España sigue a la cabeza de la importación de gas licuado ruso en medio de un problema enquistado para Bruselas

Los importadores son empresas privadas que operan de manera legal y que aumentan sus compras aprovechando los precios más bajos para almacenar y revender en el futuro.

Europa continúa aumentando sus importaciones de gas natural licuado (GNL) ruso, con España a la cabeza de un 'ranking' demasiado inflado para los deseos de Bruselas, que desde el comienzo del conflicto en Ucrania ha intentado tomar medidas para reducir su dependencia económica del gigante euroasiático.

Así, España se configura como el miembro de la Unión Europea que más GNL ha importado este 2023 desde Rusia, según los datos recogidos por Bloomberg de seguimiento de barcos metaneros, que recoge que el país ibérico ha aumentado un 84 % sus compras de este material desde que el conflicto armado comenzara a fines de febrero del año pasado.

El gestor técnico del sistema gasístico español, Enagás, evidencia, a través de sus boletines estadísticos mensuales, un aumento del 172 % en las importaciones de este combustible con respecto al mismo periodo de 2022.

Peticiones de reducción de España y Bruselas

Los importadores son empresas privadas que operan en un marco en el que no hay impuesta ninguna sanción sobre la importación de GNL. En este escenario, tanto las autoridades españolas como la europea están sopesando cómo maniobrar.

En el caso de España, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico envió el 14 de marzo una misiva, revelada por Bloomberg, a varias empresas importadoras en el país: Naturgy, Repsol, TotalEnergies, Axpo, Pavilion, Enagás, Met Energy, Enet Energy, EdP, CEPSA y BP.

En la misma, el departamento liderado por Teresa Ribera las instaba a "intensificar la diversificación del suministro de gas natural licuado y prescindir del de Rusia".

El mismo cariz tenía la solicitud que realizó a principios de mes la comisaria de Energía de a Unión Europea, Kadri Simson, pidiendo a las empresas europeas que no firmaran ni renovaran contratos a largo plazo para la compra de gas ruso.

Menos gas ruso por gasoductos y más entradas de gas licuado

Antes del pasado 24 de febrero de 2022, Rusia suministraba alrededor del 40 % del gas consumido en los países del bloque comunitario a través, mayormente, de la red de gasoductos que la conectaban con el resto del continente.

Ese flujo de gas por gasoducto fue disminuyendo paulatinamente a partir de esa fecha, hasta alcanzar en la actualidad apenas el 10 % de las importaciones gasísticas europeas. En paralelo, aumentaban las importaciones de gas natural licuado para llenar ese vacío.

Las importaciones de GNL, realizadas principalmente a través de buques metaneros, pasaron de 14.000 millones de metros cúbicos en 2021 a 19.250 millones en 2022, un aumento del 35 % en un ejercicio, según el recuento realizado por el 'think tank' Bruegel.

Los altos precios y el riesgo para el suministro alejan las sanciones

La dependencia energética comunitaria y los altos precios que se vivieron en el pasado ejercicio imposibilitaron que Bruselas se planteara la imposición de sanciones para vetar el GNL ruso.

El año pasado los precios llegaron a situarse hasta en 300 euros el megavatio hora y la incertidumbre hizo que el bloque comunitario pusiera toda la carne al asador para llenar sus depósitos de cara a un incierto invierno energético, que motivó el aumento de la compra de gas licuado y un veto a cualquier sanción que pudiese provocar más aumentos de precios.

Este año los precios son mucho más estables y asequibles, en torno a 40 euros el megavatio hora, y los depósitos se encuentran con una capacidad de 38 puntos por encima de la del año pasado por estas fechas, hasta llegar al 60 %.

Sin embargo, estos atractivos precios dificultan aún más las intenciones europeas de frenar las importaciones de este gas ruso, toda vez que existen multitud de empresas de compraventa dedicadas a la adquisición al contado de GNL para almacenarlo. Pagan ahora precios reducidos a la espera de revenderlo más caro en el futuro.

Así, el problema se ha convertido en una especie de círculo vicioso con multitud de implicaciones. Los países europeos están construyendo numerosas instalaciones regasificadoras, con millonarias inversiones destinadas a la construcción de infraestructuras que ayuden a abandonar la dependencia energética de Rusia.

Sin embargo, esas costosas instalaciones se están viendo colmadas por un producto proveniente del mismo actor que obligó a su construcción.

Además, diversos expertos advierten que a este ritmo la capacidad de regasificación europea superará ampliamente a la demanda en el corto-medio plazo. Será el caso también de España, que en la actualidad es el país de la UE con mayor capacidad de regasificación.