Hay cargos que dicen mucho de los males que afectan a los países que los instituyen: en Brasil, por ejemplo, hay una ministra de Igualdad Racial y una coordinadora general de Erradicación del Trabajo Esclavo.
La más reciente muestra de que puestos así son más que necesarios –en un país que un día quiso venderse como una 'democracia racial'– apareció la semana pasada, en un espeluznante video que evidenció cómo policías trasladaban un hombre negro, atado de pies y de manos, tras robar dos tabletas de chocolate en un supermercado de Sao Paulo.
"El terror del Estado contra los negros"
La imagen de los dos policías cargándolo como si fuera ganado y los gritos de dolor de la víctima conmocionaron a la sociedad brasileña, tristemente acostumbrada a episodios horripilantes de racismo en las portadas de los medios.
"Ese tipo de trato tiene un carácter racista tan profundo que solo ves eso con la población negra, independientemente de si hay o no una sospecha fundada sobre el crimen que se está averiguando", explica a RT Lúcia Xavier, coordinadora general de la ONG Criola, de defensa de los derechos de las mujeres negras.
"Por eso siempre ese patrullamiento, esa vigilancia, sobre los negros. Son sospechosos hasta que se pruebe lo contrario y muchas veces, aun probando lo contrario, todavía serán castigados, incriminados, ofendidos y humillados. Es una muestra de que esto puede pasar con cualquiera de nosotros, es lo que la población negra teme las 24 horas del día. Es el terror del Estado contra los negros", agrega.
"No admitiremos racismo"
Varios casos recientes en establecimientos comerciales han puesto en la mira a la red de supermercados francesa Carrefour, muy poderosa en Brasil.
A principios de mayo, una pareja negra fue agredida y humillada por presuntamente robar leche en polvo para su hija en Salvador (nordeste), y en 2020 y 2019 dos hombres murieron, uno por una brutal paliza de dos agentes de seguridad en un establecimiento de Porto Alegre y otro después de un policía lo mantuviese durante dos minutos inmovilizado en el suelo, mientras la madre del chico suplicaba para que lo soltase.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que llegó al poder con el combate a la discriminación racial entre sus principales banderas, advirtió hace unas semanas a la dirección de Carrefour de que su gobierno "no va a admitir el racismo".
"Si quieren hacer esto en su país de origen, que lo hagan, pero en este país no admitiremos el racismo", afirmó en una reunión ministerial.
"Nacemos como raza"
Todos esas agresiones fueron grabadas en video y divulgadas en las redes. Las imágenes causaron una gran crispación en su momento, con indignados comentarios de políticos, activistas y cibernautas con el racismo "estructural" presente en las entrañas de los ciudadanos, las instituciones y la sociedad brasileña. Pero nada cambia.
"En Brasil no nacemos como clase. Nacemos como raza. El racismo funciona como un proceso de dominación, no se establece solo en las relaciones interpersonales, está descrito en la estructura de la sociedad", explica Xavier.
"No habría racismo estructural, si no fuese institucional. Todo, desde las pequeñas unidades de salud de los municipios hasta el Congreso o el Supremo, está llevado por el racismo, y va a operar así independendiente de declaraciones y legislación que busque castigarlo severamente", agrega.
"La esclavitud no terminó"
La escena del hombre amarrado "deja claro que la esclavitud en Brasil no terminó", dijo en una entrevista el padre Júlio Lancellotti, conocido por su trabajo social.
"Es una caso de pobrefobia, de racismo explícito".
Las raíces del racismo en Brasil se remontan a la época del comercio de personas esclavizadas desde la colonización portuguesa. Durante más de tres siglos, el país fue el mayor importador de esclavos de África al continente americano.
Esa práctica dejó una división racial muy arraigada, con las personas negras como mano de obra explotada y marginada y los blancos como clase dominante y llena de privilegios. Incluso después de que Brasil se convirtiera en 1888 en el último país en abolir la esclavitud, que dejó a las personas negras libres, pero sin derechos ni opciones.
Operación 'blanqueamiento'
Además, entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, Brasil promovió una política de subsidios y privilegios para atraer a millones de inmigrantes europeos con la idea de "blanquear" a la población, en detrimento de los afrodescendientes, lo que perpetuó la jerarquía racial hasta hoy.
Con el tiempo fueron consiguiendo derechos, pero el abismo socioeconómico y ese racismo estructural han hecho que la población negra –que representa el 54 % de los brasileños– sea mayoría entre los pobres, las víctimas de violencia, los reos en las cárceles y los trabajadores informales.
En contraparte, las personas negras son minoría entre los ricos, la clase política, los empresarios y los estudiantes, sobre todo universitarios.
Según datos de la oenegé Foro Brasileño de Seguridad Pública, 78 de cada 100 asesinados en 2021 fueron negros y un 84,1 % de los muertos a manos de la policía eran también afrodescendientes.
Además, cada año las autoridades rescatan a miles de personas trabajando en condiciones similares a la esclavitud. La mayoría de las víctimas pertenecen a comunidades negras.