Rusia y China "no encajan en el sistema internacional construido bajo los auspicios de Occidente", por lo que están a favor de sustituirlo, algo que resulta mucho más fácil de hacer juntos, afirma Fiódor Lukiánov, editor jefe de la revista Russia in Global Affairs, presidente del Consejo ruso para la Política Exterior y de Defensa y director científico del Club Internacional de Debates Valdái.
En su nuevo artículo para RT, el politólogo reflexiona sobre lo que ha llevado a ambos países a darse cuenta de que ha llegado el momento de cambiar el rumbo de sus políticas y elegir el camino de la confrontación con Occidente.
Una China fuerte no encajaba en el modelo del mundo estadounidense
Según Lukiánov, el periodo de mandato de Xi "ha sido una época de replanteamiento de la trayectoria del desarrollo" en China. "La era dorada de la globalización, de la que Pekín se benefició enormemente, terminó esencialmente con la crisis del 2008. Entonces quedó claro que el sistema mundial empezaba a experimentar graves perturbaciones, cuya gestión se convertiría en la principal tarea de cada uno de los principales actores", dijo.
Al mismo tiempo, a medida que el país asiático afrontaba con mayor rapidez y facilidad la recesión y reforzaba su posición en la escena mundial, Washington se daba cuenta cada vez más de que una China fuerte no encajaba en el viejo modelo en el que los estadounidenses se sentían cómodos, por lo que empezó a considerarla como el principal rival que "podía desafiar al hegemón mundial" de Occidente e intentar "contenerla en todos los frentes".
El experto señala que a pesar de que inicialmente el Partido Comunista de China planeó fortalecer el país y, en la medida de lo posible, evitar involucrarse en conflictos, "la década de Xi estuvo marcada por una rápida escalada de todas las contradicciones del mundo". Así, el gigante asiático "ha abordado la crisis ucraniana con la confianza de que la era de la calma ha terminado" y de que el éxito futuro no se logra evitando los conflictos internacionales, sino implicándose en ellos de forma significativa.
Limitaciones de la integración en el sistema internacional dominado por Occidente
Mientras tanto, si para China el final del siglo XX y el principio del XXI fue "un periodo de crecimiento sin precedentes", para Rusia fue una época de "profundo declive y difícil recuperación". "No obstante, Rusia también se enfrentó al agotamiento de su anterior modelo de desarrollo. Desde finales de los años 1980, la atención se ha centrado en la integración en el sistema internacional dominado por Occidente", explica Lukiánov.
Subrayó que, aunque el país euroasiático había avanzado por este camino de integración, a finales de la década del 2000 y a principios de la del 2010, "sus limitaciones se hicieron patentes":
- El deseo de mantener a Rusia en un cierto nivel económico. "Como es natural, a los actores externos no les interesaba que Rusia subiera por encima de cierto nivel, y faltaba voluntad por su parte para que esta barrera pudiera superarse de forma independiente", afirma.
Un conflicto geopolítico que empezó a escalar rápidamente. "Rusia también había tocado techo en este aspecto. Sus socios no querían ayudarla más, y resultó imposible alcanzar el siguiente nivel por sí sola, manteniendo los parámetros básicos del curso anterior. Sobre todo, porque Moscú, al igual que Pekín, sentía que el propio sistema en el que se le había pedido integrarse durante las décadas anteriores estaba empezando a cambiar", señaló.
De acuerdo con el experto, estos dos factores son "un esbozo que omite muchos matices", pero que permite entender por qué el actual acercamiento entre ambas grandes potencias tiene unos cimientos bastante sólidos. "Nuestros países, cada uno por sus razones, no encajan ni encajarán en el sistema internacional construido bajo los auspicios de Occidente tras la Guerra Fría. Por eso son partidarios de sustituirlo, y es más fácil cambiarlo juntos", concluyó.