La escaladora y alpinista Beatriz Flamini logró un hito histórico al permanecer aislada en una cueva de Motril, Granada (España), durante 500 días. Sin embargo, se han generado dudas sobre su gesta, luego de que se supiera que tuvo que abandonar la caverna durante ocho días.
Aunque había prometido no salir "ni aunque muriera un familiar", se vio obligada a hacerlo debido a un fallo técnico en el router que le permitía conectarse a internet desde el interior de la cavidad para pulsar un "botón de pánico" en caso de emergencia. Flamini contaba con un ordenador restringido para no dar fecha ni hora ni permitir acceso a navegadores, que solo utilizaba para realizar test cognitivos.
En esos días permaneció en la tienda que le servía de base, sin comunicación alguna. Sin embargo, medios locales apuntan que la deportista en ningún momento mencionó, durante su primera rueda de prensa tras salir de la cueva, que había estado fuera.
A pesar de esto, Flamini sostiene que "no ha hecho esto por el récord" y no estaba buscando entrar en ninguna clasificación, afirmó Elena Mera, portavoz de la productora Dokumalia que ha seguido el proyecto 'Timecave'.
Dibujar, tejer y "estar"
Beatriz Flamini, originaria de Madrid, de 50 años, es espeleóloga, alpinista y escaladora. Además, es técnica superior deportiva, docente de guías de baja y media montaña y tiene formación en prevención de riesgos laborales en altura, espacios confinados y trabajos verticales.
En su haber cuenta con otras hazañas, como haber pasado tiempo sola en autosuficiencia en alta montaña o recorrer, también en soledad, Mongolia de oeste a este, atravesando las montañas de Altai, con cumbres de hasta 3.000 metros.
Durante este año y medio Flamini se dedicó a leer, escribir, pensar, dibujar, tejer y "estar", según relató en la rueda de prensa. Además afirmó que disfrutó porque estaba cumpliendo su sueño y que todavía no quería salir.
Una tonelada y media de materiales varios y alimentos, 1.000 litros de agua y 60 libros son algunas de las cifras de esta experiencia. La comida, la bebida y la lectura eran prueba de la presencia de personas al otro lado, mientras continuaban la oscuridad, el silencio y el aislamiento.