Arqueólogos británicos hicieron uso de métodos geofísicos para descubrir una fortificación romana que no había dejado rastro en la superficie, pero fue mencionada en registros documentales del año 1707.
Los restos de sus cimientos fueron encontrados bajo tierra en un campo cerca de una escuela en la localidad escocesa de Carleith Farm, según un comunicado de las autoridades de Escocia.
Las excavaciones anteriores realizadas en la zona en las décadas de 1970 y 1980 no tuvieron éxito, pero gracias a nuevas tecnologías de gradiometría el equipo de arqueólogos y topógrafos logró dar con la ubicación de la estructura.
La gradiometría es una técnica de topografía geofísica que permite mirar debajo del suelo sin necesidad de excavar. Consiste en medir pequeños cambios en el campo magnético de la Tierra para detectar características arqueológicas que de otro modo serían invisibles desde la superficie.
El fuerte constaba de dos pequeños edificios de madera, rodeados por una muralla de piedra y césped de hasta dos metros de altura. La fortificación incorporaba dos torres de madera sobre las puertas en lados opuestos: una en el norte para dejar pasar a la gente, los animales y los carros a través de la muralla, y otra en el sur.
La relativamente pequeña fortificación era una de las 41 estructuras defensivas que formaban parte del Muro de Antonino, una línea defensiva que se extendía por varios kilómetros a través de Escocia.
El emperador romano Antonino Pío ordenó la construcción del muro en el año 142 d. C. en un intento de superar a su predecesor Adriano, quien años antes construyó una fortificación conocida como el Muro de Adriano a unos 160 km al sur, recoge el portal Live Science.
Pero su impulso de conquistar toda la isla finalmente fracasó, en parte debido a la hostilidad de los pueblos nativos de la zona. Después de 20 años de intentar de resistir en su nueva línea, los romanos abandonaron el Muro de Antonino en el año 162 d. C. y se retiraron hasta el Muro de Adriano.