucranianas de que, en caso de que estalle un nuevo conflicto en otra región del planeta, en Occidente "se olvidarán de Ucrania".
¿Gorbachov 2.0?
El jefe de Estado bielorruso considera que su homólogo ucraniano, Vladímir Zelenski, "es una buena persona, pero muy inexperta". Los aplausos que recibe cuando interviene en los parlamentos, organizaciones y demás plataformas que le facilitan los países aliados "le apaciguan, se complace mucho cuando le aplauden, pero los aplausos pueden no ser sinceros y esto debe entenderlo", agregó.
En este sentido, Lukashenko considera que Zelenski puede terminar como el último mandatario de la antigua Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, quien "también viajaba por los países occidentales y donde todos lo aplaudían". "¿Y cómo terminó él? Lo mismo pasará aquí" con el presidente de Ucrania, vaticinó.
Gorbachov fue una figura política elogiada en Occidente por las reformas que puso en marcha tras su llegada al poder en 1985. Sin embargo, las políticas que impulsó el último dirigente soviético precipitaron la desmembración del país y su dimisión en 1991.